jueves, 30 de diciembre de 2010

Gasolinazo: los misterios detrás de la decisión (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-30-12-10)

La última vez que los bolivianos fuimos testigos (o víctimas), de una medida económica de shock, fue el 29 de agosto de 1985, hace veinticinco años. En aquella oportunidad, el octogenario y cuatro veces presidente de la república (él en persona, y no su vicepresidente Julio Garret), aparecía en las pantallas de televisión para anunciarle al país las causas y alcances del decreto 21060. Paz Estenssoro en su último gobierno ofreció contadas entrevistas y conferencias de prensa, pero en esa ocasión enfrentó su responsabilidad histórica previniéndonos que Bolivia se nos moría, y que por lo tanto urgía tomar medidas dolorosas. La diferencia con lo que ocurrió en el país el domingo, fue que entonces, sabíamos que el país se encontraba al borde del abismo; todos sentíamos a diario y en nuestra vida cotidiana, el peso de la crisis, de la convulsión social, y de la hiperinflación.

Obviamente no estamos hablando de medidas del mismo alcance, ni podemos equipararlas, pero podremos convenir en que el gasolinazo tendrá un enorme impacto en la economía de la gente, y que precisamente por eso, se trata de una medida de shock. Pero en el fondo, creo que todos estamos sumidos en cierto desconcierto acerca de las razones por las que se procedió con tanta agresividad; hasta el momento, no he escuchado ni leído ninguna explicación que me convenza acerca del “porqué”. Con esto, estoy dando por descontado que las razones esgrimidas por el gobierno, no me parecen muy serias; no creo que el contrabando sea la razón última (podrían haber destinado el 50% de la subvención a potenciar su control), y la alusión a la gente que tiene 4 o 5 autos, me pareció realmente una burla.

Me explico: creo que 380 millones de dólares, para el tamaño de nuestra economía, no es tanta plata como para justificar una medida tan dura, así de un tirón. Creo que tiene que haber otras razones, internas o externas, que justifiquen el altísimo costo social y político de la medida. Probablemente alguien en el gobierno sabe de buena fuente que el precio internacional del petróleo se va a disparar, y entonces el costo de la subvención trepará al doble (suma que ya es peligrosa); esa podría ser una razón válida. Otra, un poco más preocupante, sería que el gobierno esté en dificultades para sostener su política de bonos, y que haya tenido que llegar a extremos para mantener su flujo de caja. Esto implicaría que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el verdadero estado de nuestra economía.

Finalmente, existe la posibilidad de que la única razón haya sido la convicción de cumplir con el libreto liberal y de “gobierno serio”, sobre la presunción de que el tamaño de sus espaldas políticas se lo permiten, que la Jauja de circulante resiste esto y más, y que la informalidad de la economía es mayor a la que todos pensamos, y se ocupará de amortizar parte del golpe.

Una cosa está clara en todo caso: por el momento, la gente está asustada y desconcertada, y tardará un par de meses en darse realmente cuenta de la magnitud del impacto inflacionario. Es verdad, el momento de la medida sorprendió a la gente desmovilizada y adormecida por el gasto y el consumo, y hasta el momento se ha evitado la primera reacción de furia popular; pero habrá que ver cuáles serán los efectos políticos cuando los asalariados de clase media del sector privado, se den cuenta de que de poco les servirá el aumento salarial decretado por el gobierno (aunque sea del 20%), pues muchas de las empresas sencillamente no podrán cumplirlo.

La gente más humilde también sufrirá, pero su reacción está por verse. Una cosa es que estafe un extraño cualquiera, y otra es que te estafe tu hermano, ¿no ve?

domingo, 26 de diciembre de 2010

La guadaña findeañera (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-26-12-10)

El ex presidente francés Jacques Chirac, al inicio de su primer mandato de siete años decidió reanudar las pruebas nucleares francesas en la Polinesia, ante una ola generalizada de críticas y protestas nacionales e internacionales. Decía el hábil político francés, que las cosas malas, pero políticamente necesarias, era mejor hacerlas en el primer año de gestión aún a costa de la propia popularidad, porque éstas podían administrarse mejor en el resto del mandato. Lección de política para iniciados: El timing político adquiere un enorme valor, cuando desde el gobierno se ha tomado la decisión de ejecutar medidas que se sabe, atentarán contra la credibilidad y la legitimidad de las que todavía se goza.

Si bien la estrategia del gobierno del MAS ha sido no dejar descansar a la oposición y a las disidencias internas ni un solo segundo, la arremetida de juicios y acusaciones de fin de año, parece marcar una clara intención de “meterle con todo” de una vez por todas, sin el menor remilgo por las formas. A estas alturas, claro ya está, las apariencias importan poco, en la medida que el gobierno sabe que todos sabemos que estamos asistiendo a una ofensiva política descarnada, a costa del estado de derecho y a costa de la cualidad democrática que caracterizó el proceso constituyente. Un verdadero retroceso en términos de legitimidad, autoridad moral y legado histórico, quien sabe los más importantes activos a favor del partido de gobierno. Y pese a todo, la sedienta guillotina pide la sangre y las cabezas de opositores y detractores, en una purga aparentemente indiscriminada.

El timing de estas ejecuciones sumarias, podría responder a distintas razones, una de ellas es la extraordinaria coyuntura económica que atraviesa el país, magnificada a grados impresionantes a raíz de las fiestas de fin de año. El grueso de la ciudadanía, está ocupada a tiempo completo en el gasto y el consumo desbocado, como corolario de un año de bonanza sin precedentes. La barriga llena y el corazón contento, parecen haberse impuesto a cualquier tipo de interés y conmiseración acerca de la suerte de las autoridades acusadas y enjuiciadas. Los piquetes de huelga de hambre en defensa del suspendido gobernador de Tarija no duraron ni hasta la hora del té, y los defensores y beneficiarios de la gobernación, prefirieron retirarse a disfrutar del festivo verano tarijeño.

Más allá de la natural relajación política de fin de año, que diluye es espíritu de combate y resistencia, podríamos pensar que el exceso de billetes en la calle había sido la mejor droga y antídoto a la reacción popular. Y si el cálculo económico está de por medio, tampoco sería extraño pensar que el ejecutivo esté mirando las cuentas del próximo año, en la hipótesis de que se vengan algunos frenos a una economía con tendencias inflacionarias y con falencias de gestión, que todavía no reflejan daño visible. Para seguir siendo mal pensado, podría inferir la intención de plantar un escenario de graves tensiones político-judiciales, que desvíe la atención de temas críticos de gestión, que comenzarán a aflorar el próximo año.

Otra explicación posible a la guadaña findeañera, podría ser la estrategia de meter en el mismo saco a moros y cristianos, para terminar de instalar el desconcierto acerca de quiénes son merecedores de tal suerte, y quiénes han sido incluidos de contrabando. Todos juntos y revueltos: Cossios, Del Granados, Rocas, Revillas, Maríncovics, Joaquinos, y los que vengan en la lista, arrinconados indistintamente y defendiéndose al unísono, al margen de las significativas diferencias entre unas acusaciones y otras. Bastará en ese escenario con que a algunos de los acusados se les compruebe graves delitos, para teñir el resto de los procesos con el color de la culpabilidad. En esta juntucha premeditada, también es muy difícil discernir las motivaciones políticas que han originado los procesos de acusación; tomar el control de la gobernación de Tarija o la alcaldía de La Paz, pueden ser razones muy apetitosas si hablamos de recursos, pegas y control político, pero ambos casos podrían obedecer a razones distintas, buscando resultados distintos en el mediano y en el largo plazo.

El calibre y el peso político de los impugnados difieren mucho en relación al riesgo que representan para el gobierno, y aquí podría estar el gran truco de ésta mega operación judicial. En lo personal, creo que, de todos los acusados, el único que puede hacerle frente seriamente al gobierno es Juan del Granado; esa es la única liebre que puede correr contra Evo Morales, y por consiguiente es la única que se debe cazar, a cualquier precio. El resto son probablemente “perdonables”, y no representan, por ahora, amenazas mayores, pero enjuiciar solamente al único peligroso sería impresentable, por lo que conviene más extender la lista si es posible al infinito, para que la inhabilitación del candidato surgido de las entrañas del proceso, pase un poquito más inadvertida.

Todas estas, por supuesto, son especulaciones que se basan en la presunción de un plan preconcebido. Lamentablemente, también existe la posibilidad de que se trate simplemente de acciones provenientes del instinto político más básico y salvaje, como últimamente dudamos de muchas de las cosas con que el gobierno nos sorprende.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Una más de la mafia del fútbol internacional (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/12/10)

El viernes por la noche me encontraba con mi hijo haciendo algo de zapping en busca de algún partidito (de fútbol y no político, debo aclarar). Tuvimos suerte. Pescamos el segundo tiempo de un partido de los seleccionados sub-20 de Bolivia y Argentina, en un pequeño torneo hexagonal que se desarrollaba en la ciudad de Córdova. Pese a la grosera y ordinaria parcialidad del relato de los relatores y comentaristas argentinos, el programa pintaba lindo: buena oportunidad para ver a los mejores changos de nuestro alicaído fútbol, le íbamos empatando al dueño de casa, y además sólo faltaba la última media hora.

Argentina presionaba y los muchachos bolivianos se defendían correctamente; incluso diez minutos antes del final, casi liquidamos el partido con un bombazo que dio en el travesaño. En el último minuto reglamentario, Marco Sandy, el técnico de nuestra sub-20, decide hacer un cambio, y mi hijo me comenta con cierta conmiseración, lo humillante que debe ser para un jugador entrar a la cancha para jugar treinta segundos. Pobrecillo ingenuo: no sabía lo que se venía; yo tampoco, y nadie en su sano juicio hubiera podido prever lo que iba a ocurrir en los siguiente minutos; muchos minutos.

Para hacer corta una historia larguísima que parecía nunca acabar, le diré que el árbitro sencillamente no acabó nunca el partido hasta que Argentina metió un gol; y para que Argentina metiera el gol, el árbitro tuvo que inventar un penal, ¡a los doce minutos de tiempo adicional! Un robo verdaderamente escandaloso. Una situación tan surrealista, que, de la bronca inicial, daban ganas de pasar al ataque de risa.

¿Cómo pudo ocurrir algo semejante en un torneo oficial? Fácil: el árbitro, un corrupto húngaro apellidado Kolos, fue sobornado para torcer el marcador, y responder al mercado de apuestas on-line (días antes ya circulaba el datito en la red, de que venía un torneo en Argentina, con árbitros “fix”). Los apostadores pro, afirman que durante el partido, el comportamiento de los valores de pago de las casas de apuestas fue irracional y altamente sospechoso. ¿De dónde venía el fuerte de las apuestas? Del este europeo y de Asia.

Pero eso no es todo, resulta que la terna de árbitros (que para éste fin llegan de países como Burkina Faso o Sierra Leona), había sido cambiada abruptamente horas antes del partido (lo mismo ocurrió en la final del torneo). Los hechos cantan a viva voz, que no se trata de un caso de corrupción personal, y que en esa mafia intervino gente de la Asociación Argentina de Fútbol, y de la FIFA. La podredumbre es institucional y al parecer generalizada. Según Sandy, en un torneo similar realizado acá, el mismo árbitro intentó robarle un partido a Colombia contra nuestra selección con un penal inexistente, y él tuvo que ordenar a su jugador fallarlo, posición digna y honesta que el viernes ni se les pasó por la cabeza a los argentinos (digo, por simple decoro, ¿no deberían devolver la copa?)

Así se mueven los millones en el mercado legal e ilegal de apuestas, y así funciona la mafia del fútbol asociado a nivel internacional. Y si así son las cochinadas que se cometen en torneos sub-20, usted podrá imaginarse el calibre de las matufias en el nivel de selecciones adultas. Para muestra un botón: ¿se imagina cuanta plata habrá corrido para que le den la sede del mundial 2022 a Qatar, un país sin ningún otro antecedente o mérito que el billete? Ojo, esto no es susceptibilidad mía, las denuncias de corrupción en esa decisión, ya han causado la suspensión de varios miembros del Comité Ejecutivo de la poderosísima y privadísima FIFA.

jueves, 16 de diciembre de 2010

De “Bolitas”, “okupas”, barras bravas y otros bichos (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Páginia Siete-16/12/10)

Las tomas de parques y otras propiedades públicas y privadas en Buenos Aires, en las que participaron inmigrantes bolivianos, no son lo que algunas voces interesadas en Argentina quisieron mostrar. La inducción informativa puesta en marcha luego de los sucesos, daba cuenta de abusos y atropellos cometidos por migrantes extranjeros, haciendo uso de violencia sin límites en el intento de ocupación. La primera impresión generada, habrá podido inclusive regodear a nuestros racistas locales: Bolivia exportando indios salvajes, sembrando conflictos y violencia para apoderarse de las lindas plazas de Buenos Aires.

Para decepción de algunos que quisieran que así de simple fuera la cosa, habrá que señalar que el problema tiene muchas aristas y es mucho más complejo que eso. Para empezar, no se trata ni de un problema nuevo, ni exclusivamente referente a los inmigrantes bolivianos y paraguayos; es un asunto recurrente y de vieja data, que involucra de la misma manera a los argentinos pobres que viven en Buenos Aires (que los hay, y muchos) y a los migrantes (entre los cuales también hay pobres); es también un problema de la ciudad de Buenos Aires, que tiene un déficit crónico de vivienda social, que explota en conflicto de manera casi cíclica.

Pero a los típicos problemas de marginalidad social en las grandes ciudades latinoamericanas, en este caso hay que sumarle componentes políticos, que son el telón de fondo de una convulsión que se llevó varias vidas (no importa si fueron bolivianas o argentinas). Todos los dedos apuntan a Eduardo Duhalde, ex presidente de la república y opositor a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pese a ser parte de las filas del justicialismo (el peronismo puede ser tan endiabladamente entreverado como fue el movimientismo en nuestro país). La misma presidenta ha dicho que el conflicto “no se desmadró, se apadrinó” en directa alusión a Duhalde.

En encargado de echarle gasolina al fuego fue Mauricio Macri, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, también opositor, que le dio la puntillada racista y xenófoba al asunto, vinculándolo directamente a la “inmigración descontrolada”. O Macri metió la pata groseramente con esas declaraciones, cosa que no me creo mucho, o su intención fue la de avivar el incendio hasta que éste se saliera de control. La evidencia de que detrás de todo esto hubo una zancadilla política para desestabilizar al gobierno, está en la comprobada presencia de barras bravas de varios clubes de fútbol en los enfrentamientos. La relación entre las barras bravas y la política en Argentina, es de una estrecha complicidad y viene de hace muchísimo tiempo atrás; estas son una suerte de milicias urbanas a pago de la clase política, para fungir como avanzada y no dejar a títere con cabeza en el camino.

Curiosidades de la vida: Macri fue durante años presidente de Boca, el club estigmatizado a causa de su masiva hinchada de origen boliviano y paraguayo. Así de ambiguo es éste señor, así de ambigua es también la clase media porteña, acostumbrada a basurear a todos los oscuros que llegan a su ciudad, nacionales o extranjeros. En todo caso, parece que hasta aquí llegó el respeto por el duelo de Néstor Kirchner; pese a que el conflicto se resolvió con un convenio y un plan de viviendas, el minuto de silencio terminó, y se reanuda la campaña electoral para las presidenciales del próximo año.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El año del MAS (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-12-12-10)

A la hora de los balances de fin de año, los analistas estamos siempre bajo la presión de ponerle un nombre o etiqueta a la gestión que se va. A estos últimos doce meses, que se inician políticamente con las elecciones generales del 6 de diciembre de 2009, los bautizaré como El año del MAS. Por sobre todas las cosas, éste ha sido el año del aparato político y de la estructura orgánico partidaria del MAS, con todos los vicios y sombras que esto implica. Como cualquier partido grande que se respete, el MAS ha explicitado groseramente su estrategia de poder, y ha comenzado a pisar torpemente todos los espacios del tablero, sin importarle mucho sin están disponibles o no. Entiéndase bien, fue el año del MAS, y no el de las organizaciones sociales, ni el de los idealistas, ni el de los intelectuales que hacen parte de la periferia del poder. De ser el movimiento articulador de distintas expresiones, el MAS se ha convertido en una estructura política ni más ni menos tradicional que otros grandes partidos en la historia de este país.

Después de los cuatro años de guerra de la primera gestión, en la que se aniquiló a la oposición, éste debió haber sido probablemente el primer año de gestión, pues las aguas ya estaban como para navegar con cierta tranquilidad; lejos de aquello, fue un año de brutal consolidación de la hegemonía política. El discurso guerrero que fue absolutamente funcional a la coyuntura, se agota porque las circunstancias hacen que la realidad ya no pase exclusivamente por el debate ideológico, sino por la necesidad de bajar la idea de estado planteada, y como correlato de ello, por la acción en la gestión y en la obtención de resultados concretos. Bajar la construcción teórica a la realidad en otras palabras.

Los resultados de las elecciones generales del 2009, le dieron el boleto (o más bien el cheque en blanco) para que el gobierno arremeta con todo el poder acumulado, en la instauración de su visión de país y del nuevo estado. El empoderamiento se expresó claramente en el aparato político, en detrimento de organizaciones sociales que han contribuido al proceso, y será éste el encargado de encarar la conformación de ese país, todavía en borrador. Para decirlo de manera simple, el movimiento es cada vez menos movimiento, y el partido es cada vez más partido, allende las discusiones teóricas acerca de la naturaleza del MAS.

Encima del partido, se ha afianzado la figura intocable del presidente, que sigue estando más allá del bien y del mal, y que no ha resentido el desgaste en la opinión pública que puede tener su equipo de gobierno. El rey sigue gozando de excelente salud, mientras que la corte se ha relajado en sus conductas, y ha comenzado a mostrar la hilacha propia de las mieles del poder. Las aparentes falencias en la gestión, todavía no terminan de desportillar al régimen, a causa de un desempeño positivo de la economía que hace que las cosas fluyan, más allá de la performance del gobierno.

La máquina del poder, se ha comido a las visones más radicales y más etéreas del proceso, y de alguna manera está generando un tamiz dentro del propio movimiento donde solamente sobreviven los más fuertes y los que tienen verdadera vocación de poder. Sin embargo, todavía es pronto para decir quiénes son los ganadores de la disputa interna, que sigue siendo una suerte de misterio para la mayoría de los bolivianos.

No debe confundirse este panorama con un estancamiento o un retroceso; el cambio sigue en proceso, y se expresa en una profunda reconfiguración del poder en lo simbólico, en lo político, en lo social y en lo cultural. Seguramente el momento del cambio ya no es tan emocionante, ni tan romántico en términos ideológicos por decirlo de alguna manera, pero sin lugar a dudas sigue siendo un cambio de dimensiones y alcances muy importantes. El año del MAS a marcado una suerte de transición hacia una dirección de poder que obliga a regiones, a actores políticos y a todos los factores de poder, a un reacomodo en función de la potencia de las fuerzas dominantes.

También ha sido el propio MAS el que ha generado los embriones de su propia resistencia, por un lado a partir del rompimiento con el Movimiento sin Miedo, que se presenta como una alternativa con reales posibilidades de disputarle la hegemonía en el mediano plazo, y por otro con la suma de disidencias internas, que todavía no han cuajado en una respuesta organizada y siguen siendo voces dispersas.

El año que se va nos ha mostrado la cara menos amable del poder; el encanto revolucionario se diluye, inevitablemente, en la administración férrea de los frutos del proceso, y en la intención natural de reproducir el poder hasta los límites de lo posible. La marca del MAS en ésta etapa del proceso, es la característica de éste año y será, para bien o para mal, un rasgo determinante en lo que queda de la gestión. Así son generalmente las cosas cuando se trata de poder.

jueves, 9 de diciembre de 2010

La educación como imperativo nacional (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-09-12-10)

¿No es verdad que los columnistas y analistas tendemos a fin de año a relajarnos un poco, a bajar la guardia, a ser más benevolentes, y mirar las cosas con menos dosis de veneno y más carga emotiva y buena fe? Pues la verdad es lo que sigue, no es una columna con mucho de ese espíritu navideño. Todo lo contrario. Me invade, como pocas veces me ocurre con tanta intensidad, una sensación de desazón y desasosiego profunda, que me ha calado hasta los huesos, por no decir el alma misma. Desde mi perspectiva como comunicador y hombre interesado e involucrado en la política, me ha asaltado la idea de que todos estamos arando en el desierto, y de que los inmensos esfuerzos que hemos hecho los bolivianos los últimos treinta años, están cayendo en saco roto; que estamos arando en el desierto, sin posibilidad alguna de ver los frutos de una esforzada y sacrificada siembra colectiva.

Me ha tocado este último mes, trabajar en contacto con jóvenes pre universitarios de colegios públicos y privados. Y lo que debería haber sido una experiencia refrescante desde cualquier punto de vista, resultó siendo una revelación de rasgos generacionales que, francamente me ha perturbado. Digo mejor, más que una revelación, fue una suerte de confirmación de ciertas características alarmantes, que me han preocupado y ocupado en muchas de mis columnas.

No es sorpresa ni ofensa para nadie decir, con todas sus letras, que los bachilleres bolivianos terminan el ciclo escolar con un nivel académico muy bajo, por decir lo menos. Esto no se aplica exclusivamente a los bachilleres de colegios fiscales; si bien la educación privada goza de mejor salud, la mediocridad de públicos y privados está muy por encima de lo admisible.

La poca capacidad de reflexión y de análisis de nuestros jóvenes parece ser el producto de un sistema educativo orientado a la memorización mecánica de toneladas de información inconexa y sin sentido. Mi experiencia reciente fue con changos urbanos de la sede de gobierno, y no tengo ninguna razón para pensar que los chicos de provincias o zonas rurales sean mejores; me imagino, más bien, que las falencias se deben acentuar a un grado que me cuesta imaginar.

Al margen del bajo nivel de formación, los rasgos hallados tampoco son muy alentadores. Estamos frente a una generación de jóvenes tremendamente timorata y conservadora, anclada en lugares comunes y clichés propios de una telenovela. Nada tienen del espíritu retador, contestatario y rebelde que ha caracterizado a camadas anteriores, a los que les tocó vivir tiempos retadores y prolíficos.

La suma de una educación escolar deficiente, de una atmósfera social (reproducida globalmente ad infinitum) que desprecia explícitamente el conocimiento y la cultura, y los déficits en la inculcación de valores en el seno de los hogares, es una verdadera bomba atómica. Vaya paradoja, la generación tecnológica con acceso ilimitado y prácticamente gratuito al conocimiento a través del internet, resulta desinteresada y desapasionada de todo lo que no tenga que ver con el espectáculo la farándula y el deporte.

Frente a tanto suceso político de envergadura, parecería que hemos olvidado que no hay futuro posible si no encaramos nuevamente una reforma estructural de nuestro sistema educativo, que debe comenzar con un pacto social acerca de la necesidad de declarar a la educación como un imperativo nacional prioritario.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Esto va a ser muy divertido (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-02/12/10)

Anteayer, un diario paceño destacaba en su portada, un titular referido a la publicación de cables diplomáticos de Estados Unidos, que decía: “Escándalo por espionaje: Argentina ayudó a EE.UU. en Bolivia”. El encabezado de primera plana, sugería claramente la revelación de una conspiración secreta de los Estados Unidos contra Bolivia, con la complicidad del gobierno argentino. Mirando ya el desarrollo de la noticia en las páginas interiores, y la cobertura de otros periódicos acerca de la misma noticia, se puede ver que en realidad se trató de una gestión diplomática (me imagino que muy común en el ámbito internacional) emprendida por el gobierno norteamericano para intentar normalizar sus relaciones con Bolivia, acudiendo a los buenos auspicios de la presidenta Cristina Fernández, por su afinidad política y su amistad con el presidente Evo Morales; una operación medio ingenua tal vez, pero nada parecido a una conspiración, a una operación de espionaje, o a un escándalo.

En el transcurso de ese cometido, la presidenta argentina le dijo al embajador americano en Buenos Aires, que Evo no es una persona fácil, y que si querían suavizar su relación con Bolivia, todos tendrían que tener paciencia. Los medios también le dieron tono de escándalo a algo que hasta el último de los bolivianos, y probablemente la mitad del planeta sabemos de memoria: que nuestro presidente es un hombre difícil. ¡Vaya primicia!

La primera bala de Wikileaks con el nombre de Bolivia, resultó entonces ser de fogueo, y representa muy bien el riesgo de precipitarse desesperadamente sobre información parcial. Digo información parcial, porque de los 251.287 cables que se publicarán en el portal de Wikileaks, hasta el momento sólo se han publicado 281. Como ocurre con toda la información en el Internet, seguramente el noventa y nueve por ciento del cuarto de millón de cables, no dirán nada del otro mundo, lo que no quiere decir que el restante uno por ciento pueda ser una bomba atómica. Además, Wikileaks ha anunciado que no publicará todo el material ahora mismo, y que ha vendido un paquete de información a cinco grandes periódicos; esto seguramente le garantiza a la organización la difusión global y la administración del “goteo” periodístico durante largo tiempo, además, claro está, de cinco cheques gruesos. Por el momento, estamos entonces a merced del filtro de estos cinco periódicos, a los que se les ha vendido la carne, mientras en el portal se publica el hueso y la grasa.

De todos modos, la bochornosa filtración promete muchas vergüenzas públicas para el gobierno gringo y una sarta de bofetadas para toda esa gente que todavía intenta hacernos creer que el mundo está dividido entre nosotros, los salvajes, y ellos, los civilizados, llamados a ser los jueces y comisarios del mundo, en aras de la democracia, la libertad y los derechos humanos. La desclasificación forzada del correo interno de la cancillería americana, mostrará al desnudo que esos valores y principios no significan nada, que detrás de ellos solamente hay intereses, que para protegerlos se hacen las cochinadas que sean necesarias, y que en ese fango, la supremacía ética del imperio es un insulto a la inteligencia. ¿Le parece que lo de “imperio” es una retórica anacrónica?, pues le propongo leer el contenido y el tonito de la “correspondencia” para constatar (a pesar de su decadencia) la actitud y la práctica imperial del estado gringo.

Lo que está fuera de toda duda, es que esto va a ser muy divertido.

domingo, 28 de noviembre de 2010

La voz de los factores de poder (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-28/11/10)

La coyuntura política ha estado marcada estos días por la deliberación pública de dos instituciones de marcada importancia en el acontecer nacional. Las Fuerzas Armadas y la Iglesia católica, cada una por su lado, se han expresado en voz alta, generando ecos y reacciones de diversa índole.

Históricamente, ambas instituciones han sido no solamente factores, si no actores de poder político de primera línea. Durante siglos el Papado tuvo una gravitación protagónica en Europa, ejerciendo poder político plenamente, inclusive a través de sus propios ejércitos. En tiempos más recientes, el Papa Juan Pablo II, solamente por citar un ejemplo, tuvo una participación, para muchos decisiva, en el derrumbe del bloque soviético, y por consiguiente en el cambio de los ejes geopolíticos mundiales. La actuación política directa de las Fuerzas Armadas en todo el mundo y en todas las épocas está, por supuesto, fuera de toda duda, y puede ser documentada ampliamente.

Resulta entonces, a la luz de la evidencias, un poco ocioso enfrascarse en la discusión acerca de la legalidad, la pertinencia o la conveniencia de que los curas y los militares opinen públicamente acerca de temas políticos. Al margen de haber sido actores de poder, siguen siendo importantes factores de poder político, y en esa medida es absolutamente normal que adopten posiciones concretas, ante el proceso político que estamos viviendo, y ante cualquier tema de coyuntura. No debería preocuparnos tanto el hecho de que hablen, a pesar de que en el caso de los militares existen prohibiciones constitucionales y estatutarias, y en el caso de los prelados su labor (independientemente de los reiterativos pedidos del gobierno para que se ocupen sólo de rezar) ha estado siempre más allá de la asistencia espiritual.

En vez de lanzar el grito al cielo y rasgarse las vestiduras por el hecho de que los militares se declaren antiimperialistas, socialistas y comunitarios, y por que los obispos le lancen críticas al gobierno sobre la libertad de expresión, el estado de derecho y el impacto del narcotráfico en la sociedad, creo que es mejor detenerse a mirar desde que escenarios y circunstancias se están expresando. Más allá de la formas y de su “derecho”, potestad o autoridad moral para deliberar, queda claro que ambas instituciones siguen y seguirán asumiendo posiciones políticas, claro, desde realidades y situaciones totalmente distintas.

En el caso de los religiosos, se percibe cierta dificultad del clero para encontrar su nuevo lugar y rol en un estado de cosas que, por lo menos en lo que concierne a ellos, ha cambiado sustantivamente. La nueva Constitución Política del Estado establece que somos una nación laica, y eso implica la suspensión de una serie de privilegios para la iglesia católica. Por otro lado, es evidente también que la iglesia atraviesa un delicadísimo momento a nivel internacional, que ha debilitado sus principales atributos, y que se presenta como una verdadera crisis.

Pese a ello, el duro enfrentamiento del gobierno con las sotanas es a veces difícil de comprender. Si bien la iglesia tuvo un rol reaccionario durante la Revolución del 52, en las últimas décadas se debe reconocer que su papel fue más bien progresista, a diferencia de lo demostrado en Chile y Argentina, en donde se identificaron estrechamente con los sectores más conservadores y apoyaron abiertamente a las dictaduras. La iglesia, hay que decirlo, contribuyó tanto a la recuperación de la democracia como al actual proceso constituyente, y probablemente no amerita estar señalada políticamente en la extrema derecha. Podría ser quizás la postura personal del Cardenal Terrazas (en sus polémicas y censurables apuestas por los estatutos autonómicos o por la inocencia de los hacendados esclavistas, por ejemplo) la que ha contribuido a desgastar una relación ya de por sí difícil en tiempos de cambio.

Sirve mucho en este contexto, el análisis de Gabriel Chávez en este mismo medio, que expresa su preocupación por el fin de la iglesia como árbitro de cuestiones políticas. Me permito agregar simplemente que la razón por la que la iglesia, derechos humanos y el defensor del pueblo fungieran de árbitro en tantas situaciones límite, fue porque toda la institucionalidad del viejo régimen se caía a pedazos, y había perdido toda representatividad y legitimidad. No quiere decir esto, sin embargo, que en la nueva estatalidad en construcción y en conflicto todavía, no se vaya a requerir nuevamente en el futuro del arbitrio de la iglesia en momentos de quiebre.

El reciente pronunciamiento del Alto Mando de las Fuerzas Armadas responde a circunstancias distintas; pese a que una legión de columnistas y analistas coincidieron la semana pasada en señalar el carácter prebendal de la institución, y su tendencia a guardar lealtades resultantes de incentivos presupuestales, bonos y “asistencias técnicas”, no se puede dejar de mencionar que parte de la solidez del actual régimen, se debe al apoyo comprometido e irrestricto de los uniformados en todas sus ramas.

Más allá del “buen trato” económico dispensado por el gobierno, y de un hábil manejo de ascensos, se puede pensar en varias razones que explican la afinidad mutua. La institución armada, una de las pocas sobrevivientes en el proceso de rediseño estatal, fue siempre portadora de valores fuertemente ligados al nacionalismo y, por qué no ponerlo así también, al patrioterismo. Sería razonable imaginar entonces que se encuentren más cómodos con las inclinaciones políticas del gobierno, que de paso los ha eximido del servilismo y la alienación con el estado norteamericano.

En suma, pretender que por que teóricamente estén limitados a cierta circunscripción de acción, estos factores de poder no seguirán asumiendo posiciones, es una muestra de ignorancia de la realidad.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Alienaciones y enajenaciones electrónicas (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-25/11/10)

En esta vorágine de tecnologías en permanente y casi desquiciada renovación, ¿somos todavía capaces de distinguir entre la virtualidad y la realidad? Se estará usted preguntando ahora mismo si el que ha perdido la noción de la realidad soy yo, por estar haciendo tal pregunta, y además, dudando de la respuesta. Créame, tengo razones para sospechar de un futuro mediato en el que, hacer la diferencia entre lo virtual y lo real no será tan evidente para muchos, con todas las deformaciones y enajenaciones que esto implica.

No estoy hablando de dispositivos futuristas de ciencia ficción, de esos que nos enchufarán en la cabeza para inducirnos a recrear realidades alternas en nuestras mentes; no señor, me refiero más bien a artefactos que ya han penetrado nuestras vidas y nuestros trabajos desde hace mucho tiempo, y que, poco a poco y de manera silenciosa, nos están devorando. La computadora, el teléfono celular, la televisión por cable, y el internet ya son para nosotros cosa de todos los días (nosotros somos, para que quede claro, los privilegiados urbanos de ingresos altos); tan habituados estamos a todos estos aparatos, que ya ni siquiera reparamos mucho en el poder de sus nuevas versiones, y sobre todo, en su impacto en nuestra cotidianidad.

Su telefonito móvil probablemente se ha convertido, así como quien no quiere la cosa, en un Blackberry que , a su vez, lo ha convertido a usted en un esclavo, conectado y en la obligación de estar disponible para su jefe dieciocho horas al día, los siete días a la semana. Si usted antes se hallaba sentado frente a las pantallas diez horas al día, pues ahora puede ser que sean doce, pues aparte de trabajar y “entretenerse” con la computadora, ahora hace “vida social” a través del Facebook o del Twitter. Si usted pensaba que sus hijos pasaban mucho tiempo entre el internet, el Wii y la tevé por cable, pues ahora con la velocidad y la versatilidad disponibles, vaya usted a saber qué es lo que están haciendo (además de confirmar la paradoja de la creciente ignorancia frente, a la sobre oferta de información y la disponibilidad inmediata y gratuita de todo lo que pudieran querer).

Pero lo impresionante de todo esto, es el creciente grado de deformación de la realidad que puede estar causando. Hace un par de meses, llevé a mi hijo de siete años al bowling (al de verdad, no al del Wii, en el que me sacude hasta con la izquierda); el nivel de frustración que sufrió al experimentar que la cosa no era como en la tele, me obligó a tener que recordarle que estábamos jugando en la realidad, y que eso era completamente distinto al Wii. Alarmante.

Igual de alarmante podrían ser nuestras proyecciones en los perfiles que creamos en el Facebook, facetas parciales de nuestra personalidad real, intentos desesperados de existir a través de un alter ego. Hacemos allí vida social, unos jugándose públicamente en el muro, otros ejerciendo una suerte de voyerismo, desde la tribuna que les permite mirar la vida de los demás, sin exponerse. Allí podemos pretender que somos “amigos” o conocidos del presidente Mesa o que nos codeamos con las Magníficas, o que las doscientas felicitaciones en el día de nuestro cumpleaños (¿cuánta gente nos llamaba antes del Facebook?), o los mil quinientos amigos registrados, quieren decir algo (¿un termómetro de nuestra popularidad o de nuestro grado de integración?).

La realidad parece convertirse de a poco en la absurda ruta inversa, para que nuestras vidas se asemejen a nuestras proyecciones y vivencias virtuales: el mundo al revés, al instante.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Antiimperialistas por fin (Columna Bajo la Sombra del Olivo-18/11/10)

Debe ser una cuestión de edad, y no creo que mi caso sea una excepción. Más bien creo que, en general, cuando los de mi generación escuchamos cualquier cosa en relación a las Fuerzas Armadas, nos ponemos incómodos y nerviosos. Eso es normal, y no implica ningún tipo de animadversión personal en contra del ejército; como digo es una cuestión generacional, que trasciende lo político y lo personal. Pese a que han transcurrido prácticamente treinta años en los que las Fuerzas Armadas han acompañado la construcción de las democracias bolivianas, a mí todavía se me hace difícil desprenderme completamente de su imagen histórica, ligada a las dictaduras y a la contrarrevolución.

Pese a mis traumas de juventud, he decido escribir sobre los milicos (así les llamábamos, provocativamente) porque el domingo pasado, el alto mando militar se declaró antiimperialista, socialista y comunitario. La declaración fue fuerte y da para un debate interesante que comienza ya a darse en los espacios de opinión de los periódicos. Probablemente a la mayoría les haya impactado principalmente lo de socialistas y comunitarios, pero yo quisiera detenerme en lo de antiimperialistas, pues, desde una perspectiva histórica contemporánea, esta posición no puede dejar de llamarnos la atención.

El último ciclo de dictaduras y gobiernos militares se inicia con Barrientos, que, desde las propias filas del movimientismo, derroca al partido que trece años antes había vencido al ejército en la Revolución de abril. Pero en rigor de verdad, no fue aquel general, ni las Fuerzas Armadas las que marcaron el fin del régimen revolucionario. La suerte del MNR estaba ya echada a partir del asesinato de Kennedy y del cambio de escenario político en Washington. Barrientos era la ficha de la embajada americana en el momento en que los americanos decidieron que era hora de poner gobiernos militares en la región, para frenar la amenaza comunista. Eran tiempos de guerra fría, los gringos no estaban dispuestos a ceder su patio trasero y necesitaban entonces de gobiernos dispuestos a realizar la dura tarea de matar comunistas. Ocurrió esto en Bolivia y en casi toda la región.

Cuando la guerra fría decaía en intensidad, el Departamento de Estado dio luz verde a las corrientes democráticas, y a partir de allí, nuestras Fuerzas Armadas resignaron y compensaron su participación en política, recibiendo importantes apoyos presupuestarios del estado boliviano, y una sugerente colaboración logística de la embajada americana, que en la práctica se tradujo en una infiltración pura y dura. En todo caso, en uno y otro escenario, las FF.AA. respondían siempre a los designios norteamericanos; el hecho de que hoy ya no dependan de los EE.UU., y además se declaren antiimperialistas, es algo nuevo e interesante. Habrá que ver si ahora no responden a otra embajada o a otros intereses externos, pero sí queda claro que no obedecen ya al imperio.

De una u otra manera, los militares nunca han dejado de ser un factor de poder, que hoy se encuentra alineado casi naturalmente con el masismo, con el que probablemente comparte una visión nacionalista, valor muy arraigado en la institución. Ese alineamiento se expresó de manera fehaciente en la intentona golpista del 2008, en la que la firme posición de las FF.AA., fueron determinantes. “Los fierros”, a no dudarlo, fueron, son y serán decisivos en la disputa por el poder.

domingo, 14 de noviembre de 2010

El informe del PNUD, primera impresión (Suplemento Ideas-Página Siete-14/11/10)

Los estudios del PNUD Bolivia siempre han dado mucho de qué hablar, y en especial sus Informes Nacionales de Desarrollo Humano. Claro, se trata de trabajos grandes que abordan temas medulares de nuestra complejísima realidad, que no pueden (ni deben) estar exentos de una visión ideológica y de un enfoque político. En realidad, eso es lo que convierte a un estudio en un punto de referencia interesante para el debate y para su eventual y posterior instrumentalización. Siempre he sido muy escéptico en relación a los trabajos teóricamente asépticos que pretenden, desde la frialdad de la información desnuda y los datos “objetivos”, proyectar una neutralidad, indeseable además de imposible. A esos trabajos hay que tenerles cuidado, pues suelen tener sesgos políticos ocultos y engañosos.

El último informe presentado en sociedad el martes, y que lleva el ya sugerente título de “Los cambios detrás del cambio – Desigualdades y movilidad social en Bolivia”, tiene, a primera vista, su primera virtud en partir de la premisa de que no es posible entender las desigualdades que nos afectan hoy, sin comprender las desigualdades históricas, y sin considerar el proceso de transformaciones que se han traducido en un cambio de la estructura social. Esto, que puede sonar tan obvio, no lo es tanto, e implica desde el vamos cierto tipo de lectura, diferente a la de quienes intentan explicar el país desde la pequeña coyuntura, o desde moldes preestablecidos o libretos ajenos a nuestra realidad.

Confieso que me sorprendió gratamente encontrar que el ambicioso documento es un serio estudio de la estructura social boliviana, y tal como señaló el vicepresidente en su comentario durante la presentación (luego de haber tenido la hidalguía de decir que no había leído más que algunas partes del informe), se trata ni más ni menos que de un estudio sobre las clases sociales. Así es, y aunque la nomenclatura marxista incomode a muchos y suene a impertinencia en estas épocas, retratar, sustentar y explicar a profundidad la nueva configuración de clases sociales (aunque no se las llame así), era una tarea pendiente que será de gran aporte a la discusión política.

Otra de las premisas del informe es que “la sociedad boliviana no está inmóvil”, y que estamos en un cambio en construcción que desde hace tres décadas ha cambiado nuestro perfil demográfico, político, social y cultural, con resultados y frutos positivos que se comienzan a sentir en el acceso a la educación, la salud, y en la participación de actores excluidos históricamente. Se reconoce también, de partida, que estamos atravesando por una gran coyuntura y que a esto se suma un marcado optimismo de la ciudadanía, que piensa que se está gobernando para ellos, con mejor justicia social y con mejor perspectiva de futuro.

Hay razones para el optimismo en la sustantiva mejora de algunos indicadores del Índice de Desarrollo Humano y en el magnífico espacio de oportunidades que tenemos para dar un salto en la resolución de las desigualdades históricas, si afrontamos correctamente la reconstrucción del estado y el andamiaje normativo; pero también se señalan graves amenazas en la sostenibilidad financiera de los bonos, en la falta de voluntad política para definir una prioridad presupuestaria para educación y salud que les de una condición de “interés superior de la sociedad”, y en la capacidad del gobierno para desarrollar políticas públicas multisectoriales que apuntalen e impulsen todo lo avanzado.

Sobre dos puntos de partida que se señalan como “el agotamiento de los factores estructurales que dinamizaron el cambio social” y “la creciente igualdad político-legal y a la persistente desigualdad económico-social”, el informe articula estudios que van revelando hallazgos relacionados a las migraciones internas y a la recomposición territorial de las identidades étnicas, a las oportunidades y la movilidad educativa entre jóvenes, a la influencia de la condición étnica y de género en la persistencia de las desigualdades, al ensanchamiento de las clases medias, a las nuevas desigualdades materiales (informalidad, calificación y remesas), y a los estilos de vida que transforman identidades (desigualdades simbólicas).

Los ángulos de abordaje y la base conceptual me parecen sumamente atractivos, y, por lo leído hasta ahora, los hallazgos prometen. La verdad es que el texto me ha emocionado desde el principio, porque he encontrado ejes de razonamiento y temas que me han obsesionado en mis columnas y artículos de los últimos meses, y nada puede ser más gratificante que ver esas ideas desarrolladas y ensambladas en un trabajo de esa envergadura. Soy entonces en mi lectura, un parcial.

Y así hará todo el mundo. El gobierno intentará hacer uso propagandístico de algunas de sus conclusiones, presentándolas como un aval y un espaldarazo a su gestión, y atribuyéndose a sí mismo los logros obtenidos por la ciudadanía en treinta años de construcción y ampliación democrática y económica, al margen e incluso pese, al estado y al gobierno. Los otros, intentarán deslegitimar el informe diciendo que los conductores del proyecto responden al gobierno y que la oficina de las Naciones Unidas ha sido infiltrada, y se ha convertido en un comando masista (¿a qué le recuerda esto?). Otros le buscarán los tres pies al gato denunciando que hubo presiones para no incluir en el informe temas como el narcotráfico, las inversiones y la inseguridad ciudadana.

En todo caso, pese a nuestras pasiones e inclinaciones, el informe es un excepcional punto de encuentro para retomar el análisis de nuestro pasado, presente y futuro, al margen de las miserias políticas del día a día. Yo, que tengo un poquito más de tiempo que el vicepresidente, estoy enganchado en su lectura.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Novedades en el vecindario (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-11/11/10)

Hay novedades en el vecindario. Argentina y Brasil acaban de rugir, y eso, de cualquier manera, tiene que interesarnos. Digo rugir porque, aunque no nos demos mucha cuenta, vivimos al lado de dos leones de cierta envergadura. Y digo también sin darnos mucha cuenta porque, curiosamente, somos vecinos de una potencia mundial y no nos damos mucha cuenta de aquello. Aparte de venderles parte de nuestro gas y de exasperarlos ocasionalmente con alguna victoria futbolística en el Hernando Siles, nuestras relaciones con el Brasil son muy discretas. Discretas en el mejor sentido del término, en el entendido de que a veces puede ser muy complicado para un país chiquito compartir fronteras con un monstruo. Con Argentina probablemente nos une algo más de historia común, y la gran cantidad de migrantes bolivianos.

El rugido argentino fue más un grito de dolor, producido por la muerte de Kirchner. Sólo algunos medios, ciertos poderosos empresarios y otros políticos de oposición, se alegraron, con estúpida ingenuidad, seguros de que la muerte del ex presidente les favorece. El resto, la gran mayoría del pueblo argentino, que poco tiene que ver con los porteños que cruzamos en las elegantes calles de Buenos Aires, lo lloraron como si hubieran perdido a un padre. Se les fue el político más importante del país, o más bien los dejó, en todo su estilo, ignorando las prescripciones médicas que le indicaban una vida de reposo, dando batalla todos los días, haciendo lo que debía hacer, en su ley.

Llama la atención en un país que hace pocos años se caía a pedazos, ver aquellas inmensas multitudes con la dignidad reparada, la frente altiva, la conciencia clara y el puño en alto, rindiendo homenaje a su líder y prometiendo lealtad absoluta a su presidenta. Ese país, quebrado y envenenado por el saqueo neoliberal, nos mostró un rostro juvenil remozado, reproducido en millones de jóvenes reconquistados por la política. Así es el peronismo, una especie de religión, capaz de reinventarse una y mil veces en expresiones incomprensiblemente diversas, pero siempre poderosísimas.

Esa partida triunfal, ese final de ópera, luego de haber presidido un gobierno que le dio la vuelta a su país, de haberse proyectado internacionalmente como secretario de Unasur, y en vísperas de ser reelegido, le ha ganado un lugar al lado de Perón y Evita, en lo que será en adelante la santísima trinidad de la política argentina. Así son los argentinos en la construcción de sus referentes, completamente místicos.

De Dilma Rousseff, sabemos menos, pese a su dilatada trayectoria política (pero ya lo decíamos, de Brasil siempre sabemos poco). La información que circula sugiere que es una hechura política de Lula para garantizar la consolidación de su legado. De ser así, habrá que decir que generalmente los delfines tienden a tratar de diferenciarse de sus mentores, con estilos, iniciativas y agendas propias y particulares, para no ser fagocitados por su sombra. En todo caso, Rousseff recibe un país que surfea en la cresta de la ola y que apunta con renovada energía a ser “o mais grande du mundo”. No le va a ser fácil despegarse de la figura de Lula, que desde una izquierda moderada pero izquierda al final, puso al Brasil en la primera línea de la política y la economía mundial. Con esos antecedentes, Unasur o la OEA parecen quedarle chicos al ex presidente, que a partir de ahora será una figura mundial, es decir una especie de Bill Clinton made in south america. Ojalá la presidenta Rousseff mantenga esa posición inteligente hacia Bolivia, que sostiene que al Brasil no le conviene tener un vecino pobre.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Elecciones al american way (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-04/11/10)

Anteayer, los norteamericanos le dieron al mundo una nueva lección de democracia: no se les ocurra hacer o participar en política sin antes haber amasado una inmensa fortuna, ya no de seis, si no de nueve ceros, por lo menos. Ante el pasmo de comentaristas y analistas de países del primer mundo, en los que se gasta mucha plata en elecciones pero nunca a ese grado, las redes americanas estimaron que en las elecciones de mitad de régimen, en las que se elige parcialmente a senadores, representantes (diputados), y gobernadores, se gastó una cifra que anda entre por los cuatro mil millones de dólares. Si, leyó usted bien, y si o me equivoco en la cantidad de ceros, sería algo así: $US 4.000.000.000.

¿Cuánta plata circulará en la tómbola del 2012, en la que se elige también al presidente? Difícil saberlo, pero a la luz de las tendencias, la obscena cifra podría incrementarse en un cincuenta por ciento. ¡Viva el libre mercado!, gritan sobre todo los republicanos, que son los que más han gastado, aprovechando las leyes que les permiten recaudar y gastar sin límite alguno y además, de manera anónima, lo que ha convertido a la política gringa en un ruedo bursátil en el que las apuestas de los grandes conglomerados financieros llevan las de ganar. Pero si no sabe muy bien de dónde y de quién es la plata que se gasta, lo que se sí se sabe es cómo; cerca de un tercio de esa astronómica inversión se la ha utilizado en campañas negativas en las que los contrincantes se han proferido todas las clases de insultos y agresiones posibles. Usted, elector boliviano tan reacio e hipersensible a la “guerra sucia” electoral, tendría solamente que entrar al internet para verificar que al lado de tal espectáculo, los spots de Sánchez de Lozada contra Manfred el 2002, parecen una sacadita de lengua en un jardín de infantes. Pero que importa, ¡si al final de cuentas funcionan!

¿Y qué es lo que se puede hacer con tanta plata? Por lo pronto, arrebatarle la cámara de diputados a Obama (no pudieron hacer lo mismo con el senado), complicarle la agenda política y convencer a los votantes de que el presidente es el causante de la crisis y el desempleo, y que, por consiguiente, debe ser castigado. Al parecer ni siquiera la CNN pudo convencerlos de que la crisis era un bachecito pasajero ya superado, y que todo andaba sobre ruedas “On the way to recovery”, como subtitularon todas las noticias durante más de un año. La crisis había estado nomás ahí todavía.

También se puede apuntalar un curioso populismo a la inversa representado por el Tea Party, una expresión ultra derechista dentro del partido republicano que, entre otras excentricidades propias de la política gringa, defiende furiosamente posturas nacionalistas, la rebaja de los impuestos, la desaparición de cualquier intervención estatal y la libertad absoluta de los individuos, es decir la recuperación del orgullo ultra conservador. Lindo el discurso de los neo fascistas americanos, pero no resisto la tentación de preguntarles dónde estarían ahorita si es que el estado no intervenía en el salvataje de la banca; probablemente haciendo una cola de diez cuadras para comprar un kilo de pan. Por último la elección también nos muestra que el verdadero poder en los Estados Unidos no se encuentra en el gobierno ni en la presidencia, y que las tremendas expectativas que despertó Obama no pasan ni por sus ganas ni por sus reales posibilidades.

domingo, 31 de octubre de 2010

Liberales de pacotilla (Suplemento Ideas-Página Siete-31/10/10)

Pese a las aburridas miserias de la política cotidiana y a su reflejo amplificado y además deformado por un sistema de medios mediocre también, estamos viviendo en éste país una época riquísima, apasionante y repleta de desafíos y de perspectivas futuras. En realidad esta no es ninguna novedad para Bolivia; hemos sido casi siempre un país súper desarrollado políticamente, y muchas veces, las cosas acá han ocurrido antes que en el resto de la región, de maneras fantásticamente distintas, y además en expresiones democráticas novedosas, vitales, y asombrosamente pacíficas.

El correlato de esa madurez política fue siempre extraño y desconcertante: un subdesarrollo económico expresado dramáticamente en la extrema pobreza de las grandes mayorías indígenas, campesinas y mestizas. Curiosamente, los bolivianos siempre hemos encontrado los destinos y los caminos correctos en nuestra compleja historia, pese a nuestras elites y pese a sus expresiones políticas. Hoy, una vez más nos estamos demostrando a nosotros mismos que somos absolutamente capaces de forjar nuestros propios destinos, así como somos, múltiples, diversos, plurales. La diferencia esta vez es que junto al proceso de desarrollo político, estamos experimentando también una explosión económica sin precedentes.

Esta vez, finalmente, la gesta política tiene un correlato de bonanza y prosperidad que no beneficia solamente a las elites, si no que ha alcanzado a enormes porciones de la sociedad que nunca habían participado de la fiesta. Nuestra economía ha dado un par de pasos gigantes en los últimos años, y para cerciorarse de eso no hay que ser un experto; la plata se siente en la calle, y allí adonde uno vaya se advierte que la cosa fluye con un dinamismo que jamás habíamos visto. Acá es cuando salen al ataque los economistas miopes y la tropa de malintencionados o ignorantes de la realidad de su país, a decir que esto se debe exclusivamente al narcotráfico o a la buena fortuna de los precios de las materias primas en el mercado internacional, o a los bonos que reparte el gobierno.

Por supuesto que estos factores contribuyen positivamente a la buena salud de la economía, pero creo que no son los únicos y no son suficientes para explicar la dimensión y el alcance de lo que está ocurriendo. Para empezar nada de esto estaría pasando si es que el gobierno no hubiera tomado la decisión de mantener las reglas de la macroeconomía con una disciplina que podría causar la envidia de cualquier gobierno neoliberal. Las reglas de juego del capitalismo siguen intactas, con la diferencia de que el proceso político ha traído consigo un recambio de élites que la ha dado un extraordinario vigor a los agentes que han ocupado el lugar de locomotoras de la economía. El capitalismo, lejos de ser afectado, ha sido remozado con actores que asumieron sus retos con gran eficiencia, que demostraron ser realmente campeones sin necesidad de ostentar nada, y que hoy además se sienten reflejados y representados en el poder.

Pero eso no es todo; junto al reemplazo de las decadentes élites económicas, atrofiadas por el prebendalismo estatal y limitadas por su espíritu señorial, el cambio político devino también en un gran ensanchamiento de las clases medias y en la entusiasta incorporación al mercado de amplios sectores, tradicionalmente marginados.

Podemos coincidir en que todo esto no fue invento ni creación exclusiva del actual gobierno y que más bien parece que estamos cosechando los frutos de todos los esfuerzos conjuntos desde la recuperación de la democracia en lo político, la sacrificada conservación de la estabilidad económica y los diversos esfuerzos por perfeccionar los mecanismos de participación e inclusión social. Treinta años de esfuerzos supremos (pese a las dirigencias de antes y de ahora) se traducen en un país distinto, lleno de oportunidades. Pero tampoco podemos ignorar que esto no hubiera sido posible sin el cambio fundamental que ha significado el ascenso (sin movilidad social no hay capitalismo posible), el empoderamiento y la auto dignificación de los indios y los cholos (es decir de las mayorías).

Esa enorme fuerza económica, muy precavida y hasta medio clandestina, aprendió rápidamente que en el capitalismo uno vale lo que tiene, y entonces se soltó y mostró su esplendor sin complejo alguno, jugando ahora de igual a igual con los hasta hace poco dueños de la pelota. Esto es lo que le ha dado el tamaño y la calidad que requería nuestro vetusto capitalismo.

Es por eso que me muero de la risa cuando escucho a los dizque liberales lamentarse de lo que está haciendo el gobierno. A ellos les digo desde aquí que deberían erigirle a Don Evo un monumento en cada esquina, pues es gracias a este proceso que el capitalismo se ha impuesto verdaderamente, libre de sus principales amenazas: la exclusión y el racismo (no hay sistema que funcione en esas condiciones). Lo que pasa en realidad es que andan por ahí muchos señoritos con mentalidad gamonal que, para disfrazar sus prejuicios raciales, se hacen pasar por liberales. A ellos no les importa que el capitalismo haya echado raíces firmes y recibido el mejor abono; a ellos les preocupa haber perdido sus privilegios; ellos preferían un país pre capitalista y feudal, en el que obviamente ellos eran los señores, dueños de vidas y haciendas; ellos, lejos de festejar esos nuevos mercados, jóvenes, frescos y viriles que se pasean en los pujantes malls de nuestras ciudades, se crispan y se asquean por el color de su piel; ellos son los racistas que al hablar de política, se hacen pasar por liberales.

jueves, 28 de octubre de 2010

El quienes, el cuándo y el cómo (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-28/10/10)

Imagínese usted que Evo Morales logre recuperar acceso soberano al mar durante su gestión. Bueno, si ya se recuperó del sofocón, tomó un vasito de agua y está dispuesto a seguir con la lectura de ésta columna, puedo compartir con usted mi impresión de que esto es muy poco probable, pero tampoco imposible.

Partamos del hecho prácticamente irrefutable, de que si hay alguien con las condiciones suficientes para realizar una hazaña de esa envergadura, el único sería el presidente Morales. Ningún régimen ni ningún mandatario, ni en Chile ni en Perú, estaría dispuesto a acordar nada con un presidente que no tuviera el grado de legitimidad y apoyo, tanto interno como externo, que tiene el primer mandatario. Si hay algún arreglo exitoso con Chile en el tema marítimo, el único que podrá hacerlo es él, pues no se vislumbra en el futuro mediato a nadie que reúna las complejas características necesarias para resolver un problema tan grande.

En el lado chileno, curiosamente, el gobierno derechoso de Sebastián Piñera es mejor interlocutor que sus predecesores, más amigos y más cercanos a Evo políticamente hablando, pero incapaces de tomar una decisión que afecte la soberanía chilena. Ya lo sé, usted se debe estar preguntando, al igual que yo, cual es la diferencia entre la izquierda y la derecha chilenas. Al parecer algunas diferencias hay, y una de ellas tendría que ver con que la derecha, al contrario de lo que ocurre en otros países, tiene mayores credenciales en el tema del nacionalismo. En un país que no ha podido sanar sus heridas del pasado, solamente los ultra conservadores podrían darse el lujo de intentar arreglar el problema con Bolivia. Hacerlo en serio, digo.

El “quienes”, entonces, estaría en su mejor momento, cosa que no es poca, porque bien puede darse la circunstancia de que el “cuando” y el “cómo” esté en su punto, pero el “quienes” falle en uno de los lados. Lamentablemente los lados son tres, y el lado peruano, pese a las recientes y halagüeñas declaraciones, deja mucho que desear en términos de confianza.

El “cuando” también pinta bien. Este año ha sido para Chile un año súper intenso, parecido a una montaña rusa, y tengo la impresión de que el gobierno de Piñera ha decidido agarrar el impulso y aprovecharlo de todas las maneras posibles; una de ellas podría ser la que nos importa. Comenzaron el año con un cambio de gobierno después de casi veinte años de Concertación, luego el feroz terremoto, que derivó en un papelón internacional, y luego el culebrón de los 33, que les dio la oportunidad de reivindicarse con creces ante el mundo. Y todo esto en el año de su Bicentenario, y en el medio del lío con los Mapuches

La altísima exposición de Chile en la escena mundial les está sirviendo para revertir la asociación única y directa que se hacía de ellos con el vergonzoso Pinochet. Hoy están cambiando su perfil ante la comunidad internacional, y esto obviamente les reportará muchísimas ventajas y oportunidades económicas. En ese contexto alguien podrá pensar allá que no estaría mal aprovechar de una vez de arreglar con los bolivianos, que no pierden oportunidad para avergonzarlos en foros internacionales.

Dos cosas caracterizan a los chilenos: su aversión patológica a la vergüenza, y su interés apasionado por la plata y los negocios. Un acuerdo con Bolivia podría matar dos pájaros de un tiro, por la enorme cantidad de ventajas que sacarían de él. El “cómo”, uf!, tendrá que ser tema de otra columna. En todo caso, el hecho de que un referéndum se esté siquiera discutiendo, es un avance increíble.

jueves, 21 de octubre de 2010

Prosperidad e ineficiencia, un acertijo a resolver (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-21/10/10)

Cada día me impresiona más la cantidad de plata que circula en la economía de éste país que, teóricamente, se cae a pedacitos. Solamente en la zona sur de ésta ciudad se están construyendo doscientos edificios de departamentos, cuyos precios superan la friolera de ochenta o cien mil dólares, y por los cuales aparentemente hay que hacer cola, porque la mayoría están ya vendidos un año antes de la conclusión del edificio. No sea usted burro me dirá usted, lo que pasa es que los bancos ya no pagan intereses por los depósitos de la gente, y entonces los ex ahorristas ahora prefieren comprar bienes inmuebles y recibir por ellos jugosos alquileres.

Bueno, digamos que eso explica el descomunal crecimiento de la construcción en todo el país, desnaturalizándolo además como el principal indicador del desarrollo de una economía. ¿Y la ridícula cantidad de autos nuevos de súper lujo que uno ve pasar en cualquier parte del país, como si estuviéramos en las avenidas de un algún emirato árabe? ¿Y las filas de gente en restaurantes y boliches? ¿Y los flamantes malls en las principales ciudades, en los que la clase media se arremolina frenéticamente, como queriendo ponerse al día y recuperar veinte años de retraso? ¿Y el creciente derroche de alegría, pero sobre todo de millones en las fiestas populares? ¿Y las expectativas salariales de la mano de obra no calificada, que puede ganar fácilmente ciento veinte bolivianos diarios de jornal, y que, por lo tanto se ríe de janeiro ante la oferta de un “mísero” sueldo de mil o dos mil bolivianos?

Podríamos pasarnos la semana graficando con ejemplos la bonanza económica y explicando las particularidades de cada caso, y creo que al final coincidiríamos no más en que, en cuestión de guita, le está yendo bastante bien a casi todos, desde los más ricachones (comenzando por los banqueros que se están forrando como nunca), hasta los más pobretones, con la excepción quizás de algunos sectores de asalariados.

Razones que expliquen la Jauja también hay muchas, y todas con su respectivo peso. Que si el narco, que si los bonos, que si los precios de los minerales, que si la nacionalización del gas, que si la férrea estabilidad macroeconómica, y así un largo etcétera. Lo que me parece curioso, hasta el punto de la paradoja, es que al mismo tiempo que percibimos una notoria abundancia y prosperidad económica, percibamos también una ineficiencia gubernamental de las misma proporciones. Lamentablemente, el tema de la inoperancia es más que una percepción y responde a la triste realidad.

Y pese a la ineptitud manifiesta en cuestiones claves de gestión, la cosa fluye y la plata se mueve que da calambre; por mucho que parecen haberse empeñado desde el gobierno en despreciar el valor del conocimiento y la importancia de la eficiencia, al parecer el terror de “udepizar” la gestión ha devenido en una tremenda disciplina financiera, que a su vez ha sido terreno fértil para que las renovadas y frescas elites económicas, así como las crecientes clases medias, ejerzan con gran frescura y renovado entusiasmo, el más puro de los capitalismos.

Esta contradicción es un botón de muestra de los posibles escenarios que se vienen en un futuro cercano, de lo difícil que será identificar y diferenciar a la derecha de la izquierda y en saber quiénes son los representantes de uno y de otro lado. Las cosas podrían ser distintas a cómo se pintan ahora, en una atmósfera de polarización forzada y agravada por el racismo. Estas paradojas dejan sin dudad mucha tela por cortar.

domingo, 17 de octubre de 2010

De todo en el jardín de la libre expresión (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-17/10/10)

Quienes, con ese tonillo despectivo de autosuficiencia y desprecio, no pierden ocasión de decir que éste es un país surrealista en donde ocurren cosas inverosímiles e incomprensibles “para la gente civilizada”, ésta vez tienen toda la razón. Veo el revuelo de medios y periodistas acerca de lo que es y lo que no es libertad de expresión, y la verdad es que no puedo creerlo. Efectivamente, ahora me siento en un país de locura, en el que, con la mayor naturalidad, todo el gremio periodístico cierra filas y hace espíritu de cuerpo, aludiendo a la pureza del periodismo como si nada hubiera pasado en éstos últimos años, tratando de instalar la idea engañosa de que el periodismo boliviano hoy es el mismo que el de 1982 cuando se recuperó la democracia, y que con la regulación de los medios esa democracia habría terminado.

Semejante impostura se ventila en los medios como si nada, y claro, nadie se anima a denunciarla y a juzgarla públicamente, por el miedo a ser “políticamente incorrecto” con los poderosos periodistas, cosa que al parecer puede resultar muy peligroso, o por evitar ser tachado de masista y defensor del gobierno (otro exitoso ejercicio de maniqueísmo administrado desde los medios). En las intervenciones públicas de dirigentes gremiales, sindicales y empresariales, así como en los melodramáticos intercambios entre periodistas en el Facebook, no he percibido ni siquiera un atisbo de autocrítica y de honestidad intelectual en el análisis del papel de los medios en la realidad actual. Parece que la mayoría de los periodistas y comunicadores ligados a medios de comunicación, creen que con la consigna fácil de “sin libertad de expresión no hay democracia”, lograrán rápidamente una victimización absolutoria que borre de un plumazo su participación y su responsabilidad en desmadre de este país.

Yo no estoy dispuesto a congraciarme con mis colegas y amigos periodistas guardando silencio o subiéndome a la ola que han fabricado a su conveniencia, para sumar adherencias en su enfrentamiento con el gobierno. No lo voy a hacer porque no creo que las cosas sean así como las están planteando, porque creo que otra vez están cometiendo el error de insultar la inteligencia y el grado de conciencia de la gente, y porque lamentablemente, a punta de embarrarla una y otra vez, han liquidado nuestro principal activo, la credibilidad. Y, por supuesto, creo que ya no podemos seguir en la misma actitud suicida.

Para poner las cosas en su verdadero contexto, hay que decir que muchísimos medios son en la práctica partidos políticos y actúan como tal, manipulando información, mintiendo, ocultando lo que no les conviene, sesgando la realidad a su antojo, y pisoteando sistemáticamente los principios de la democracia y de la ética, haciéndolo además con pésima calidad periodística. Encienda ahora mismo su televisión, y véalo con sus propios ojos. Los estudiosos del tema sostienen que luego de la caída del sistema de partidos tradicionales, éstos medios tomaron su lugar, llenando el vacío que dejaba la derecha. Yo me animo a ir un poco allá, y más bien creo que esos mismos medios contribuyeron a la caída de los partidos, mucho antes, en su afán de suplantarlos en su rol de mediación entre estado y sociedad. Lo hicieron porque de esa manera acrecentaban su poder político y acumulaban mayor influencia para apalancar sus negocios paralelos.

Me alucina, por decir lo menos, que en éste aparente debate público, conducido además sólo por sus interesados, se trate de hacerle creer a los ciudadanos que el periodismo es una institución impoluta y sacro santa, motivada solamente por el altruismo, la ética y el sentido de profesionalismo. Se da por sobre entendido también en los alegatos de la gente del gremio, que la objetividad y la imparcialidad son un atributo intrínseco de los medios, y que aquello además los exime de cualquier tipo de regulación externa, en la medida en que la auto regulación sería más que suficiente para ajustar sus escazas fallas, cometidas además accidentalmente.

Por favor, no exageren. Aunque les sorprenda saberlo, resulta que los ciudadanos sabemos que los dueños de los medios tienen posiciones políticas y agendas claramente definidas, y que para ejecutarlas, contratan a directores y periodistas que se ajusten al perfil político del medio (¿Quiere usted averiguar quiénes son los dueños de las redes de TV, y cuáles son sus antecedentes políticos?). Sabemos también que es imposible que un medio sea políticamente neutral, y que cualquier medio que se respete en mercados de mayor desarrollo periodístico, asume su tendencia de manera honesta y transparente, señalándole a su público que le está informando desde la derecha o desde la izquierda. Sabemos que el cuento de ser incoloros e imparciales es una gran mentira, que sirve para mentir con mayor eficacia.

Sabemos que en el jardín de la libre expresión existen medios comprometidos con la democracia y medios golpistas. Sabemos que hay medios que hacen periodismo por amor al oficio y otros que utilizan al periodismo para defender sus intereses económicos. Sabemos que hay periodistas de pura cepa y periodistas impostores, que utilizan al periodismo como trampolín político. Sabemos estas cosas hace mucho tiempo, y es por eso que los medios han perdido su poder de influencia omnímoda sobre la gente.

Y por supuesto, también sabemos que hace falta una nueva ley de medios que regule los excesos cometidos desde la prensa al amparo de la libertad de expresión, al margen de lo buena o mala que pueda ser la ley contra el racismo.

jueves, 14 de octubre de 2010

Estábamos bien, en el refugio, los 33 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-14/10/10)

Escribo esta columna con un ojo en el texto, y con otro en la esquina de la pantalla de mi computadora; allí puedo ver las imágenes de la televisión chilena, que transmiten en continuo las horas finales del drama de los 33 mineros de la mina San José. Cuando ésta se publique, el día jueves, lo más probable es que ya haya culminado la operación de rescate; y también es muy probable que se habrá realizado con éxito, pues el gobierno chileno no ha dejado ni un solo detalle al azar y no ha escatimado esfuerzo alguno en su empeño por rescatar a su gente, sana y salva, además de rápido. Saben muy bien que literalmente los ojos de todo el mundo están puestos sobre Chile, y que tienen entre las manos la vida de 33 héroes que se han convertido en símbolo nacional y en el momento culminante del año del bicentenario.

¿Qué es lo que les espera a estos hombres en la superficie de éste mundo después de 69 días de encierro en el fondo de un socavón? La vida en primer lugar. La luz hermosa del cielo andino, el aire puro de Copiapó y el abrazo retenido de sus familias y seres queridos. La alegría de dejar atrás el terror de una muerte horrorosa en las entrañas de la tierra, y el agradecimiento de haber sido bendecidos con una segunda oportunidad. Todo eso, y la nueva y letal amenaza que traen consigo la súbita fama y fortuna.

¿En medio de la angustia, el hacinamiento y el agobio del encierro, sabrán ya, estarán plenamente conscientes de lo que les tocará enfrentar? Se dice que no hay gente más fuerte en el mundo que los mineros, sin importar de qué país sean, pero cargar en las espaldas el peso de ser un héroe nacional, una celebridad mundial y un casi millonario, de la noche a la mañana, se me ocurre que debe ser un peso demasiado grande para cualquier persona, más aún si éste caso se trata de gente humilde y sencilla, gente muy pobre para decirlo claramente.

Del páramo desolado y árido en el que trabajan, a los 33 les está esperando un crucero con todos los gastos pagados por el mediterráneo, un partido de homenaje del Real Madrid en el Santiago Bernabeu, otro partido homenaje en Inglaterra, creo que ofrecido por el Manchester United, un cheque de cinco millones de pesos para cada uno donado generosamente por un magnate chileno, la indemnización que seguramente tendrá que pagarles la compañía minera, los pagos por entrevistas concedidas a medios de comunicación capaces de firmar cheques de seis ceros por una exclusiva, una lista kilométrica de contratos publicitarios, alguna que otra oferta para convertirse en actores de cine o presentadores de televisión, y con toda seguridad, una infinidad de regalos y premios donados por cientos de empresas de manera oficiosa, con la intención de recompensar su coraje, pero también con la esperanza de sacar su tajada publicitaria del más real de todos los realitys que se ha visto.

La experiencia que se conoce de gente que ha sido embestida por esos cambios abruptos, dice lamentablemente que acaban mal, y que cuando se les acaba el dinero y los medios los echan al olvido (cosa que ocurrirá con certeza, al cabo de poco o mucho tiempo), los afectados terminan desarraigados de su realidad, con las familias rotas, en la quiebra y en la amargura de la gloria perdida.

Ojalá esa cruel historia no se repita esta vez. Ojalá la fama y la fortuna no demuestren ser más perversas que el peor accidente. Ojalá que el inusual final feliz sirva para mejorar el destino de miles de mineros que sobreviven emboscados por la codicia de sus patrones y el descuido de sus estados. Ojalá.

jueves, 7 de octubre de 2010

Un poco más allá de lo obvio (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-07/10/10)

Qué difícil se hace no escribir esta semana sobre la carambola presidencial en las corotas de un desafortunado funcionario edil, en la acostumbrada pichanguita de los domingos. Digo carambola, pensando en una de sus acepciones, que dice que es un doble resultado, alcanzado mediante una sola acción. Qué difícil también es no caer en la obviedad, respondiendo al reflejo inmediato, pues esto no sería otra cosa que repetir lo que en los medios se ha dicho hasta el cansancio, lo que se comenta en la calle con mucha picardía popular, o lo que algún avivado opositor quiere interpretar a su favor.

Lo obvio, en términos de la cobertura mediática y de nuestra lectura urbana, racional, moderna, liberal, civilizada, o como cuernos quiera usted llamarla, es reaccionar inmediatamente diciendo que bien haría el primer mandatario en cortar esa historia de los partidos de fútbol con gil y mil; si quiere jugar sin correr ningún riesgo y con la garantía de que no lo va a marcar nadie y que la van a pasar la pelota para que meta el golcito, pues que juegue solo con sus empleados o sus acólitos. Jugar contra changos, contra profesionales, contra mañudos, contra figuretis o contra gente a la que le caes mal, es un riesgo no solamente para él, sino para cualquiera, y parece que no está dispuesto a asumir las consecuencias.

Lo obvio es también pensar que hay que estar bastante desquiciado para reaccionar de esa manera sin medir las secuelas. Se pueden entender los niveles extremos de estrés a los que puede estar sometido el presidente, y la posibilidad de que estos hagan erupción en el desahogo deportivo, pero de ser así, el caballero tendría que haber asumido su error inmediatamente después del incidente o del partido, y disculparse con el agredido, con el público asistente, y con el resto de los habitantes del planeta que vieron las imágenes en la tele.

Lo obvio es por último indignarse por la actitud patotera y matona del cuerpo de seguridad del presidente y de las fuerzas del orden presentes, que, terminado el partido, intentaron arrestar sin razón alguna al agredido. Eso da bronca porque tiene sabor a cobardía, y porque simplemente es una locura que muy difícilmente pudo haberse realizado sin el conocimiento y la venia del presidente.

Lo menos obvio es detenerse un segundo a reflexionar, y asumir que ese tipo de actitudes tan shockeantes para una parte de la población, pueden no serlo tanto para otra; que la agresividad mostrada por el presidente, en otro contexto cultural, probablemente no tiene los mismos significados y efectos; que seguramente para millones de bolivianos que piensan distinto a nosotros, la cosa no fue tan del otro mundo, pues tienen una sensibilidad diferente en cuanto a lo que puede ser violencia y abuso, y lo que puede ser el pan de cada día desde tiempos ancestrales; que muchísimos de nuestros compatriotas lo eligieron presidente y lo quieren porque justamente es un hombre duro, de impulsos jodidos, que hace lo que siente y es auténtico, como ellos; que lo que hemos juzgado como un acto de soberbia inadmisible de parte del primer mandatario, es por lo menos una actitud abierta y evidente, y que no fuimos tan severos con otros presidentes, cuya soberbia y altivez fueron descomunales, pero menos manifiestas.

Así pueden ser las cosas, dependiendo del cristal con que se las vea, claro, siempre y cuando decidamos ir un poquito más allá de lo obvio.