jueves, 7 de octubre de 2010

Un poco más allá de lo obvio (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-07/10/10)

Qué difícil se hace no escribir esta semana sobre la carambola presidencial en las corotas de un desafortunado funcionario edil, en la acostumbrada pichanguita de los domingos. Digo carambola, pensando en una de sus acepciones, que dice que es un doble resultado, alcanzado mediante una sola acción. Qué difícil también es no caer en la obviedad, respondiendo al reflejo inmediato, pues esto no sería otra cosa que repetir lo que en los medios se ha dicho hasta el cansancio, lo que se comenta en la calle con mucha picardía popular, o lo que algún avivado opositor quiere interpretar a su favor.

Lo obvio, en términos de la cobertura mediática y de nuestra lectura urbana, racional, moderna, liberal, civilizada, o como cuernos quiera usted llamarla, es reaccionar inmediatamente diciendo que bien haría el primer mandatario en cortar esa historia de los partidos de fútbol con gil y mil; si quiere jugar sin correr ningún riesgo y con la garantía de que no lo va a marcar nadie y que la van a pasar la pelota para que meta el golcito, pues que juegue solo con sus empleados o sus acólitos. Jugar contra changos, contra profesionales, contra mañudos, contra figuretis o contra gente a la que le caes mal, es un riesgo no solamente para él, sino para cualquiera, y parece que no está dispuesto a asumir las consecuencias.

Lo obvio es también pensar que hay que estar bastante desquiciado para reaccionar de esa manera sin medir las secuelas. Se pueden entender los niveles extremos de estrés a los que puede estar sometido el presidente, y la posibilidad de que estos hagan erupción en el desahogo deportivo, pero de ser así, el caballero tendría que haber asumido su error inmediatamente después del incidente o del partido, y disculparse con el agredido, con el público asistente, y con el resto de los habitantes del planeta que vieron las imágenes en la tele.

Lo obvio es por último indignarse por la actitud patotera y matona del cuerpo de seguridad del presidente y de las fuerzas del orden presentes, que, terminado el partido, intentaron arrestar sin razón alguna al agredido. Eso da bronca porque tiene sabor a cobardía, y porque simplemente es una locura que muy difícilmente pudo haberse realizado sin el conocimiento y la venia del presidente.

Lo menos obvio es detenerse un segundo a reflexionar, y asumir que ese tipo de actitudes tan shockeantes para una parte de la población, pueden no serlo tanto para otra; que la agresividad mostrada por el presidente, en otro contexto cultural, probablemente no tiene los mismos significados y efectos; que seguramente para millones de bolivianos que piensan distinto a nosotros, la cosa no fue tan del otro mundo, pues tienen una sensibilidad diferente en cuanto a lo que puede ser violencia y abuso, y lo que puede ser el pan de cada día desde tiempos ancestrales; que muchísimos de nuestros compatriotas lo eligieron presidente y lo quieren porque justamente es un hombre duro, de impulsos jodidos, que hace lo que siente y es auténtico, como ellos; que lo que hemos juzgado como un acto de soberbia inadmisible de parte del primer mandatario, es por lo menos una actitud abierta y evidente, y que no fuimos tan severos con otros presidentes, cuya soberbia y altivez fueron descomunales, pero menos manifiestas.

Así pueden ser las cosas, dependiendo del cristal con que se las vea, claro, siempre y cuando decidamos ir un poquito más allá de lo obvio.

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