jueves, 26 de agosto de 2010

La reproducción endémica del prebendalismo (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-26/08/10)

El proceso de purga y depuración de supuestos infiltrados en el partido de gobierno, ha puesto nuevamente en el tapete de discusión, la compleja maraña de presiones internas que el presidente debe administrar todos los días. Los líos de cocina, los escandaletes, las acusaciones y contra acusaciones, los ajustes de cuentas y las amenazas internas, han recrudecido visiblemente durante los últimos meses, causando un clima de caos y desconcierto, con un inevitable correlato de decepción y desaliento en la ciudadanía.

Analistas y politólogos ensayan explicaciones, intentando encontrar las razones de la descomposición desde distintos enfoques teóricos; unos atribuyen las causas a las contradicciones ideológicas que existirían en la cúpula del poder: indigenistas, socialistas radicales de viejo cuño, progresistas y neo liberales, estarían tironeándose las riendas de la revolución en un momento crítico en el que se debería darle forma y rumbo teórico a lo avanzado. Otros sostienen que las tensiones que comienzan a aquejar al gobierno, son producto de la recomposición de fuerzas e intereses regionales, en el marco de la incipiente realidad autonómica. También hay quienes afirman que el descontrol se debe a un error político de origen, en sentido de no haber aglutinado a las fuerzas que le han dado sustento al gobierno en un verdadero partido, que ordene los diversos intereses en una estructura más manejable, dándoles objetivos estratégicos comunes.

Más allá de las interpretaciones, la cruda realidad es que el presidente se ha generado un escenario en el que debe administrar, él solito, las presiones, los cruces y las desavenencias entre su gabinete, su partido, los movimientos sociales y las regiones. Seguramente algo de cierto hay en cada una de las explicaciones arriba mencionadas, pero yo tengo la desagradable sensación de que en el fondo, todo responde a razones mucho más ordinarias y mundanas, es decir a las pegas y a los espacios de poder.

El peguismo y el prebendalismo se han instalado en el régimen de manera salvaje, descuidando las formas y las buenas maneras que se mantuvo en el primer periodo. Al principio se prestó mucha atención al efecto de contraste con el anterior sistema de partidos, y se cuidó, a grandes costos, la ética pública como una señal inequívoca de cambio real. Sin embargo, el paso del tiempo, la acumulación del poder por el poder, y la certeza de haber superado la fase de enfrentamiento con los adversarios, ha desencadenado la angurria de la dirigencia y de las bases, por obtener un pedazo de la torta.

El drama de la repartija de poder se ha desatado en todos los frentes internos, poniendo en figurillas al presidente, que pese a su autoridad y a su habilidad para lidiar con esos asuntos, tiene cada día mayores dificultades administrando los descontentos, que amenazan con una implosión incontrolable. Así ha sido siempre: el grueso de la militancia participa en política con la expectativa de una peguita para él y para sus familiares; el dirigente medio, generalmente apunta un poco más arriba, y aspira a un cargo en el que pueda hacer alguna triquiñuela, y así reproducir su relativo poder. Y los jerarcas, en la misma lógica, siempre empeñados en atornillarse, si fuera posible, de manera indefinida.

Así nomás es el problema endémico de la política, en un país en el que el trabajo estable, los privilegios y las inmensas fortunas, parecen provenir del mismo sitio, el estado.

domingo, 22 de agosto de 2010

El MAS en una encrucijada decisiva (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete- 22/08/10)

Después de casi cinco años de ritmo frenético y vertiginoso, el país rueda en neutro, atrapado en una suerte de inercia y desidia que evidencian alarmantes vacíos. No hablo, desgraciadamente, de la paz después de la tormenta, de la revolución consolidada, funcionando en su nueva estructura y dando sus frutos. Me refiero a un estancamiento que se asemeja al extravío, y que más bien amenaza con poner en riesgo todo lo avanzado.

Los vacíos son múltiples, unos previsibles y hasta comprensibles, pero otros no. Entre éstos últimos destaca el desmoronamiento de la gestión política desde el gobierno. El gobierno ha olvidado cómo hacer lo que mejor sabía, y da vueltas y vueltas, mordiéndose la cola; visto desde fuera, todo parecería indicar que la salida del gabinete político compuesto por Quintana, San Miguel y Rada, le ha costado al ejecutivo la capacidad de lectura de la coyuntura, el sentido de previsión y de alerta temprana de conflictos, la aptitud para negociar y consensuar, e incluso la eficiencia del discurso. En fin, el régimen, aunque cueste creerlo, ha perdido todo su cintura política. La sagacidad y la claridad que lo caracterizó durante la primera gestión, con resultados inobjetables, hoy muestra la cara fea del poder, la de la pugna por espacios, la de las nimiedades y apetitos personales, y probablemente la de la purga propia de la sucesión.

El vacío en la gestión pública no es nuevo, pero digamos que se sentía menos cuando funcionaba bien la dirección política y cuando se estaban afrontando sus más gruesos desafíos. Uno de los pecados que comete el gobierno es asumir que los cambios en el papel (en las leyes, decretos, normas y reglamentos) son suficientes, y que podrá garantizar su viabilidad con “candados” de orden legal. No parece existir en la alta esfera de poder, la conciencia y la comprensión de que la única manera en que el proyecto se consolide es funcionando y mostrando resultados positivos, para que así la gente se apropie de ellos; ése es el único “candado” posible en el mediano y largo plazo.

Las empresas nacionalizadas serán realmente estratégicas y sostenibles, cuando demuestren a quienes se deben, que son más eficientes y transparentes que sus pares privados; solamente así se demostrará que las nacionalizaciones han sido atinadas, y se evitarán futuras tentaciones privatizadoras. Los regímenes autonómicos y de tierras, tendrán que aterrizar en una implementación que resuelva los problemas de los beneficiarios para que se adueñen de las medidas y les insuflen, desde su realidad, vida propia. Así ocurrió con la Participación Popular, que no requirió ningún candado, en la medida en que funcionó bien. Y así sucesivamente.

En el ámbito ideológico, el vacío también se expresa en la ausencia de directrices que marquen claramente el objetivo y los caminos por los que transita el proceso. Podrá ser que al presidente ese tipo de disquisiciones no le interesen mucho, o que existan corrientes internas contrapuestas, o que simplemente nadie la tenga muy clara, pero el resultado final es que en todos estos años, no se ha podido, o no se ha querido, explicitar una propuesta teórica sólida. Todavía no sabemos a ciencia cierta, qué es lo que significan el capitalismo andino o el socialismo comunitario, y menos aún sin son compatibles el uno con el otro. Coincidirá usted conmigo en que la idea del vivir bien no es suficiente para sustentar un proceso de estas magnitudes, ¿no es verdad?

Probablemente la sensación de inercia no sería tan angustiante, si desde la oposición se hubiera producido una lógica y esperada renovación luego de las derrotas sufridas. Lejos de aquello, la oposición regional, ha tomado el camino fácil de aferrarse a los privilegios que le quedan, cuando no de arrimarse al gobierno para compartirlos. Todavía no hay atisbo de un nuevo proyecto con visión nacional seria, que pueda constituirse en alternativa. El vacío de liderazgos frescos y renovados se resiente por igual, en el gobierno como en la oposición, confirmando de alguna manera que el rol de oposición lo están empezando a asumir diversos sectores sociales, carentes de una estrategia de objetivos comunes con el gobierno, o simplemente inconformes con sus expectativas de participación y de recompensa.

Así están las cosas, en una lasitud que ha minado la fe y la confianza de la gente, incluso en sectores que, hasta ahora, habían apoyado al gobierno con su voto y con sus convicciones más profundas. El sentimiento de creciente decepción en ésta ciudad, caracterizada por sus lecturas y acciones de vanguardia, debería ser una alarma centelleante para el gobierno, que tiene la obligación histórica de realizar un golpe de cintura radical, y recuperar el rumbo iniciado con tanto acierto. Aquí ya no hay disyuntiva, el poder que se les ha confiado sucesivamente debe ser utilizado para corregir con urgencia las falencias mencionadas, y hacerlo con la conciencia de que los plazos son perentorios y no admiten más errores.

Una primera señal la dio el presidente en su mensaje del 6 de agosto desde Santa Cruz; quiera Dios que aquello no quede en la retórica, por todos los sacrificios que se hicieron para llegar hasta donde estamos, y por la evidencia de que un posible fracaso no será el fracaso del gobierno, sino un salto al vació para todos los bolivianos.

jueves, 19 de agosto de 2010

Liquidación de invierno (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-19/08/10)

Quienes tengan unos mangos de sobra debajo el colchón, deberían pensar en darse una escapadita a la Huyustus o a la Eloy Salmón y comprar, quien sabe por última vez, algún adminículo electrónico a precio ridículamente barato. Ojo: los que se apunten a ésta liquidación de invierno, deben saber que en los últimos días los precios ya han subido ante la inminente aplicación de las modificaciones a la Ley General de Aduanas y al Código Tributario.

El primer toque de alarma no lo dio el sindicato de contrabandistas, agremiados en la curiosa Confederación Nacional de Trabajadores por Cuenta Propia, que saben que todavía tienen mucho para negociar con el gobierno en la redacción del reglamento correspondiente; los que primero abrieron el paraguas fueron los propietarios de los edificios de esa gigantesca zona franca, que conocen perfectamente la cantidad de millones de dólares que se almacenan en sus depósitos y tiendas, y que no están dispuestos a correr el riesgo de sufrir el embargo de sus inmuebles, acusados de complicidad con el contrabando. Al parecer más de quinientos de estos propietarios han decidido curarse en salud, cursando notificaciones de desalojo a sus supuestos inquilinos.

El miedo de los propietarios y la romería de “comerciantes minoristas” a la oficina de impuestos para tramitar su traspaso del Régimen Simplificado (regalito del entonces gobierno mirista) al Régimen General, pinta como la primera victoria de la medida, aun antes de su implementación. Parece que la cosa ésta vez viene en serio.

Harta preocupación debe tener el gobierno acerca del futuro de nuestra economía, para haberse animado a poner el dedo en la llaga del contrabando y la evasión impositiva, y enfrentarse inevitablemente a sectores ultra poderosos, y con una gran capacidad de movilización. Pero si el bolsillo aprieta, hay que salir a buscar platita, y el lugar evidente es sin duda el multimillonario mercado informal.

Lo que para nosotros es ya natural, para el visitante extranjero es un escaparate surrealista, en el que los precios de los productos son inclusive más baratos que en los países en que se los fabrica. Cuesta explicarles que esto se debe a que nadie paga un centavo de aranceles de importación, ni medio centavo de impuesto local, y que además el comerciante se conforma con un margen de utilidad mínimo, muchísimo menor al que acostumbran los grandes almacenes del primer mundo. El negocio está en el monstruoso volumen que mueven.

Si la reforma funciona sin causar una guerra civil, los únicos perjudicados serán a la postre algunos contrabandistas y comerciantes, a los que sin embargo, no les alcanzará la vida para gastar todo lo que han ganado las últimas décadas, y los que podemos darnos el lujo de comprar regularmente productos caros, que a partir de ahora costarán seguramente un veinte o treinta por ciento más.

Los beneficiados serán la inmensa mayoría que, teóricamente, podrán acceder a mejores servicios de educación, salud e infraestructura, gracias a los nuevos e ingentes tributos que el estado podrá finalmente recaudar. Celebro que haya llegado el momento de tomar el toro por las astas, y hacer algo al respecto; o legalizar el contrabando o asumir el costo de combatirlo en serio, pero no vivir en el espejismo de la legalidad.

La pelea está comenzando, y habrá que ver con qué nos sorprenden los afectados. Hasta el momento la mejor de todas has sido su propuesta de una amnistía de cinco años ”para terminar de vender sus stocks”: una joyita de antología.

jueves, 12 de agosto de 2010

Un cuarto de siglo después (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-12/08/10)

Hoy es un gran día. Me reuniré esta noche con mis compañeros de curso de colegio, luego de veinticinco años. Soy un ex alumno del colegio Franco Boliviano, o mejor dicho, un ex combatiente del franco, apelativo que, según muchos de nosotros, nos calza mucho mejor. Nuestra guerra la libramos en las trincheras de un colegio que en aquellas épocas todavía se encontraba en una etapa de consolidación, y que distaba mucho de los que es hoy. Allí tuvimos que vérnoslas con el bilingüismo, con el encuentro de las culturas francesa y boliviana (que en ocasiones, más que un encuentro parecía un choque ferroviario frontal), y con la personalidad de algunos profesores, que parecían haber confundido su labor pedagógica en el país, con una expedición de conquista en la selva; todo esto, claro, al margen de las duras exigencias del currículo francés. La malévola combinación de estos factores, junto a la rebeldía propia de la edad, llevó a más de un camarada de armas al diván del psicólogo.

Un cuarto de siglo después, nos asaltan las ansias del reencuentro, las ganas de un abrazo evocatorio y de una mano de charla con viejos amigos que no han dudado en cruzar medio mundo para celebrar este aniversario. Será sin duda un momento para pasar inventario de los mil y un episodios compartidos, de constatar las facturas que el paso del tiempo nos ha cobrado, de contar innumerables hijos y conyugues, y de hacerlo con la risa fácil y cómplice que sólo se puede repetir con quienes nos conocen de verdad, y a quienes nada se puede ocultar. Pero también será una circunstancia inevitable de balance profundo de nuestras vidas, en el que cada uno se verá en el espejo de los otros; no hablo obviamente de la comparación alegre de “éxitos”, ni del cotejo de cuentas bancarias o bienes acumulados, sino de la evaluación sana de nuestro presente, y porque no, de nuestro futuro.

Hace varios años, también en una reunión de curso, pregunté durante la cena quienes consideraban que estaban haciendo lo que realmente querían en sus vidas. Creo que la pregunta, aparentemente inocente, caló hondo y causó respuestas y reacciones diversas. Unos afirmaron con convicción y entusiasmo que se hallaban donde siempre habían soñado, otros se sumieron en un silencio meditativo, y otros se lamentaron por estar haciendo lo opuesto de lo que soñaron; tiempo después, inclusive supe que a partir de aquella inquisición, alguno le dio un giro a su vida.

Pienso repetir esta noche la provocación, y sin ánimo de pretender ser juez de nada, indagar ya no lo que estamos haciendo, sino cómo lo estamos: es decir si estamos en mínima armonía con nuestros oficios y con nuestras vidas personales. A la generación nuestra le ha tocado una época compleja, que nos ha exigido pasar por una transición entre un mundo lleno de certezas y verdades absolutas, a otro, plagado de incertidumbres, precario, frenético y vertiginoso en todas sus facetas. Asumirse en paz, como uno es, y no como se espera que uno sea, se ha convertido hoy en un desafío monumental que se repite y nos pone a prueba todos los días.

Nuestro mundo actual, cambiante, desfigurado y exigente, nos pone la cosa difícil y nuestra edad, la de los cuarenta y tantos, definitivamente no ayuda. Qué mejor entonces, en medio de ésta inexorable crisis de los cuarenta, exorcizar nuestros demonios en medio del entrañable cariño de amigos han marcado nuestras vidas.

¡Salud y bienvenidos!

domingo, 8 de agosto de 2010

¿Ha terminado el proceso de cambio? (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-08/0810)

Vaya paradoja: es probable que pese al exasperante clima de incertidumbre, conflicto, y frivolidad política que respiramos hace tiempo, los bolivianos estemos en la antesala de un largo periodo de estabilidad sociopolítica. Lo paradójico de la situación radica en que, en el momento en que crecientes sectores de la población perciben que el gobierno de Evo Morales comienza a caerse a pedacitos a causa de sus evidentes falencias de gestión, la realidad política sobre la que camina el proceso podría ser mucho más sólida de lo que aparenta; tan sólida como para permitirle al régimen un amplio margen para el error y la desprolijidad.

Se trata simplemente de una hipótesis que lanzo a modo de ejercicio, para intentar explicar este momento en el intrincado y muchas veces confuso proceso político de los últimos años. La idea que les planteo es que habríamos llegado ya a los límites, o a la conclusión del proceso de cambio, y que de aquí en adelante se irá asentando una nueva realidad, en la que no todos los que fueron parte del proceso quedarán contentos, y en la que tampoco todos los que estuvieron en la vereda del frente, quedarán insatisfechos.

También estoy asumiendo en este análisis, que el Movimiento al Socialismo ha generado ya cambios profundos y estructurales que probablemente señalen los caminos y los escenarios para los próximos cincuenta años, y que a partir de ahora, el partido de gobierno se convertirá en una fuerza conservadora, cuidando sus reformas, con miras a perpetuarse en el poder el mayor tiempo posible.

Lo hecho, hecho está, y hasta ahí alcanzó, para ponerlo de la manera más sencilla posible. No fue tan bueno como hubieran esperado los más idealistas, no fue tan transparente como hubieran deseado los más demócratas, no fue tan radical como intentaron los unos y los otros, ni tan comunista ni tan neoliberal, en suma, no fue ni tan bueno ni tan malo.

A no equivocarse: lo hecho no habrá sido suficiente en muchos aspectos, o no habrá tenido la suficiente claridad ideológica, pero fue un viraje del que no había antecedentes en más de medio siglo. El MAS y el presidente Morales dieron un salto gigantesco en el combate al principal problema del país, el racismo y la exclusión practicada por las viejas elites y grupos de poder; se nacionalizaron los recursos naturales sin poner al país en condición de paria internacional, como señalaban los agoreros; se realizaron transformaciones en la economía que prácticamente invirtieron la proporción de la participación estatal en relación a la privada; se abordó el tema de tierras con alto sentido de justicia histórica; se articuló un recambio y renovación de élites; se plasmaron demandas y reivindicaciones multisectoriales en una nueva Constitución Política del Estado, y se viabilizó el naciente modelo autonómico.

Todo esto se dice muy fácil, pero convengamos en que no ha sido ni poco, ni sencillo. En el MAS saben muy bien eso, y saben también que han derrotado contundentemente a sus enemigos políticos, y quien sabe por eso creen tener el derecho de permanecer en el poder indefinidamente. Además, claro está, el poder envicia, adormece y embriaga, y cuando se lo tiene en exceso, sus efectos colaterales son proporcionalmente nocivos.

Sin enemigos de peso a la vista, es probable que muchas de las actitudes recientes del gobierno, a veces muy difíciles de comprender, sean señales de una nueva conducta y una nueva estrategia política, más armonizadora, más “racional” y más tirada al centro. En ésta nueva lógica no habría lugar para radicalismos trasnochados, ni para pactos corporativos permanentes con los movimientos sociales. También se buscaría compensar las decepciones y deserciones en las plazas tradicionalmente fuertes del masismo, con guiños y coqueteos a las clases medias del oriente y del sur del país; una suerte de regreso a la alianza de clases propugnada por el movimiento nacionalista revolucionario, cuando le tocó atravesar circunstancias parecidas.

En ésta tesis también calzan los residuos de las roscas y grupos de poder económico y político de la otrora media luna. Conscientes del poder y de la fuerza del enemigo, descabezados y moralmente derrotados, la dirigencia regional parece muy antojada de reacomodarse en el tablero de poder del gobierno, y de reciclarse en la onda autonómica. Finalmente y, como siempre, de manera tardía y cándida, se habrían dado cuenta que el cuco comunista como-guaguas era nomás un invento de los medios, y que si bien perdieron parte de sus privilegios señoriales, su sagrado modo de vida no se vio afectado. También se habrían dado cuenta que las cosas en su nuevo lugar están funcionando bien para todos, y que no tendría sentido seguir enfrentándose gratuitamente a un adversario que además ha demostrado ser más sagaz e implacable. Si no puedes con el enemigo, únetele.

Esta hipótesis nos conduciría a una otra y futura paradoja: un MAS fuertemente cimentado y sustentado desde el oriente y un gobierno no solamente conciliador, sino conservador y modernista, enfrentado probablemente a la tenaz rebeldía y espíritu progresista de la ciudad de La Paz.

Pero claro, estas son puras hipótesis; sostenerlas como verdades absolutas, sería gravísimo, y significaría simplemente que el proceso de cambio a llegado a su fin.

jueves, 5 de agosto de 2010

Las toxinas del poder (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-05/08/10)

Usted ya nos conoce bien, estimado y fiel lector. Los columnistas rara vez resistimos la tentación de escribir sobre acontecimientos picantes relacionados con los políticos (y no necesariamente con la política, que afortunadamente, es otra cosa). La verdad es que nos fascinan los escandaletes que nos regalan generosamente los actores de turno, que para nosotros se traducen en cientos de metros de tela para cortar; y si bien siempre hacemos el intento de hacernos los serios y hacer algo de análisis entre pinchazo y pinchazo, lo cierto es que nos brillan los ojos cada vez que alguna autoridad dice o comete alguna estupidez.

Para fortuna nuestra, el panorama informativo de los últimos días es un auténtico vergel en el que se puede elegir entre una variedad de flores, cada una más tentadora que la otra. Parece que se ha producido una suerte de coordinación en el gobierno para opacar las metidas de pata del presidente, cuyo resultado es una avalancha de bochornos que han convertido a todos los medios en un continuo tele policial. Hay para todos los gustos: entre la detención del narco amauta presidencial, el caso del informante alemán atrapado en el medio de una trama de corrupción y una pugna de poder en el ministerio de gobierno, y la accidentada parranda del senador Surco, el formato de la columna queda corto y el material alcanza para un largo y jugoso reportaje acerca de los excesos y las vicisitudes del poder.

Escribo éstas líneas con dos días de anticipación, y por tanto no sé si el affaire Surco será ya el jueves superado por algún otro numerito oficial. Buena la que se mandó el jefe del Concejo Nacional del Cambio. Con el cuidado de no caer en el pechoño puritanismo característico de algunos ultra conservadores, habrá que decir que no es nada del otro mundo que un senador de la república se chupe la madre “hasta las últimas consecuencias”; finalmente estamos en un país de borrachos, y cada quien puede hacer lo que mejor le convenga en su tiempo libre, al margen de su investidura. Lo que sí es un exceso a todas luces es que el aludido se haya sentido con el derecho de transitar en ése estado en un auto oficial en un día y a una hora en la que la mayoría de los mortales estamos laburando.

Más que un exceso, en realidad se trata de un delito de orden público y de una seria falta ética que debería ser sancionada con el mismo rigor que exigió Surco cuando el candidato a gobernador Félix Patzi fue aprehendido con similar cantidad de tragos entre el pecho y la espalda. Moraleja oficial: nunca digas de éste Chuflay no he de beber.

Un dato curioso que me llamó mucho la atención al escuchar la noticia que relataba el hecho de tránsito, fue la reacción de los taxistas que pasaban por el lugar, que se negaron a recoger a Surco en su frustrado intento de fuga. O no lo reconocieron, o no ofreció un precio justo por la carrera, ¡o no lo quiere nadie!

Repito, no creo que venga al caso teorizar a partir de la seguidilla tropezones del gobierno, y explicar con ellos diferencias ideológicas y pugnas de poder al interior del MAS. La explicación a éste carnaval podría ser más sencilla y mundana: el goce y el disfrute desenfrenado de poder, de un régimen que comienza a aburguesarse.

domingo, 1 de agosto de 2010

De la crisis al recalentamiento geopolítico (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-01/08/10)

La crisis económica que azota al mundo hace dos años, especialmente al primer mundo, comienza a mostrar sus correlatos en el campo geopolítico. En anteriores entregas ya habíamos señalado que una crisis de esta magnitud, difícilmente puede ocurrir sin causar efectos políticos de envergadura similar. Los ajustes y reajustes que se suceden en Estados Unidos y en Europa, comenzarán en breve a mostrar sus resultados en elecciones legislativas y presidenciales, cobrándole caro a los regímenes a los que les tocó aplicar los remedios (todavía insuficientes e ineficaces), y no así a quienes originaron la debacle dando rienda suelta al instinto especulador de los grandes actores de la economía mundial.

Una de las víctimas más emblemáticas podría ser el presidente Obama, que antes de fin de año estaría en riesgo de recibir un revés parlamentario que comprometería seriamente el desarrollo de su gestión al mando de la economía más grande del mundo. En Europa, varios son los países que darán coletazos electorales relacionados con la crisis; los tiros saldrán en cualquier dirección, hacia la extrema derecha o hacia la extrema izquierda, pero con seguridad se registrarán cambios en un mapa político caracterizado hasta ahora por la tibieza. En Europa se ha empezado ya a poner en duda los fundamentos de la Unión, y comienza a cundir la postura del sálvese quien pueda y del cada uno por su lado y como mejor pueda. El caso griego es probablemente el más dramático, pero no el más representativo: hay que fijarse más bien en las señales que salen de Alemania, el hermano mayor de la comunidad, que parece perder la paciencia enviando mensajes de ya no estar dispuesta a meter la mano en el bolsillo para arreglar los quilombos de una región que hace aguas por todas partes.

En éste escenario de incertidumbres frenéticas, los economistas y analistas del mundo corren apuestas acerca del éxito de las políticas anti recesivas, y aún entre la gente más seria, las voces son contradictorias. Unos sostienen que se ha hecho lo correcto, y que los indicadores económicos muestran ya el camino de salida de la crisis, y otros hacen pronósticos apocalípticos inminentes, es decir para el segundo semestre del año en curso.

El pánico y la confusión entre los expertos, confirma una vez más la envergadura de la crisis, que ha sobrepasado con creces el ámbito inmobiliario y financiero, expresándose ya como una crisis sistémica que evidencia los límites del capitalismo global, tal como se lo ha conocido hasta ahora.

El tamaño de la crisis va a determinar sin duda el tamaño de los remedios, y en ésta línea, habrá que ver si las soluciones económicas serán suficientes para salir del hueco. En la hipótesis de que no lo fueran, no es ninguna locura pensar que las grandes potencias estén preparándose para un cambio en los ejes de poder del mundo. En claro español, no es raro que ante un eventual fracaso de los planes anti crisis, las potencias mundiales estén abriendo el paraguas para una solución por el desastre. Esto quiere decir un cambio en el equilibrio geopolítico mediante intervenciones militares en regiones estratégicas.

En el último año, los focos de tensión se han sobrecalentado rápidamente, al punto de recrear un ambiente internacional parecido al de la década de los años sesenta o setenta. Flota en el ambiente de las relaciones internacionales un tufo a conflicto mayor al que ya no estábamos acostumbrados después de casi tres décadas de unilateralismo férreo. Y en esto, como no podía ser de otra manera, los Estados Unidos, la primera potencia militar en el mundo, ha tenido un rol preponderante.

De manera progresiva y sistemática, y como quien no quiere la cosa, el aparato exterior norteamericano ha subido el perfil, interviniendo agresivamente en lo que para ellos son las zonas rojas de tensión. Más allá de las visibles actividades bélicas en Irak y Afganistán, la mano diplomática y militar estadounidense se siente en todos lados con una evidencia inusual. La lista es larga e incluye, por el momento, a Corea, Pakistán, Irán, el Medio Oriente y, de manera más velada, también a Latinoamérica.

No es posible pensar que sea gratuita la instalación de bases militares en Colombia, Panamá, Perú y Costa Rica (cuya flamante presidenta echó por la borda toda una tradición no armamentista permitiendo el asentamiento de quince mil soldados americanos en su territorio), y la movilización de la quinta flota frente a las costas venezolanas.

De la mano del avance de la crisis económica, el ambiente internacional se ha enrarecido abruptamente reavivando inclusive los viejos temores de ataques nucleares, que aunque fueran puntuales y controlados, podrían generar reacciones insospechadas. Estas reflexiones no buscan de ninguna manera ser alarmistas, ni hacer eco de las clásicas teorías de la conspiración que circulan en medios esotéricos; simplemente creo pertinente echar una mirada al pasado para constatar de qué manera terminaron resolviéndose los grandes ciclos de crisis económica en el mundo.

Lamentablemente, la historia nos muestra que a veces la economía y la diplomacia resultan insuficientes, dando lugar a remezones geopolíticos que solamente se pueden ejecutar a través de intervenciones militares a gran escala. Si el rio suena, es que piedras trae, dicen, y en éste caso las piedras pueden tener cara de guerra.