miércoles, 25 de marzo de 2015

Constataciones prelectorales (Columna Bajo la Sombra del Olivo-26/03/15-Página Siete)

1.- Candidatos malos y campañas peores.- Salvo contadas excepciones, los candidatos que nos ha tocado sufrir en estas elecciones subnacionales, han sido de malos, para abajo. A más de uno la candidatura le terminó quedando grande, y hubo alguno al que ni siquiera le alcanzó el ímpetu para llegar al punto de partida. La fórmula desastrosa se alcanza sin embargo, cuando se mezcla un mal candidato con una mala campaña. La creatividad y la estética me tienen sin cuidado cuando se trata de elecciones; pero más allá de si los spots fueron lindos o feos, lo que se sintió fue un alarmante déficit en términos de estrategia y de manejo de campaña. Definitivamente en temas de estrategia electoral, estamos peor que hace veinte años. Por lo que escucho por ahí, la impresión es más o menos parecida en el resto del país. La única campaña clara fue la de Félix Patzi; la prueba está clara: fue la única que logró mover cifras significativamente. A la Sole en El Alto se la vio también muy disciplinada con la estrategia. El silencio electoral será un alivio. 2.- La Banda de los Cuatro, corregida y aumentada.- El Tribunal Supremo Electoral confirmó su condición de enfermedad mortal para la democracia. Una vez más hizo gala de su ineptitud y de su parcialidad con el gobierno y con los candidatos oficialistas. No sé si sus miembros se han dado cuenta del alcance de sus actos, o si son conscientes de que pasarán a la historia como un capítulo especialmente nefasto de la democracia autoritaria en curso. El espantoso resultado de sus actos es que la gente ha perdido la confianza en el voto y está aterrada ante la posibilidad de un fraude oficialista el domingo. En esto también hemos retrocedido veinte años. 3.- Choquehuanca en la mira.- El presidente Morales, ante el panorama de una elecciones subnacionales que podrían complicarle el escenario de un tercer mandato que de por sí será cuesta arriba, le habría confiado la responsabilidad de la campaña a su hombre de más profunda confianza, el canciller. El asunto es que al hombre que no debía fallarle al presidente le fue como en la guerra como responsable de la campaña. La elección de los candidatos causó enemil despelotes internos y además fue mala, de acuerdo a lo que dicen las encuestas. En términos de estrategia, quedó demostrado una vez más que ese es un tema que no se aprende en el camino, y que hay que delegarlo a los que realmente saben. Más allá de la suma aritmética de municipios ganados, el resultado político se prevé que será bastante malo para el gobierno. Si así ocurren las cosas, los perros más rabiosos del régimen no tardarán en salir a la caza del canciller y cobrarle sus errores. El debilitamiento de una de las pocas figuras de equilibrio interno del gobierno, será un factor más de desgaste y deterioro en adelante. 4.- El factor Rocha.- El hombre debe estar pasando la peor pesadilla de su vida: se jugó la vida pensando que siendo alcalde transitorio lo iba a joder a Revilla, y terminó siendo un factor decisivo para que éste consolide un holgado primer lugar en las encuestas. La moraleja de esta paradoja, que lo colocará además en el podio de la historia del ridículo, es que en política nunca hay que tomarse la cosas personalmente: el encono y la animadversión personal de Rocha, Silva y Michel con Revilla, fueron en gran medida la causa de que Rocha termine como interino, y que haya liquidado cualquier opción de victoria de Guillermo Mendoza. El gustito de la vendetta personal les salió caro, y ahora tendrán que explicárselo al jefazo.

jueves, 19 de marzo de 2015

El fin de un ciclo (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-19-03-15)

Contrariamente a lo que podría dictar el sentido común, esta época de efervescencia electoral resulta más útil para el análisis y la prospección política, que la calma que habitualmente sobreviene a las elecciones. Una vez que pasen los comicios y tanto ganadores como perdedores terminen de asimilar los resultados, todos recuperarán la compostura política y harán los esfuerzos que sean necesarios para adaptarse a los nuevos escenarios. La calma postelectoral ya no nos permitirá ver, como ahora, a la política ya los animales políticos a flor de piel. Y es que no hay nada mejor que la euforia electoral para poner en evidencia los instintos, las ambiciones, los rencores, los enconos, los miedos, los complejos, y en fin, todas las bajezas y también las grandezas de los candidatos y actores políticos. En este interesante periodo entre elecciones generales y subnacionales, hemos comenzado ya a percibir que estamos frente al declive hegemónico del régimen del MAS. A partir de ahora el MAS se encuentra en un proceso de agotamiento en el que dejará de ser hegemónico, lo que no quiere decir que dejará de ser gravitante y decisivo durante mucho tiempo más, pero ya no hegemónico. El ritmo en que esto ocurra dependerá de varios factores, pero las condiciones que confirman esa tendencia están dadas. En esta nueva realidad, el presidente, sus entornos y el aparato en general, lejos de ejercer autocrítica, moderación y rectificación de algunas conductas, han acentuado sus peores rasgos. La corrupción (que ya ni vergüenza causa), el autoritarismo, el uso grosero de la justicia para fines políticos, la brutal pelea interna por cuotas de poder, el bloqueo y acoso a autoridades electas de oposición y la desconexión con la realidad cotidiana, marcan ya un camino que se caracterizará además por la creciente dificultad de contentar a los propios con plata a raudales, y por la recurrencia y acumulación de torpezas políticas. En el otro lado asistiremos al tercer entierro y a la muerte definitiva de la oposición nacional (que en honor a la verdad nunca existió), y al surgimiento de liderazgos regionales y locales, que afrontarán el duro desafío de trascender sus plazas y reinventar el discurso político del postevismo. Lo que en realidad marca este proceso, es el comienzo del fin de un ciclo y la perspectiva de un nuevo ciclo. El ciclo de reconocimientos y reafirmaciones dará lugar a un ciclo de demanda de esfuerzos y sacrificios; el ciclo de las ideologías nacionales se convertirá en el nuevo ciclo de la política local, en torno a la temática urbana y a la calidad de vida e las ciudades; el ciclo del corporativismo cederán ante el surgimiento del ciclo del redescubrimiento de los valores ciudadanos; así como el ciclo del capitalismo salvaje y del consumismo tendrá que ser reemplazado por un ciclo de mayores equilibrios. Estamos entonces en un nuevo periodo de inflexión a partir del cual estamos sentando las bases de un nuevo ciclo político. Esto obviamente no implica una ruptura abrupta, ni quiere decir que muchas de las cosas ocurridas en el ciclo que se cierra pierdan vigencia o valor, ni tampoco que la dirección del nuevo ciclo esté completamente definida. Lo que pasa es que las cosas pasan más rápido en estos tiempos, y quienes tomaron el control político del ciclo que acaba, comienzan a agotarse en su propio poder; a cocinarse en sus propios jugos diría un cocinero.

jueves, 12 de marzo de 2015

La Paz es La Paz (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-12/03/15)

Las elecciones generales de octubre pasado, lo dijimos varias veces, fue más aburrida que chupar un clavo. Los resultados eran previsibles y estaban ya cantados meses, sino años antes de los comicios. Menos de seis meses después, estamos nuevamente en vísperas electorales, y el escenario no es el mismo. Las elecciones subnacionales, palabrita que por cierto le parece sumamente chinchosa a todo el mundo, no son lo mismo que las elecciones generales para un electorado maduro, que no es tonto, y que sabe muy bien que las cosas en juego en este proceso están por encima de las consignas políticas nacionales. En las elecciones municipales y departamentales se juegan los más caros intereses locales y la calidad de vida en la ciudad, cosas que interesan mucho más que las disquisiciones ideológicas, en crisis además, acá y en todo el mundo. La arrolladora popularidad electoral del presidente Morales ya no es en estas circunstancias determinante, pese a que el MAS parece haber apostado en muchos casos a que el presidente pueda endosar su popularidad a sus candidatos. La osmosis puede funcionar inicialmente, pero cuando el candidato es muy maula, no hay milagro posible, aunque el Evo esté detrás. Entre paréntesis, habrá que anotar que la elección de los candidatos oficialistas fue esta vez traumática, y reflejó las tensiones internas y los despelotes que al parecer van a caracterizar al MAS de aquí en adelante. La expectativa del presidente y del partido de gobierno es la de consolidar su hegemonía consiguiendo el poder territorial total, pero la realidad se les presenta bien distinta. El panorama, de acuerdo a las encuestas, es adverso en Santa Cruz, en Beni, en Tarija, y para colmo de colerones, en La Paz. Tan poco probables son los deseos presidenciales de hacerse con la totalidad de gobernaciones y alcaldías, que han tenido que recurrir a instruir al dócil órgano electoral para que inhabilite a varios candidatos opositores. Ocurrió con Rebeca Delgado en Cochabamba, y los candidatos a la gobernación en Tarija y Beni están en la mira. Pero insisto, el tema que inquieta al presidente es la posibilidad de perder la gobernación de La Paz frente a Félix Patzi, la alcaldía de La Paz frente a Luis Revilla, y la alcaldía de El Alto frente a Soledad Chapetón. Cualquiera de las tres derrotas dolería, pero la tripleta sería mortalmente dañina en términos políticos. La Paz es el epicentro, el nervio, el motor y la brújula política del país. La Paz es La Paz, y lo saben bien. Probablemente es a causa de eso que el presidente ha tenido que recurrir al grosero extremo de la amenaza pública de que no trabajaría con nadie que no esté bajo sus órdenes, sabiendo que eso molesta y provoca nuestra natural rebeldía. Ha amenazado sabiendo también que llegado el momento tendrá que olvidar lo dicho y trabajar con quien sea, porque la realidad política no permite ese tipo de lujos y caprichos, y que ya le ha tocado hacerlo con gente mucho más extrema. Pero ha tenido que decirlo igual para asegurar por lo menos la base de su voto duro y evitar así mayores erosiones internas. La amenaza no ha sido a la oposición ni al electorado; ha sido una advertencia y una amenaza a los suyos ante la posibilidad de defecciones masivas en una plaza neurálgica. Las causas y efectos de este sombrío panorama para el oficialismo en La Paz, merecen columna aparte, Dios mediante la próxima semana.

jueves, 5 de marzo de 2015

Chauvinismo 2.0 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-05/03/15)

Las reacciones que causaron los comentarios del Grillo Villegas acerca de la participación boliviana en el Festival de Viña del Mar causaron revuelo, pero sobre todo sorpresa por su alucinante magnitud. Nadie imaginó que un simple comentario en el Facebook pudiera desatar una ola tan violenta y una polémica tan interesante como la que se desarrolló en la página de El Llokalla, que me inspira a escribir esta columna. Si al autor del comentario y a la mayoría de la gente que todavía goza de alguna cordura nos han sorprendido las reacciones, quiere decir que algo ha cambiado a nuestro alrededor; algo serio está pasando en nuestra sociedad, y no nos damos cuenta hasta que ocurren éstas reacciones que nos dejan atónitos. Siempre nos ha gustado nuestro folklore y siempre hemos estado dispuestos a defender su autenticidad cuando otros han tratado de hacerse los vivos. De igual manera, y por razones más que obvias, siempre hemos tenido tensiones y animadversiones con los chilenos, en esto y en todas las cosas posibles. Pero algo más ha cambiado con sorprendente rapidez, y creo que eso no tiene que ver con la tolerancia y con la salud de la libre expresión, argumentos recurrentes en ésta polémica. Tampoco estoy de acuerdo con esa enorme cantidad de gente que explica los ataques contra el Grillo aduciendo que responden a un defecto consuetudinario de los bolivianos: el chauvinismo. Hasta dónde sé, el chauvinismo tiene que ver con la engañosa obsesión de pensar que lo que viene de tu país o de cultura, es siempre lo mejor del mundo. No creo que sea nuestro caso; los bolivianos, y sobre todo nosotros, las ex élites, hemos sufrido siempre más bien de un terrible complejo de inferioridad, que ha sido combustible de nuestra enajenación y alienación. Y si éramos ya chauvinistas en otras manifestaciones de la misma patología, pues entonces ahora hemos alcanzado un chauvinismo versión 2.0, que yo lo leo como el producto de una deliberada política gubernamental. El gobierno, con todo el rollo de reconstrucción de nuestra identidad, recuperación de la autoestima y la orgullosa reinvención de nuestra mítica historia, nos ha llevado a un nuevo nivel de chauvinismo. Chauvinismo recargado y refrito por el vicepresidente con su liviana teorización del “pesimismo catastrófico versus el optimismo histórico”, que al final no es más que la vieja y conocida fórmula nacionalista, populista, con frecuentes rasgos autoritarios. Los satélites, los teleféricos, los Dakares y las centrales nucleares, no son desatinos o excesos, sino parte de una estrategia para deformar nuestras expectativas y poder ser manipulados políticamente con mayor facilidad. En éste caso concreto, la reacción ha sido inmediata: una millonaria inversión en Cochabamba para un mega teatro concebido para imitar y “mejorar” una mierda (pues el Festival de Viña no es otra cosa). Parece en todo caso que la fórmula ha funcionado muy bien, y así lo demuestra el renovado chauvinismo con el que se ha canibalizado a uno de nuestros mejores artistas. Lo que no está claro es cómo harán para sostener esa aventura cuando se acabe la plata fácil que financia nuestra nueva megalomanía. Otra de las razones que ha podido generar el explosivo coctel folclore/noechauvinismo/Viña, es nuestra también nueva posición frente a los chilenos. Las cosas en eso también han cambiado; hoy, como nunca, intuimos que tenemos las de ganar en el juicio en la Haya, y sentimos que estamos unidos, bien encaminados y asistidos por la razón. Creo que en esa atmósfera, hoy se nos hace más difícil aún aceptar cualquier traspié relacionado con Chile, aunque sea con una tontera como el veredicto de un jurado en un festival folclórico.