jueves, 19 de marzo de 2015

El fin de un ciclo (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-19-03-15)

Contrariamente a lo que podría dictar el sentido común, esta época de efervescencia electoral resulta más útil para el análisis y la prospección política, que la calma que habitualmente sobreviene a las elecciones. Una vez que pasen los comicios y tanto ganadores como perdedores terminen de asimilar los resultados, todos recuperarán la compostura política y harán los esfuerzos que sean necesarios para adaptarse a los nuevos escenarios. La calma postelectoral ya no nos permitirá ver, como ahora, a la política ya los animales políticos a flor de piel. Y es que no hay nada mejor que la euforia electoral para poner en evidencia los instintos, las ambiciones, los rencores, los enconos, los miedos, los complejos, y en fin, todas las bajezas y también las grandezas de los candidatos y actores políticos. En este interesante periodo entre elecciones generales y subnacionales, hemos comenzado ya a percibir que estamos frente al declive hegemónico del régimen del MAS. A partir de ahora el MAS se encuentra en un proceso de agotamiento en el que dejará de ser hegemónico, lo que no quiere decir que dejará de ser gravitante y decisivo durante mucho tiempo más, pero ya no hegemónico. El ritmo en que esto ocurra dependerá de varios factores, pero las condiciones que confirman esa tendencia están dadas. En esta nueva realidad, el presidente, sus entornos y el aparato en general, lejos de ejercer autocrítica, moderación y rectificación de algunas conductas, han acentuado sus peores rasgos. La corrupción (que ya ni vergüenza causa), el autoritarismo, el uso grosero de la justicia para fines políticos, la brutal pelea interna por cuotas de poder, el bloqueo y acoso a autoridades electas de oposición y la desconexión con la realidad cotidiana, marcan ya un camino que se caracterizará además por la creciente dificultad de contentar a los propios con plata a raudales, y por la recurrencia y acumulación de torpezas políticas. En el otro lado asistiremos al tercer entierro y a la muerte definitiva de la oposición nacional (que en honor a la verdad nunca existió), y al surgimiento de liderazgos regionales y locales, que afrontarán el duro desafío de trascender sus plazas y reinventar el discurso político del postevismo. Lo que en realidad marca este proceso, es el comienzo del fin de un ciclo y la perspectiva de un nuevo ciclo. El ciclo de reconocimientos y reafirmaciones dará lugar a un ciclo de demanda de esfuerzos y sacrificios; el ciclo de las ideologías nacionales se convertirá en el nuevo ciclo de la política local, en torno a la temática urbana y a la calidad de vida e las ciudades; el ciclo del corporativismo cederán ante el surgimiento del ciclo del redescubrimiento de los valores ciudadanos; así como el ciclo del capitalismo salvaje y del consumismo tendrá que ser reemplazado por un ciclo de mayores equilibrios. Estamos entonces en un nuevo periodo de inflexión a partir del cual estamos sentando las bases de un nuevo ciclo político. Esto obviamente no implica una ruptura abrupta, ni quiere decir que muchas de las cosas ocurridas en el ciclo que se cierra pierdan vigencia o valor, ni tampoco que la dirección del nuevo ciclo esté completamente definida. Lo que pasa es que las cosas pasan más rápido en estos tiempos, y quienes tomaron el control político del ciclo que acaba, comienzan a agotarse en su propio poder; a cocinarse en sus propios jugos diría un cocinero.

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