jueves, 5 de marzo de 2015

Chauvinismo 2.0 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-05/03/15)

Las reacciones que causaron los comentarios del Grillo Villegas acerca de la participación boliviana en el Festival de Viña del Mar causaron revuelo, pero sobre todo sorpresa por su alucinante magnitud. Nadie imaginó que un simple comentario en el Facebook pudiera desatar una ola tan violenta y una polémica tan interesante como la que se desarrolló en la página de El Llokalla, que me inspira a escribir esta columna. Si al autor del comentario y a la mayoría de la gente que todavía goza de alguna cordura nos han sorprendido las reacciones, quiere decir que algo ha cambiado a nuestro alrededor; algo serio está pasando en nuestra sociedad, y no nos damos cuenta hasta que ocurren éstas reacciones que nos dejan atónitos. Siempre nos ha gustado nuestro folklore y siempre hemos estado dispuestos a defender su autenticidad cuando otros han tratado de hacerse los vivos. De igual manera, y por razones más que obvias, siempre hemos tenido tensiones y animadversiones con los chilenos, en esto y en todas las cosas posibles. Pero algo más ha cambiado con sorprendente rapidez, y creo que eso no tiene que ver con la tolerancia y con la salud de la libre expresión, argumentos recurrentes en ésta polémica. Tampoco estoy de acuerdo con esa enorme cantidad de gente que explica los ataques contra el Grillo aduciendo que responden a un defecto consuetudinario de los bolivianos: el chauvinismo. Hasta dónde sé, el chauvinismo tiene que ver con la engañosa obsesión de pensar que lo que viene de tu país o de cultura, es siempre lo mejor del mundo. No creo que sea nuestro caso; los bolivianos, y sobre todo nosotros, las ex élites, hemos sufrido siempre más bien de un terrible complejo de inferioridad, que ha sido combustible de nuestra enajenación y alienación. Y si éramos ya chauvinistas en otras manifestaciones de la misma patología, pues entonces ahora hemos alcanzado un chauvinismo versión 2.0, que yo lo leo como el producto de una deliberada política gubernamental. El gobierno, con todo el rollo de reconstrucción de nuestra identidad, recuperación de la autoestima y la orgullosa reinvención de nuestra mítica historia, nos ha llevado a un nuevo nivel de chauvinismo. Chauvinismo recargado y refrito por el vicepresidente con su liviana teorización del “pesimismo catastrófico versus el optimismo histórico”, que al final no es más que la vieja y conocida fórmula nacionalista, populista, con frecuentes rasgos autoritarios. Los satélites, los teleféricos, los Dakares y las centrales nucleares, no son desatinos o excesos, sino parte de una estrategia para deformar nuestras expectativas y poder ser manipulados políticamente con mayor facilidad. En éste caso concreto, la reacción ha sido inmediata: una millonaria inversión en Cochabamba para un mega teatro concebido para imitar y “mejorar” una mierda (pues el Festival de Viña no es otra cosa). Parece en todo caso que la fórmula ha funcionado muy bien, y así lo demuestra el renovado chauvinismo con el que se ha canibalizado a uno de nuestros mejores artistas. Lo que no está claro es cómo harán para sostener esa aventura cuando se acabe la plata fácil que financia nuestra nueva megalomanía. Otra de las razones que ha podido generar el explosivo coctel folclore/noechauvinismo/Viña, es nuestra también nueva posición frente a los chilenos. Las cosas en eso también han cambiado; hoy, como nunca, intuimos que tenemos las de ganar en el juicio en la Haya, y sentimos que estamos unidos, bien encaminados y asistidos por la razón. Creo que en esa atmósfera, hoy se nos hace más difícil aún aceptar cualquier traspié relacionado con Chile, aunque sea con una tontera como el veredicto de un jurado en un festival folclórico.

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