jueves, 25 de agosto de 2016

La Señora de los milagros (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-25/08/16)

Los susodichos analistas políticos estamos medio obligados, con cierta frecuencia, a zambullirnos en la lectura de las benditas encuestas, vengan de donde vengan. Es parte de la pega, y no queda otra que cumplir. El menú del día será entonces la última encuesta de Ipsos, levantada el mes de agosto en las cuatro ciudades del eje troncal.

Como siempre, la encuesta trae noticias para todos, unas buenas, otras no tan buenas, y otras malas, dependiendo, sobre todo, del ojo con que se las mire. En este caso, desde mi punto de vista, las noticias para el gobierno son malas y para lo oposición son recontra malas.

La aprobación de Morales está igualita que en la misma encuesta de Ipsos realizada en el mes de junio, en 52%. Para los que quieren ver el vaso medio lleno, se trata de una buena noticia en la medida en que muestra a un presidente que aún conserva un buen grado de popularidad, después de diez años de gestión.

Para los que vemos el vaso medio vacío, la noticia es medio maluca nomás, para un presidente que, con la excepción de un par de baches con el gasolinazo y el Tipnis, siempre gozó de niveles de aprobación que estuvieron por encima del 70%.

Es también una mala noticia el hecho de que se haya quedado trancado en el 52%, porque esto desmiente la versión que el gobierno ha querido instalar este último tiempo: que el presidente se está recuperando de manera rápida y sostenida de la derrota sufrida en el referéndum.

También es una mala noticia porque creo que, si la encuesta hubiera tenido alcance nacional, el presidente no hubiera pasado raspando como en este caso, sino que se hubiera aplazado.

A Morales le ha afectado el natural desgaste del ejercicio del poder, le ha afectado la descarada corrupción que campea impunemente, le ha afectado el talante abusivo de su gobierno, le ha afectado su espíritu antidemocrático expresado claramente en su intención de ignorar las reglas de juego para quedarse en el poder el tiempo que a él se le antoje, pero también le ha afectado mucho el Caso Zapata.

Y esta encuesta no alcanzó a medir el efecto que está causando la exoneración progresiva de la Zapata, dispuesta por el gobierno. Este perdonazo judicial a plazos pactado entre el gobierno y la Señora de los Milagros, ha evitado que la sangre llegue al rio y que la diva platinada siga hablando hasta tumbarlos, pero tendrá nuevamente un alto costo en la credibilidad y la legitimidad del régimen.

Digo que es la Señora de los Milagros porque ahora que la fiscalía la ha absuelto de cuatro cargos, incluido el de enriquecimiento ilícito, los bolivianos tenemos que creer en el milagro de que una muchachita que apenas era bachiller, se hizo multimillonaria operando grandes negocios con mega empresas multinacionales, y engañando además a un gobierno entero, sin la ayuda de nadie. A ver si la señora obra otro milagro para la próxima encuesta.

Lo que sí alcanzó a medir la encuesta es el estado lamentable en que se encuentra la aprobación de la oposición, que bajó del ya malo 30%, al pésimo 22%. El dato es alarmante y debería llevarnos a todos a una profunda reflexión acerca de la crisis del sistema político en general; pero el dato también nos sugiere que podrían haber varias oposiciones, en la medida en que a los gobernadores y alcaldes de oposición, les va bastante bien en la misma encuesta.

Con la excepción de la Sole Chapetón en El Alto, que ha vuelto a bajar otros diez puntos, para situarse en un insostenible 26%; los buitres azules ya vuelan sobre ella, y parece que tendrá que encomendarse también a la Señora de los Milagros.
 

jueves, 11 de agosto de 2016

Lo que dijo el presidente (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-11/08/16)

No hay duda, una cosa es con plata y otra cosa es sin plata. Pasa en la vida real, y está claro que también le puede pasar a una gestión de gobierno.

El presidente que vi el pasado sábado en el mensaje del 6 de agosto, me ratificó la impresión de que, frente una crisis económica aun no declarada ni reconocida, el gobierno comienza a mostrar que fue uno en época de bonanza, y que ya es otro en época de escases.

Hasta en la duración del discurso presidencial se advirtió la diferencia: cuarenta minutejos en vez de seis horas; parece que cuando no hay mucho que ofrecer, el presidente se queda sin palabras. Ojo, no me estoy quejando, pues admito que lo cortito fue lo que más me gustó del discurso.

Sin embargo, debo admitir también que hubiera estado dispuesto a bancarme una horita más de alocución en obligatoria cadena nacional, con tal de escuchar algún tipo de plan o estrategia, para afrontar lo que se nos viene por delante.

Pero no hubo tal; el presidente dijo que la cosa se comienza a poner complicada, pero no nos dio ni una pista de lo que piensa hacer al respecto. Habló de ciertos problemas con una preocupante candidez, como si fuera un espectador más.

Por ejemplo dijo que estaba preocupadísimo por las cifras del desempleo, pero no nos dio una explicación de las causas, y menos aún una propuesta para revertir esa tendencia. Conminó, como quien papas pela, a sus ministros a arreglar el problema. Esperemos que alguno de ellos se le ocurra algo bueno, o por lo menos que a cada uno de los veinte ministros, no se les ocurra una cosa distinta.

Tuvo que admitir que la bajada de los precios de las materias primas nos está liquidando, pero se apresuró en recalcar que eso no era su culpa ni la de su gobierno, y que la culpa era de otros países empeñados en perjudicarnos.

Con esto dijo en realidad, y sin quererlo, que nuestra economía sigue condenada al extractivismo, y que hoy somos económicamente más dependientes que nunca. Dijo, sin querer queriendo, que después de diez años de recibir cantidades de plata inéditas en nuestra historia, no fuimos capaces de invertirla en diversificarnos. Pero claro, eso no es su culpa.

Dijo en el fondo, y por supuesto sin querer queriendo, que si no ocurre algún milagro a nivel mundial que devuelva el precio del petróleo a cien dólares, volveremos después de nuestra fugaz riqueza, a ser igualmente pobres que hacen diez años (solo que más endeudados, eso sí)

Hizo una suerte de inventario de mega obras departamento por departamento, e insinuó que dejáramos de pedirle cosas, porque ya había cumplido con la mayoría de los pedidos. Y me dio la impresión de que cree nomás en el fondo, que la plata es suya, y que nos ha hecho un generoso favor regalándonos esas obras.

Detrás de esas palabras dijo, también sin querer queriendo, que su idea de desarrollo son estas obras faraónicas que parecen satisfacer los anhelos más íntimos de sus seguidores. Dijo en el fondo que confunde desarrollo con cemento.

Dijo en síntesis y siempre sin querer queriendo, lo más preocupante: que es un presidente muy poco empapado de la compleja y aburrida gestión de problemas económicos (que no es lo mismo que gastar plata), y que sus prioridades en el trabajo no son precisamente sentarse en el escritorio a quemarse las pestañas con temas más tediosos que el proselitismo.

Dijo de última, que es más un cacique que un estadista.

jueves, 4 de agosto de 2016

Más allá del MAS (Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-04/08/16)

La pregunta del millón para los que nos interesa la política y no solamente el poder, es ¿cuán dañada se encuentra la hegemonía del MAS, y cuánto más podría durar dadas las actuales tendencias?

El anterior ciclo hegemónico, el del MNR, duró más de sesenta años, y terminó de fracturarse el año 2005. Ojo, la hegemonía no quiere decir obligatoriamente el ejercicio directo del poder desde el gobierno.

El MNR no estuvo en el gobierno durante esos sesenta años, pero fue definitivamente el eje de la política nacional, y es así como se expresa realmente un proyecto hegemónico. La gravitación de las ideas, de las políticas y de los liderazgos del MNR fue tan grande, que todo lo importante que ocurrió políticamente en ese largo periodo, fue producto, consecuencia o reacción al proyecto movimientista.

El militarismo, el mirismo, el condepismo, y muchos otros actores, procesos y políticas públicas se dieron a partir de la visión de país del Movimiento Nacionalista Revolucionario; también el gonismo fue, por supuesto, producto de aquel enorme proyecto. Nada de lo ocurrido en ese lapso se puede explicar sin lo que planteó y lo que quiso o pudo hacer el MNR, y es a eso a lo que me refiero cuando hablo de hegemonía.

La actual hegemonía masista se dio por el agotamiento interno del anterior ciclo, pero fundamentalmente porque supieron apropiarse de la acumulación de expresiones sociales de rebeldía y disidencia con el modelo, que en aquel momento eran calificadas como antisistémicas. A partir de aquellas radicalidades políticas diversas, el MAS articuló una nueva mirada de país, que reemplazó a lo anterior en el imaginario colectivo.

Luego de diez años el MAS muestra fuertes señales de agotamiento político, sin que esto termine de afectar su condición hegemónica, no solo porque sigue controlando todos los factores de poder, sino porque todo el campo político formal se mueve nomás en función al MAS.

Léase que el estar en contra del MAS o de Morales, no significa automáticamente estar fuera del esquema hegemónico del MAS, y tampoco implica que un eventual cambio de color de gobierno vaya a significar salir de la actual hegemonía. Un eventual próximo gobierno “opositor”, podría ser, en ese entendido, no solamente algo parecido, sino lo mismo.

No es sin razón que la gente intuye que nadie está representando nada realmente nuevo y alternativo, y no es por nada que la gente siente tanta aprensión e incertidumbre, cuando piensa en el futuro.

¿Será que los numerosos colectivos ciudadanos de jóvenes y de clases medias urbanas son los nuevos movimientos sociales que han comenzado a expresar esas nuevas radicalidades necesarias para un cambio real, por encima de los liderazgos políticos formales?

¿Será que esas fuerzas sociales, que hoy concentran tanta energía, serán el sujeto colectivo desde donde saldrá una nueva lectura y visión de país que nos dé un nuevo horizonte del cual enamorarnos?

¿Será que la sociedad en su conjunto quiere realmente un cambio de paradigmas y un futuro distinto para sus hijos, o será solamente la preocupación de una pequeña vanguardia intelectual urbana?

En todo caso, mientras algo así no ocurra, el MAS seguirá decidiendo y definiendo, yendo y volviendo, independientemente de los plazos y periodos electorales, pues todo y todos seguirán girando en torno a su hegemonía.

Dejo las preguntas abiertas, cuyas respuestas, tanto desde el oficialismo como desde todo lo que hoy podamos denominar oposición, seguramente deberán responderse en los próximos años.