jueves, 31 de enero de 2013

La piedra en el zapato (Columna de Opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-31/01/13)


Lo digo sin reparos ni ambigüedades: me pareció bárbara la intervención del presidente Morales en relación a nuestra reivindicación marítima, en el plenario del encuentro latinoamericano y caribeño con Europa. Estoy seguro, además, que hay un montón de gente en nuestro país que piensa lo mismo, pero que debido a sus diferencias políticas con el presidente, ha preferido asumir una posición crítica, subiéndose al carro de los que insisten con la supuesta inconsistencia de la política exterior boliviana en este asunto.
Evo Morales hizo lo que tenía que hacer, lo hizo de manera contundente, y consiguió al menos, un resultado puntual: incomodar al gobierno chileno frente a la comunidad internacional y, de alguna manera, aguarle la fiesta al presidente Piñera en su calidad de anfitrión del evento.
La molestia del gobierno chileno se vio claramente expresada en los exabruptos de Piñera, que negándose a ceder la palabra a Morales y calificando sus intervenciones de aburridas e impertinentes, mostró la hilacha en público perdiendo su habitual aplomo y sangre fría. Podrá parecer una anécdota menor, pero en el fondo no lo es; los chilenos detestan la vergüenza pública, pero además se preocupan mucho por cuidar su imagen de país ejemplar en la región, sobre todo ante los países del primer mundo. Los líos y las controversias con sus vecinos y los litigios de orden internacional, hacen de ellos los abusivos y patoteros del barrio, cosa que no solamente les molesta, sino que les perjudica en su rol de país moderno y ejemplar.
El gobierno chileno ha vivido siempre muy cómodo ignorando sus problemas con los vecinos mientras éstos mantenían un perfil bajo, pero ahora que las cosas se ponen sobre la mesa, claras y sin complejos, pierden la calma y muestran las garras torpemente. Así se debe actuar con ellos, denunciándolos permanentemente en cuanta ocasión sea posible y ventilando a los cuatro vientos la legitimidad de nuestra demanda y el abuso sistemático que han ejercido en contra nuestra, impunemente. Así se debe actuar, sencillamente porque eso los molesta y porque esa es la única manera para generar reacciones y, por consiguiente, escenarios de negociación.
El haber planteado la posibilidad de hacer negocios energéticos una vez resuelto el tema marítimo, tiene sentido y coherencia, y no es lo mismo que reactivar la propuesta de gas por mar, como algunos medios y otros astutos políticos han querido interpretar. El mensaje fue claro, y si bien fue inmediatamente desestimado por Piñera, habrá llegado otra vez a los oídos de los chilenos de a pie, que son los que cada mes tienen que pagar su cuenta de luz.
Por otro lado, el haberle arrancado al presidente chileno la declaración de que cualquier tratado es perfectible, también es un paso hacia adelante. ¿Qué todo esto parece responder a una estrategia desordenada y a una falta de política de estado? Pamplinas. No hay política de estado posible frente a un interlocutor que se desentiende del tema y que dice no a todo. La única estrategia válida frente a la indolencia es fregar e insistir en todos los frentes simultáneamente, hasta que la incomodidad les resulte insoportable. En el camino de la formalidad y el protocolo, llevamos las de perder, y siempre estaremos a la merced del pasteo y la falsa expectativa.
Una piedra en el zapato jode y cansa, y en algún momento te obliga a parar y a sacarla.

jueves, 3 de enero de 2013

El Chávez que nos duele a todos (Columna de Opinión Bajo La Sombra del Olivo-Página Siete-03/01/13)


Me da la impresión que el que más y el que menos, se siente de alguna manera tocado por el estado de salud del presidente Hugo Chávez. Finalmente, después de tanto hermetismo y de tanta especulación, el tono de las declaraciones oficiales es sombrío, y da a entender que el cuadro que presenta es sumamente complicado, y que las posibilidades de que no sobreviva son muy altas.
La escena de un ser humano enfrentando una enfermedad mortal nos conmueve a todos, independientemente de nuestras posiciones políticas, pero más aún a los hombres y mujeres latinoamericanos, quienes tenemos una cercanía real con el líder político, probablemente muy alejada del burdo estereotipo construido alrededor del él en otras latitudes.
Hugo Chávez es un grande en la política, y eso es algo que ni el más enconado reaccionario podrá negarlo; personajes de ese calibre tienen un lugar privilegiado en la historia, y será ella la que establezca el alcance de su legado político. No estamos hablando de un presidente cualquiera. Sino de un hombre que deja una huella indeleble, en su país y en la región.
En lo personal, mis opiniones y sentimientos acerca de su figura no han estado exentas de ambigüedades y dudas; la imagen del joven militar golpista me causaban en la época en que se comenzó a saber de él, el recelo propio de alguien de mi generación, espantado por definición de todo lo que pudiera tener relación con los cuarteles. Costaba tomarse en serio la idea de que, desde un país como Venezuela en aquellas condiciones, se estuviera forjando un proyecto político de envergadura regional.
Sin embargo, el paso del tiempo nos dice nomás que sin la experiencia venezolana liderada por Hugo Chávez, probablemente las cosas en el continente no se hubieran desarrollado de la manera en que lo hicieron en la última década. La influencia de su proyecto bolivariano, revolucionario o no, socialista o no, exitoso o no, ha calado hondo en todos los países de la región, incluso en aquellos que no forman parte de su bloque político. Eso no es poca cosa, aunque algunos se empeñe en decir que solamente se debe al poder de los petrodólares.
América del Sur nunca será la misma de antes, en alguna medida gracias a Hugo Chávez, que apuntó alto y lo hizo sin miedo alguno; por eso, quien sabe, es fácil amar u odiar al comandante con la misma pasión. Tanto los que comparten su sueño bolivariano y su todavía retórico modelo de socialismo del siglo XXI, como los que lo denigran como un fantoche populista y autoritario, tienen y tendrán uno y mil argumentos para seguir refiriéndose a este hombre, que se enfrentó a todo lo que parecía imposible enfrentar.
No es momento más adecuado para evaluar los resultados de su gestión, ni de las luces y sombras de sus efectos en la geopolítica continental y mundial; parece ser más bien el momento de rendirle homenaje en vida a un líder tremendamente lúcido, que tuvo el coraje de soñar con un mundo mejor, y luchar por sus ideas frente al acoso de las burguesías locales y al constante enfrentamiento de los eternos enemigos de la unidad latinoamericana.
Para los bolivianos, el rol del presidente Chávez no podrá pasar desapercibido, ya sea para quienes todavía sostienen que fue el artífice del derrumbe del viejo sistema político, como para quienes sienten que fue un aliado incondicional en la construcción del nuevo régimen. En cualquier caso, vergüenza para los que se alegran de su agonía, pensando que con aquello mejoran sus opciones electorales.