domingo, 22 de agosto de 2010

El MAS en una encrucijada decisiva (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete- 22/08/10)

Después de casi cinco años de ritmo frenético y vertiginoso, el país rueda en neutro, atrapado en una suerte de inercia y desidia que evidencian alarmantes vacíos. No hablo, desgraciadamente, de la paz después de la tormenta, de la revolución consolidada, funcionando en su nueva estructura y dando sus frutos. Me refiero a un estancamiento que se asemeja al extravío, y que más bien amenaza con poner en riesgo todo lo avanzado.

Los vacíos son múltiples, unos previsibles y hasta comprensibles, pero otros no. Entre éstos últimos destaca el desmoronamiento de la gestión política desde el gobierno. El gobierno ha olvidado cómo hacer lo que mejor sabía, y da vueltas y vueltas, mordiéndose la cola; visto desde fuera, todo parecería indicar que la salida del gabinete político compuesto por Quintana, San Miguel y Rada, le ha costado al ejecutivo la capacidad de lectura de la coyuntura, el sentido de previsión y de alerta temprana de conflictos, la aptitud para negociar y consensuar, e incluso la eficiencia del discurso. En fin, el régimen, aunque cueste creerlo, ha perdido todo su cintura política. La sagacidad y la claridad que lo caracterizó durante la primera gestión, con resultados inobjetables, hoy muestra la cara fea del poder, la de la pugna por espacios, la de las nimiedades y apetitos personales, y probablemente la de la purga propia de la sucesión.

El vacío en la gestión pública no es nuevo, pero digamos que se sentía menos cuando funcionaba bien la dirección política y cuando se estaban afrontando sus más gruesos desafíos. Uno de los pecados que comete el gobierno es asumir que los cambios en el papel (en las leyes, decretos, normas y reglamentos) son suficientes, y que podrá garantizar su viabilidad con “candados” de orden legal. No parece existir en la alta esfera de poder, la conciencia y la comprensión de que la única manera en que el proyecto se consolide es funcionando y mostrando resultados positivos, para que así la gente se apropie de ellos; ése es el único “candado” posible en el mediano y largo plazo.

Las empresas nacionalizadas serán realmente estratégicas y sostenibles, cuando demuestren a quienes se deben, que son más eficientes y transparentes que sus pares privados; solamente así se demostrará que las nacionalizaciones han sido atinadas, y se evitarán futuras tentaciones privatizadoras. Los regímenes autonómicos y de tierras, tendrán que aterrizar en una implementación que resuelva los problemas de los beneficiarios para que se adueñen de las medidas y les insuflen, desde su realidad, vida propia. Así ocurrió con la Participación Popular, que no requirió ningún candado, en la medida en que funcionó bien. Y así sucesivamente.

En el ámbito ideológico, el vacío también se expresa en la ausencia de directrices que marquen claramente el objetivo y los caminos por los que transita el proceso. Podrá ser que al presidente ese tipo de disquisiciones no le interesen mucho, o que existan corrientes internas contrapuestas, o que simplemente nadie la tenga muy clara, pero el resultado final es que en todos estos años, no se ha podido, o no se ha querido, explicitar una propuesta teórica sólida. Todavía no sabemos a ciencia cierta, qué es lo que significan el capitalismo andino o el socialismo comunitario, y menos aún sin son compatibles el uno con el otro. Coincidirá usted conmigo en que la idea del vivir bien no es suficiente para sustentar un proceso de estas magnitudes, ¿no es verdad?

Probablemente la sensación de inercia no sería tan angustiante, si desde la oposición se hubiera producido una lógica y esperada renovación luego de las derrotas sufridas. Lejos de aquello, la oposición regional, ha tomado el camino fácil de aferrarse a los privilegios que le quedan, cuando no de arrimarse al gobierno para compartirlos. Todavía no hay atisbo de un nuevo proyecto con visión nacional seria, que pueda constituirse en alternativa. El vacío de liderazgos frescos y renovados se resiente por igual, en el gobierno como en la oposición, confirmando de alguna manera que el rol de oposición lo están empezando a asumir diversos sectores sociales, carentes de una estrategia de objetivos comunes con el gobierno, o simplemente inconformes con sus expectativas de participación y de recompensa.

Así están las cosas, en una lasitud que ha minado la fe y la confianza de la gente, incluso en sectores que, hasta ahora, habían apoyado al gobierno con su voto y con sus convicciones más profundas. El sentimiento de creciente decepción en ésta ciudad, caracterizada por sus lecturas y acciones de vanguardia, debería ser una alarma centelleante para el gobierno, que tiene la obligación histórica de realizar un golpe de cintura radical, y recuperar el rumbo iniciado con tanto acierto. Aquí ya no hay disyuntiva, el poder que se les ha confiado sucesivamente debe ser utilizado para corregir con urgencia las falencias mencionadas, y hacerlo con la conciencia de que los plazos son perentorios y no admiten más errores.

Una primera señal la dio el presidente en su mensaje del 6 de agosto desde Santa Cruz; quiera Dios que aquello no quede en la retórica, por todos los sacrificios que se hicieron para llegar hasta donde estamos, y por la evidencia de que un posible fracaso no será el fracaso del gobierno, sino un salto al vació para todos los bolivianos.

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