jueves, 5 de agosto de 2010

Las toxinas del poder (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-05/08/10)

Usted ya nos conoce bien, estimado y fiel lector. Los columnistas rara vez resistimos la tentación de escribir sobre acontecimientos picantes relacionados con los políticos (y no necesariamente con la política, que afortunadamente, es otra cosa). La verdad es que nos fascinan los escandaletes que nos regalan generosamente los actores de turno, que para nosotros se traducen en cientos de metros de tela para cortar; y si bien siempre hacemos el intento de hacernos los serios y hacer algo de análisis entre pinchazo y pinchazo, lo cierto es que nos brillan los ojos cada vez que alguna autoridad dice o comete alguna estupidez.

Para fortuna nuestra, el panorama informativo de los últimos días es un auténtico vergel en el que se puede elegir entre una variedad de flores, cada una más tentadora que la otra. Parece que se ha producido una suerte de coordinación en el gobierno para opacar las metidas de pata del presidente, cuyo resultado es una avalancha de bochornos que han convertido a todos los medios en un continuo tele policial. Hay para todos los gustos: entre la detención del narco amauta presidencial, el caso del informante alemán atrapado en el medio de una trama de corrupción y una pugna de poder en el ministerio de gobierno, y la accidentada parranda del senador Surco, el formato de la columna queda corto y el material alcanza para un largo y jugoso reportaje acerca de los excesos y las vicisitudes del poder.

Escribo éstas líneas con dos días de anticipación, y por tanto no sé si el affaire Surco será ya el jueves superado por algún otro numerito oficial. Buena la que se mandó el jefe del Concejo Nacional del Cambio. Con el cuidado de no caer en el pechoño puritanismo característico de algunos ultra conservadores, habrá que decir que no es nada del otro mundo que un senador de la república se chupe la madre “hasta las últimas consecuencias”; finalmente estamos en un país de borrachos, y cada quien puede hacer lo que mejor le convenga en su tiempo libre, al margen de su investidura. Lo que sí es un exceso a todas luces es que el aludido se haya sentido con el derecho de transitar en ése estado en un auto oficial en un día y a una hora en la que la mayoría de los mortales estamos laburando.

Más que un exceso, en realidad se trata de un delito de orden público y de una seria falta ética que debería ser sancionada con el mismo rigor que exigió Surco cuando el candidato a gobernador Félix Patzi fue aprehendido con similar cantidad de tragos entre el pecho y la espalda. Moraleja oficial: nunca digas de éste Chuflay no he de beber.

Un dato curioso que me llamó mucho la atención al escuchar la noticia que relataba el hecho de tránsito, fue la reacción de los taxistas que pasaban por el lugar, que se negaron a recoger a Surco en su frustrado intento de fuga. O no lo reconocieron, o no ofreció un precio justo por la carrera, ¡o no lo quiere nadie!

Repito, no creo que venga al caso teorizar a partir de la seguidilla tropezones del gobierno, y explicar con ellos diferencias ideológicas y pugnas de poder al interior del MAS. La explicación a éste carnaval podría ser más sencilla y mundana: el goce y el disfrute desenfrenado de poder, de un régimen que comienza a aburguesarse.

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