domingo, 8 de agosto de 2010

¿Ha terminado el proceso de cambio? (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-08/0810)

Vaya paradoja: es probable que pese al exasperante clima de incertidumbre, conflicto, y frivolidad política que respiramos hace tiempo, los bolivianos estemos en la antesala de un largo periodo de estabilidad sociopolítica. Lo paradójico de la situación radica en que, en el momento en que crecientes sectores de la población perciben que el gobierno de Evo Morales comienza a caerse a pedacitos a causa de sus evidentes falencias de gestión, la realidad política sobre la que camina el proceso podría ser mucho más sólida de lo que aparenta; tan sólida como para permitirle al régimen un amplio margen para el error y la desprolijidad.

Se trata simplemente de una hipótesis que lanzo a modo de ejercicio, para intentar explicar este momento en el intrincado y muchas veces confuso proceso político de los últimos años. La idea que les planteo es que habríamos llegado ya a los límites, o a la conclusión del proceso de cambio, y que de aquí en adelante se irá asentando una nueva realidad, en la que no todos los que fueron parte del proceso quedarán contentos, y en la que tampoco todos los que estuvieron en la vereda del frente, quedarán insatisfechos.

También estoy asumiendo en este análisis, que el Movimiento al Socialismo ha generado ya cambios profundos y estructurales que probablemente señalen los caminos y los escenarios para los próximos cincuenta años, y que a partir de ahora, el partido de gobierno se convertirá en una fuerza conservadora, cuidando sus reformas, con miras a perpetuarse en el poder el mayor tiempo posible.

Lo hecho, hecho está, y hasta ahí alcanzó, para ponerlo de la manera más sencilla posible. No fue tan bueno como hubieran esperado los más idealistas, no fue tan transparente como hubieran deseado los más demócratas, no fue tan radical como intentaron los unos y los otros, ni tan comunista ni tan neoliberal, en suma, no fue ni tan bueno ni tan malo.

A no equivocarse: lo hecho no habrá sido suficiente en muchos aspectos, o no habrá tenido la suficiente claridad ideológica, pero fue un viraje del que no había antecedentes en más de medio siglo. El MAS y el presidente Morales dieron un salto gigantesco en el combate al principal problema del país, el racismo y la exclusión practicada por las viejas elites y grupos de poder; se nacionalizaron los recursos naturales sin poner al país en condición de paria internacional, como señalaban los agoreros; se realizaron transformaciones en la economía que prácticamente invirtieron la proporción de la participación estatal en relación a la privada; se abordó el tema de tierras con alto sentido de justicia histórica; se articuló un recambio y renovación de élites; se plasmaron demandas y reivindicaciones multisectoriales en una nueva Constitución Política del Estado, y se viabilizó el naciente modelo autonómico.

Todo esto se dice muy fácil, pero convengamos en que no ha sido ni poco, ni sencillo. En el MAS saben muy bien eso, y saben también que han derrotado contundentemente a sus enemigos políticos, y quien sabe por eso creen tener el derecho de permanecer en el poder indefinidamente. Además, claro está, el poder envicia, adormece y embriaga, y cuando se lo tiene en exceso, sus efectos colaterales son proporcionalmente nocivos.

Sin enemigos de peso a la vista, es probable que muchas de las actitudes recientes del gobierno, a veces muy difíciles de comprender, sean señales de una nueva conducta y una nueva estrategia política, más armonizadora, más “racional” y más tirada al centro. En ésta nueva lógica no habría lugar para radicalismos trasnochados, ni para pactos corporativos permanentes con los movimientos sociales. También se buscaría compensar las decepciones y deserciones en las plazas tradicionalmente fuertes del masismo, con guiños y coqueteos a las clases medias del oriente y del sur del país; una suerte de regreso a la alianza de clases propugnada por el movimiento nacionalista revolucionario, cuando le tocó atravesar circunstancias parecidas.

En ésta tesis también calzan los residuos de las roscas y grupos de poder económico y político de la otrora media luna. Conscientes del poder y de la fuerza del enemigo, descabezados y moralmente derrotados, la dirigencia regional parece muy antojada de reacomodarse en el tablero de poder del gobierno, y de reciclarse en la onda autonómica. Finalmente y, como siempre, de manera tardía y cándida, se habrían dado cuenta que el cuco comunista como-guaguas era nomás un invento de los medios, y que si bien perdieron parte de sus privilegios señoriales, su sagrado modo de vida no se vio afectado. También se habrían dado cuenta que las cosas en su nuevo lugar están funcionando bien para todos, y que no tendría sentido seguir enfrentándose gratuitamente a un adversario que además ha demostrado ser más sagaz e implacable. Si no puedes con el enemigo, únetele.

Esta hipótesis nos conduciría a una otra y futura paradoja: un MAS fuertemente cimentado y sustentado desde el oriente y un gobierno no solamente conciliador, sino conservador y modernista, enfrentado probablemente a la tenaz rebeldía y espíritu progresista de la ciudad de La Paz.

Pero claro, estas son puras hipótesis; sostenerlas como verdades absolutas, sería gravísimo, y significaría simplemente que el proceso de cambio a llegado a su fin.

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