jueves, 21 de octubre de 2010

Prosperidad e ineficiencia, un acertijo a resolver (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-21/10/10)

Cada día me impresiona más la cantidad de plata que circula en la economía de éste país que, teóricamente, se cae a pedacitos. Solamente en la zona sur de ésta ciudad se están construyendo doscientos edificios de departamentos, cuyos precios superan la friolera de ochenta o cien mil dólares, y por los cuales aparentemente hay que hacer cola, porque la mayoría están ya vendidos un año antes de la conclusión del edificio. No sea usted burro me dirá usted, lo que pasa es que los bancos ya no pagan intereses por los depósitos de la gente, y entonces los ex ahorristas ahora prefieren comprar bienes inmuebles y recibir por ellos jugosos alquileres.

Bueno, digamos que eso explica el descomunal crecimiento de la construcción en todo el país, desnaturalizándolo además como el principal indicador del desarrollo de una economía. ¿Y la ridícula cantidad de autos nuevos de súper lujo que uno ve pasar en cualquier parte del país, como si estuviéramos en las avenidas de un algún emirato árabe? ¿Y las filas de gente en restaurantes y boliches? ¿Y los flamantes malls en las principales ciudades, en los que la clase media se arremolina frenéticamente, como queriendo ponerse al día y recuperar veinte años de retraso? ¿Y el creciente derroche de alegría, pero sobre todo de millones en las fiestas populares? ¿Y las expectativas salariales de la mano de obra no calificada, que puede ganar fácilmente ciento veinte bolivianos diarios de jornal, y que, por lo tanto se ríe de janeiro ante la oferta de un “mísero” sueldo de mil o dos mil bolivianos?

Podríamos pasarnos la semana graficando con ejemplos la bonanza económica y explicando las particularidades de cada caso, y creo que al final coincidiríamos no más en que, en cuestión de guita, le está yendo bastante bien a casi todos, desde los más ricachones (comenzando por los banqueros que se están forrando como nunca), hasta los más pobretones, con la excepción quizás de algunos sectores de asalariados.

Razones que expliquen la Jauja también hay muchas, y todas con su respectivo peso. Que si el narco, que si los bonos, que si los precios de los minerales, que si la nacionalización del gas, que si la férrea estabilidad macroeconómica, y así un largo etcétera. Lo que me parece curioso, hasta el punto de la paradoja, es que al mismo tiempo que percibimos una notoria abundancia y prosperidad económica, percibamos también una ineficiencia gubernamental de las misma proporciones. Lamentablemente, el tema de la inoperancia es más que una percepción y responde a la triste realidad.

Y pese a la ineptitud manifiesta en cuestiones claves de gestión, la cosa fluye y la plata se mueve que da calambre; por mucho que parecen haberse empeñado desde el gobierno en despreciar el valor del conocimiento y la importancia de la eficiencia, al parecer el terror de “udepizar” la gestión ha devenido en una tremenda disciplina financiera, que a su vez ha sido terreno fértil para que las renovadas y frescas elites económicas, así como las crecientes clases medias, ejerzan con gran frescura y renovado entusiasmo, el más puro de los capitalismos.

Esta contradicción es un botón de muestra de los posibles escenarios que se vienen en un futuro cercano, de lo difícil que será identificar y diferenciar a la derecha de la izquierda y en saber quiénes son los representantes de uno y de otro lado. Las cosas podrían ser distintas a cómo se pintan ahora, en una atmósfera de polarización forzada y agravada por el racismo. Estas paradojas dejan sin dudad mucha tela por cortar.

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