jueves, 14 de octubre de 2010

Estábamos bien, en el refugio, los 33 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-14/10/10)

Escribo esta columna con un ojo en el texto, y con otro en la esquina de la pantalla de mi computadora; allí puedo ver las imágenes de la televisión chilena, que transmiten en continuo las horas finales del drama de los 33 mineros de la mina San José. Cuando ésta se publique, el día jueves, lo más probable es que ya haya culminado la operación de rescate; y también es muy probable que se habrá realizado con éxito, pues el gobierno chileno no ha dejado ni un solo detalle al azar y no ha escatimado esfuerzo alguno en su empeño por rescatar a su gente, sana y salva, además de rápido. Saben muy bien que literalmente los ojos de todo el mundo están puestos sobre Chile, y que tienen entre las manos la vida de 33 héroes que se han convertido en símbolo nacional y en el momento culminante del año del bicentenario.

¿Qué es lo que les espera a estos hombres en la superficie de éste mundo después de 69 días de encierro en el fondo de un socavón? La vida en primer lugar. La luz hermosa del cielo andino, el aire puro de Copiapó y el abrazo retenido de sus familias y seres queridos. La alegría de dejar atrás el terror de una muerte horrorosa en las entrañas de la tierra, y el agradecimiento de haber sido bendecidos con una segunda oportunidad. Todo eso, y la nueva y letal amenaza que traen consigo la súbita fama y fortuna.

¿En medio de la angustia, el hacinamiento y el agobio del encierro, sabrán ya, estarán plenamente conscientes de lo que les tocará enfrentar? Se dice que no hay gente más fuerte en el mundo que los mineros, sin importar de qué país sean, pero cargar en las espaldas el peso de ser un héroe nacional, una celebridad mundial y un casi millonario, de la noche a la mañana, se me ocurre que debe ser un peso demasiado grande para cualquier persona, más aún si éste caso se trata de gente humilde y sencilla, gente muy pobre para decirlo claramente.

Del páramo desolado y árido en el que trabajan, a los 33 les está esperando un crucero con todos los gastos pagados por el mediterráneo, un partido de homenaje del Real Madrid en el Santiago Bernabeu, otro partido homenaje en Inglaterra, creo que ofrecido por el Manchester United, un cheque de cinco millones de pesos para cada uno donado generosamente por un magnate chileno, la indemnización que seguramente tendrá que pagarles la compañía minera, los pagos por entrevistas concedidas a medios de comunicación capaces de firmar cheques de seis ceros por una exclusiva, una lista kilométrica de contratos publicitarios, alguna que otra oferta para convertirse en actores de cine o presentadores de televisión, y con toda seguridad, una infinidad de regalos y premios donados por cientos de empresas de manera oficiosa, con la intención de recompensar su coraje, pero también con la esperanza de sacar su tajada publicitaria del más real de todos los realitys que se ha visto.

La experiencia que se conoce de gente que ha sido embestida por esos cambios abruptos, dice lamentablemente que acaban mal, y que cuando se les acaba el dinero y los medios los echan al olvido (cosa que ocurrirá con certeza, al cabo de poco o mucho tiempo), los afectados terminan desarraigados de su realidad, con las familias rotas, en la quiebra y en la amargura de la gloria perdida.

Ojalá esa cruel historia no se repita esta vez. Ojalá la fama y la fortuna no demuestren ser más perversas que el peor accidente. Ojalá que el inusual final feliz sirva para mejorar el destino de miles de mineros que sobreviven emboscados por la codicia de sus patrones y el descuido de sus estados. Ojalá.

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