domingo, 12 de diciembre de 2010

El año del MAS (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-12-12-10)

A la hora de los balances de fin de año, los analistas estamos siempre bajo la presión de ponerle un nombre o etiqueta a la gestión que se va. A estos últimos doce meses, que se inician políticamente con las elecciones generales del 6 de diciembre de 2009, los bautizaré como El año del MAS. Por sobre todas las cosas, éste ha sido el año del aparato político y de la estructura orgánico partidaria del MAS, con todos los vicios y sombras que esto implica. Como cualquier partido grande que se respete, el MAS ha explicitado groseramente su estrategia de poder, y ha comenzado a pisar torpemente todos los espacios del tablero, sin importarle mucho sin están disponibles o no. Entiéndase bien, fue el año del MAS, y no el de las organizaciones sociales, ni el de los idealistas, ni el de los intelectuales que hacen parte de la periferia del poder. De ser el movimiento articulador de distintas expresiones, el MAS se ha convertido en una estructura política ni más ni menos tradicional que otros grandes partidos en la historia de este país.

Después de los cuatro años de guerra de la primera gestión, en la que se aniquiló a la oposición, éste debió haber sido probablemente el primer año de gestión, pues las aguas ya estaban como para navegar con cierta tranquilidad; lejos de aquello, fue un año de brutal consolidación de la hegemonía política. El discurso guerrero que fue absolutamente funcional a la coyuntura, se agota porque las circunstancias hacen que la realidad ya no pase exclusivamente por el debate ideológico, sino por la necesidad de bajar la idea de estado planteada, y como correlato de ello, por la acción en la gestión y en la obtención de resultados concretos. Bajar la construcción teórica a la realidad en otras palabras.

Los resultados de las elecciones generales del 2009, le dieron el boleto (o más bien el cheque en blanco) para que el gobierno arremeta con todo el poder acumulado, en la instauración de su visión de país y del nuevo estado. El empoderamiento se expresó claramente en el aparato político, en detrimento de organizaciones sociales que han contribuido al proceso, y será éste el encargado de encarar la conformación de ese país, todavía en borrador. Para decirlo de manera simple, el movimiento es cada vez menos movimiento, y el partido es cada vez más partido, allende las discusiones teóricas acerca de la naturaleza del MAS.

Encima del partido, se ha afianzado la figura intocable del presidente, que sigue estando más allá del bien y del mal, y que no ha resentido el desgaste en la opinión pública que puede tener su equipo de gobierno. El rey sigue gozando de excelente salud, mientras que la corte se ha relajado en sus conductas, y ha comenzado a mostrar la hilacha propia de las mieles del poder. Las aparentes falencias en la gestión, todavía no terminan de desportillar al régimen, a causa de un desempeño positivo de la economía que hace que las cosas fluyan, más allá de la performance del gobierno.

La máquina del poder, se ha comido a las visones más radicales y más etéreas del proceso, y de alguna manera está generando un tamiz dentro del propio movimiento donde solamente sobreviven los más fuertes y los que tienen verdadera vocación de poder. Sin embargo, todavía es pronto para decir quiénes son los ganadores de la disputa interna, que sigue siendo una suerte de misterio para la mayoría de los bolivianos.

No debe confundirse este panorama con un estancamiento o un retroceso; el cambio sigue en proceso, y se expresa en una profunda reconfiguración del poder en lo simbólico, en lo político, en lo social y en lo cultural. Seguramente el momento del cambio ya no es tan emocionante, ni tan romántico en términos ideológicos por decirlo de alguna manera, pero sin lugar a dudas sigue siendo un cambio de dimensiones y alcances muy importantes. El año del MAS a marcado una suerte de transición hacia una dirección de poder que obliga a regiones, a actores políticos y a todos los factores de poder, a un reacomodo en función de la potencia de las fuerzas dominantes.

También ha sido el propio MAS el que ha generado los embriones de su propia resistencia, por un lado a partir del rompimiento con el Movimiento sin Miedo, que se presenta como una alternativa con reales posibilidades de disputarle la hegemonía en el mediano plazo, y por otro con la suma de disidencias internas, que todavía no han cuajado en una respuesta organizada y siguen siendo voces dispersas.

El año que se va nos ha mostrado la cara menos amable del poder; el encanto revolucionario se diluye, inevitablemente, en la administración férrea de los frutos del proceso, y en la intención natural de reproducir el poder hasta los límites de lo posible. La marca del MAS en ésta etapa del proceso, es la característica de éste año y será, para bien o para mal, un rasgo determinante en lo que queda de la gestión. Así son generalmente las cosas cuando se trata de poder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario