domingo, 11 de julio de 2010

Una oposición que no da la talla (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-11/07/10)

El gobierno puede dejar la embarrada las veces que quiera, y la verdad, no importa; con una oposición como la que tiene, no hay riesgo alguno; por contraste siempre tendrá las de ganar. Durante las últimas semanas, hemos sido críticos de la conducta política del gobierno a partir de su arrollador triunfo en las últimas elecciones generales, que lejos de afianzarlo en la gestión, parece haberle arrebatado la humildad y la cintura política. La seguidilla de metidas de pata, exabruptos, poses antipáticas, y más grave, errores estratégicos y de visión histórica que ha cometido el ejecutivo, nos preocupa y a veces espanta porque da cuenta de un extravío propio de la soberbia y las miserias que causa el poder por el poder. Y sin embargo, como dice Sabina, cuando vemos lo que hace la oposición, pues da la impresión de que nada de lo antes dicho ha ocurrido, y que el gobierno es de lujo.

Se estará usted preguntando de qué oposición estoy hablando, pues está claro que oposición partidaria como tal no existe. Ya he olvidado inclusive cual es la sigla del partido (¿o agrupación?) con la que fracasó la última vez el capitán Reyes Villa; se supone que, pese a la apresurada huida del líder, esa gente debería ser el referente de la oposición y debería estar capitalizando al máximo la mala hora del gobierno. Igual pasa con el partido/empresa de Doria Medina, que, por menos cuando guarda silencio y baja el perfil, le va mucho mejor que cuando hace campaña. La oposición partidaria debería estar viviendo su hora de gloria ante esta gran chance de reivindicación que tiene delante, y debería estar brillando en su escenario natural, el parlamento. Y sin embargo, al actual parlamento habría que suprimirle el “par”, para dejarlo solo en lamento. Entre los representantes oficialistas, que apenas pueden entender el contenido de las leyes que les pasan para su atropellada aprobación, y los opositores, que tiraron la toalla desde el primer día, el congreso ha perdido la condición básica de ser el epicentro de la discusión política.

Sin detenerme a teorizar acerca de los cambios de escenarios y ejes en la disputa del poder, me limitaré a decir que, si no pasa nada en los partidos y en su espacio habitual, el parlamento, pues lo lógico sería volcar la mirada hacia las regiones, y en especial a Santa Cruz. El peso específico de la Santa Cruz en la economía nacional, su rol protagónico en el proceso que condujo al régimen autonómico y la historia esa de que a partir de allí la gran política se trasladaría y se generaría desde las regiones, nos llevan a fijarnos en los liderazgos cruceños. ¿Y qué es lo que encontramos? Pues decir poco, sería ya mucho decir.

Esta semana, por ejemplo, los titulares de prensa han sido ocupados por dos prominentes líderes cruceños que hoy son la cara de Santa Cruz; uno consolidado y el otro emergente. El consolidado (me refiero a Rubén Costas, el reelecto gobernador, si es que hiciere falta la puntualización), después de haber protagonizado un civilizado y maduro acercamiento con el poder central y con el presidente, para mejorar el funcionamiento de su gobierno departamental, se ha mandado una acusación en contra del vicepresidente, que en términos de falta de oportunidad, seriedad, contundencia y respaldo, dejan chiquitas a las ya acostumbradas acusaciones que hace el presidente Morales. Si a alguien les parecían excesivas y demagógicas las acusaciones que el gobierno lanza a los cuatro vientos, pues el gobernador cruceño se ha llevado la flor en ese lamentable concurso de temeridades. En un aparente arresto verborrágico, ha acusado al señor García Linera de recibir dineros del narcotráfico, y se ha hecho acreedor a un proceso judicial por desacato que le puede costar el cargo.

El otro líder, el emergente (por lo menos así lo muestra la prensa cruceña y las millonarias campañas en las que se victimiza y se auto halaga), es el presidente de la hasta hace poco monopólica Aerosur, y también está enfrascado en una querella con el vicepresidente. El nuevo mártir y símbolo cruceño ha anunciado dos juicios contra el vice: uno por difamación (por las cosas que habría dicho sobre Aerosur y sobre su fortuna) y otro por corrupción, basado en una declaración en la que García Linera dice que ha leído veinticinco mil libros. Preste atención a la joyita: el magnate de la aviación dice que los trabajos que he ejercido el aludido, no justifican ingresos que le hubieren permitido comprar esa cantidad de libros, y que esa es prueba suficiente para iniciarle un proceso. No crea usted que le estoy tomando el pelo, esto es verídico y personalmente he visto las imágenes en la televisión.

Esa es la talla de los liderazgos de la nueva Bolivia autonómica en un momento en que todos esperan señales contundentes de certidumbre, serenidad y seriedad. Si es cierto eso de que un buen gobierno para ser tal necesita de una buena oposición, pues que les puedo, decir: estamos lucidos.

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