jueves, 15 de julio de 2010

Para muestra un botón (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-15/07/10)

La porquería política es como un barril sin fondo. Se puede pensar que ya se ha visto todo, y sin embargo siempre hay lugar para una nueva cochinada, una nueva maniobra artera, o un nuevo escenario de miserias. Entiéndase, claro, que no estamos hablando de la política en serio, de esa que se escribe con mayúsculas; no estamos hablando de la fuerza de las ideas, ni del peso de las convicciones, ni de la variedad de las visiones del mundo, ni de la vocación por lo colectivo. Estamos hablando del rostro más conocido de la política, el de los operadores de la nada, el de los profesionales de la pequeña maniobra, gratuita y huérfana de valores.

El último capítulo del prematuro y recientemente descompuesto panorama político del país, lo están ofreciendo la flamante gobernación y la alcaldía paceñas. Como si no tuviéramos otras cosas de que ocuparnos y preocuparnos, las dos instituciones se han enfrascado en una lucha a muerte en pos de demostrar quién debe organizar las fiestas julianas. Seguramente, ambas piensan que los ciudadanos tomaremos bandos, y quien logre imponerse, obtendrá una gran victoria que le dará jugosos réditos políticos.

Nada más lejos de la realidad. A los paceños (y también a los no paceños), nos da bronca y vergüenza que la energías y los recursos de la ciudad y el departamento se estén malgastando en una disputa tan absurda como la que nos están regalando en calidad de regalo por nuestra efemérides. Y si bien el principal sospechoso de haber originado ésta ridícula pugna es el partido de gobierno, que parece que no va a perdonarnos el hecho de haber elegido la continuidad de una gestión eficiente y tranparente, la verdad es que la Alcaldía parece haber caído en el mismo jueguito. A no equivocarse: de esta pequeña pulseta no saldrá ningún ganador.

Por suerte el lío es entre amigos, hasta hace poquito aliados políticos y compañeros de lucha en el proceso de cambio, porque si no, imagínese lo que podría suceder entre enemigos. Pero bueno, más allá de lo anecdótico de la inoportuna riña de gallos, lo que aflora detrás de ella es el potencial desmadre que se avecina de la mano del régimen autonómico.

Si esto pasa hoy, repito, entre una gobernación y una alcaldía “afines”, imagínese lo que ocurrirá en un futuro posible en el que la gobernación esté en manos de tal partido, la Asamblea Legislativa departamental esté controlada por su oposición, la Alcaldía esté en manos de un tercero, y el Concejo Municipal en manos de un cuarto. Si a eso le sumamos la maraña de leyes, estatutos y reglamentos, que seguramente se podrán leer de la manera que mejor convenga a la hora de buscar potestades, pues es fácil imaginarse el cóctel explosivo que nos espera y, por supuesto, su poder y alcance destructivo.

Las autonomías suenan muy bonito en el discurso de plaza o como bandera política multiuso, pero para que aterricen y funcionen, no solamente requieren de una ingeniería financiera y legal de alta precisión y sofisticación (que todavía no veo venir), sino de una ciudadanía sólida y una clase dirigente supremamente seria y responsable. Cuidado con que la gran apuesta autonómica se convierta de entrada en el caldo de cultivo de los peores vicios de la política, y nos muestre solamente su cara más fea. Ojalá que esta estúpida pelea entre paceños sirva por lo menos como llamado de atención a los peligros que nos acechan, si no nos tomamos las cosas en serio.

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