jueves, 3 de junio de 2010

Licencia para matar (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-03/06/10)

Para desagrado de mis eventuales contertulios, soy un tipo que cuando se habla de derecho internacional, de diplomacia, y de vainas de ese tipo, pongo una sonrisa cínica de oreja a oreja. El mundo en que vivimos es una selva donde, naturalmente, manda el más fuerte, y punto. Manda el que pega más fuerte y no importa porqué pega, para qué pega y tampoco si tiene o no tiene la razón. Que las cosas sean así después de millones de años de evolución es ya de por sí malo y muy triste; pero muchísimo peor que eso es vivir un engaño colectivo que intenta hacernos creer que hemos construido una civilización en la que nuestros derechos y valores significan algo. El único valor que se respeta es el dinero, y el que lo tiene tendrá siempre la razón, y el que no lo tiene sencillamente no vale nada.

Hay algo peor que una civilización moderna darwiniana, y eso es la perversa representación montada por los poderosos para convencernos todos los días de que la justicia, la libertad y el progreso están garantizados por la democracia y el por el sistema, también democrático, de relaciones internacionales. Lo siento, no hay otra manera de decirlo: eso es una mentira, o si usted prefiere es una verdad válida solamente para los idiotas, los débiles o los pobretones; para los fuertes, rigen otros principios y otras reglas, que varían de acuerdo a sus conveniencias.

La farsa generalmente funciona como reloj suizo, para contento de los optimistas y de los que no se la creen, pero han decidido que haciendo la vista gorda, la vida es más llevadera. Pero hay veces en las que la comedia se deschapa y muestra su verdadera cara y condición, ante el estupor y el pasmo del mundo entero. Eso fue lo que pasó esta semana con la matanza perpetrada por el ejército israelí contra un convoy civil, que pretendía llevar ayuda humanitaria a Gaza. La masacre llevada a cabo en aguas internacionales no es otra cosa que una prueba monumental de que toda ésas historias sobre órdenes y equilibrios internacionales, no son más que un espejismo; una mamada para ponerlo en boliviano.

El estado judío una vez más ha actuado desde una posición que se asemeja al terrorismo de estado, y lo ha hecho además con las manos en la cintura, porque sabe que puede hacer lo que se le da la gana sin ninguna consecuencia, simplemente porque es aliado y protegido del matón del barrio: los Estados Unidos de Norteamérica. El mundo entero puede gritar su repudio y su indignación, condenar los hechos y exigir sanciones reales, y eso los tiene sin cuidado, pues saben muy bien que mientras los gringos estén delante para protegerlos, gozan de licencia para matar, y además de impunidad garantizada.

¿Y por qué la “primera democracia del mundo” tiene que exponerse al escarnio internacional, protegiendo y avalando los atropellos de su aliado? La respuesta apunta, cómo no, hacia el célebre y vil metal. Los aliados, en realidad más que aliados son medio socios, pues gravitan poderosamente en Wall Street, en Hollywood, en Washington, y en todos los “ámbitos de interés” norteamericano.

Todo mal. Pero veamos, en el caso de Israel, por lo menos está la excusa y el justificativo de que supuestamente se actúa en defensa de su seguridad nacional, en cambio el silencio cómplice de los Estados Unidos responde únicamente al interés económico.

La verdad, me consuela un poco saber que Bolivia no tiene relaciones con ninguno de esos dos países.

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