domingo, 6 de junio de 2010

Ahora es con guitarra (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-06/06/10)

Con poca pompa y circunstancia, hemos iniciado oficialmente el camino legal hacia un modelo autonómico. En La Paz, el magno evento histórico ha pasado desapercibido, y al margen de los casi obligados artículos de opinión en los periódicos, el asunto no le ha arrancado palabra a nadie. Claro, dirán los autonomistas de pura cepa: qué pueden decir los paceños sobre el asunto, si son los autores del centralismo; ese centralismo supuestamente maquinado desde la sede de gobierno para postergar perversamente a las regiones. Ya quisiéramos que así fuera, pero la realidad es otra; el paceño de a pie no tiene posición política en relación al centralismo, no tiene clara conciencia de lo que aquello significa para la gente que vive “en el interior” (en el interior de qué, siempre me he preguntado), y ni siquiera tiene muy claro el perjuicio que el centralismo representa para su propio departamento.

En los otros departamentos del país, al parecer la fiesta también fue medio apática y deslucida, para algunos porque lo conseguido no guarda relación con lo demandado, para otros por el escepticismo de que lo conseguido realmente funcione frente a un gobierno demasiado fuerte y demasiado centralista, y para otros porque finalmente dudan de lo que realmente estaban pidiendo y de lo que han conseguido a cambio.

Pese a todo, la dirigencia cívica, política y empresarial de las regiones se ufana de ser autora de la conquista de la autonomía, y de aclarar en toda ocasión que el gobierno del MAS tuvo que subirse al carro a último momento y muy a regañadientes, porque no creen en el modelo, y que la victoria fue posible pese al MAS, y no gracias a él. Dice el refrán, algo así como que las derrotas son huérfanas y las victorias tienen muchos padres; y curiosamente aparecen padres putativos que desde el poder que detentaron en algún momento, nunca hicieron nada por las autonomías. Todo ocurre tan aprisa y todo se olvida también tan rápido, que nadie se acuerda que el antiguo régimen (el que cayó en octubre de 2003) fue el más enconado enemigo de las autonomías. Para los partidos tradicionales, la descentralización administrativa y el desarrollo del municipalismo eran caminos más que suficientes, y sus líderes se referían en privado a las autonomías como la Caja de Pandora que nunca se debía abrir.

Pero vamos a ver, las cúpulas de aquellos partidos no estaban constituidas por collas odiadores de las regiones; todo lo contrario, tanto en el MNR, como en la ADN, el MIR y la UCS, los pesos pesados eran orientales, generalmente representantes de los poderes empresariales y corporativos de Santa Cruz. En partidos de corte liberal, fuertemente orientados al empresariado, la dirigencia cruceña tenía un poder enorme, no sólo en lo concerniente a su región, pero en cuestiones de política nacional. ¿Por qué entonces no pasó nada con las autonomías durante esos veinte años?

La respuesta bien podría ser porque las elites cruceñas se encontraban muy cómodas influyendo y manejando el poder nacional “a larga distancia”, sin necesidad de ensuciarse las manos en el barro político de la Plaza Murillo. Bastaba con ponerse de acuerdo en la designación de los ministros clave del área económica, que garantizaran los favores, las dádivas, las concesiones y los perdonazos, sin importar el color del partido o el nombre de la coalición. Las elites cruceñas no solamente convivieron perfectamente con el poder central, sino que se beneficiaron groseramente del centralismo, el que de alguna manera controlaban. Cuando había que meterle más presión al gobierno por algún negocio en particular, avivaban a las masas echando mano del inflamado discurso autonómico, que además los convertía en héroes locales; una vez arreglado el asuntito, no se volvía a hablar del tema por un buen tiempo, así se hacía uso de la banderita autonomista, para beneficio de grupos de poder económico y político (que en esta caso eran los mismo).

De aquí en adelante ya no hay excusas. Más allá del evidente y largo proceso de ajustes que se viene para viabilizar en la práctica el nuevo modelo, las regiones están obligadas a partir de ahora a administrar eficientemente sus recursos, a planificar su desarrollo y a responder sobre todo a las necesidades y a las demandas políticas de sus propias bases. Desde ahora el fantasma del enemigo anti autonómico ya no podrá ser utilizado para explicar los males que las eternas dirigencias, incrustadas en los partidos y por consiguiente en el poder central, nunca tuvieron interés en resolver. Ahora, la cosa es con guitarra.

Lo interesante es que los que tendrán que mostrar las uñas de guitarreros, son los mismos que hicieron uso práctico del centralismo y uso demagógico de la autonomía. Interesante para los espectadores digo, pero seguramente dramático para los habitantes de las regiones, que lucharon y creyeron en un cambio a través de la lucha autonómica y que hoy solamente ven una nueva estructura administrativa, con los mismo de siempre por delante.

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