domingo, 23 de mayo de 2010

Navidad adelantada (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-23/06/10)

Al gobierno del MAS se le podían criticar muchas cosas, pero propios y extraños, simpatizantes y opositores, izquierdistas y derechistas, indios, blancos, altos y rubios, coincidíamos en que en el área política, el olfato y la sagacidad del partido de gobierno eran certeros. Detrás del caos institucional y el desorden administrativo, el gobierno siempre supo mostrar agudeza y sentido de la oportunidad política y con ello, más que con otras capacidades, fue sorteando problemas de distinta magnitud con relativo éxito. Su capacidad de lectura política, relacionada con sus fuertes vínculos con la sociedad, la valentía y la honestidad intelectual al momento de tomar iniciativas y la gran credibilidad para comunicarlas, eran a juicio de muchos, la gran fortaleza del MAS y de su jefe, el presidente del estado.

Hoy, es difícil decir lo mismo. A partir de las elecciones generales de diciembre del año pasado, una seguidilla de errores de diferente calibre, acusan una evidente pérdida de cintura política. Muchas razones podrían explicar ésta súbita atrofia, y todas son preocupantes. Podría ser que el último cambio de gabinete, en el que teóricamente se prescindió de los servicios de varios Rasputines, esté cobrando factura; posible, pero poco probable, pues los Rasputines nunca desaparecen del todo. Podría ser también que las peleas intestinas por espacios de poder y por el rumbo ideológico del proceso estén causando más despelote del que humanamente se puede controlar; posible pero parcialmente, pues lo ideológico, hasta ahora, no parece quitarles mucho el sueño. O podría ser que los resultados de la elección de diciembre hayan sido interpretados por el presidente como una señal de que tiene el poder absoluto por término indefinido, y de que además ya no es necesario que escuche ni consulte a nadie para meterle; ni a su entorno, ni a sus bases, ni a sus amigos, ni a sus enemigos, ni por supuesto a los medios. Quiera Dios que no sea ésta la razón, pero es la más probable.

En éste rosario de errores y metidas de pata, hay de todo precio. Unos son gratis, es decir no tienen consecuencias políticas graves; otros son un poco más costosos, y algunos, como el del artículo ocho de la Ley de Transición hacia los Gobiernos Autónomos, pueden resultar carísimos. La movida del gobierno para deshacerse de los tres prefectos opositores es innecesaria, inoportuna y contraproducente.

Innecesaria digo, porque la talla y las condiciones de éstos adversarios a los que supuestamente habría que tumbar a cualquier precio, no ameritan una operación de ésa envergadura. Los tres aludidos, cada uno con sus particularidades, están de por sí bastante fundidos; el oficialismo ha crecido significativamente en sus plazas, se les ha acabado la piedra libre con la instauración de las Asambleas Departamentales, no tienen visión ni proyecto nacional, pero sí están nacionalmente desprestigiados por sus vinculaciones con la violencia, el terrorismo y el separatismo.

La maniobra, porque no es otra cosa que eso, es también inoportuna por razones obvias. Quiérase o no, los gobernadores acaban de ser legitimados por el voto de la gente Suspenderlos ahora es una provocación demasiado grande, que va más allá de los sindicados y que causará una lógica reacción en la ciudadanía, que se sentirá burlada (inclusive quienes no votaron por los prefectos ganadores). En la lógica del gobierno, hubiera sido mucho más inteligente y precavido, dejar el tema para más adelante, cuando se discuta la Ley Marco de Autonomías.

Dos cosas quedarán impresas de manera indeleble en la imagen del gobierno de aquí en adelante. Que realmente no tienen vocación autonómica, pues han desairado a los pueblos indígenas y a las regiones al no haber buscado los consensos necesarios en ésta etapa crucial. Y que tampoco tienen, ni nunca tuvieron vocación democrática. Pese a que éste proceso fue desde sus gérmenes ampliamente democrático y participativo, con éste grosera acción, se abona el terreno y se justifica a los que han explicado sus sucesivas derrotas con el argumento de que vivimos en una dictadura desde hace cinco años. La mancha del autoritarismo y del centralismo demagógico camuflado detrás de un discurso autonómico falso, podrían ser un alto precio a pagar por el gusto de defenestrar a “los últimos enemigos del proceso”

Menudo favor el que se les ha hecho a los gobernadores electos. De corruptos han pasado a ser víctimas. De conspiradores y secesionistas, han pasado a ser defensores y paladines de la democracia. De rosqueros y logieros, han pasado a líderes y conductores de movilizaciones masivas. De imputados, a símbolos de la legalidad y del derecho. De instigadores y violentos, a manifestantes pacifistas (pues dudo que esta vez vuelvan cometer el error que el gobierno está esperando que cometan). Para ellos, la navidad se ha adelantado y Papá Noel llega en mayo con un regalazo que ni siquiera habían pedido.

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