lunes, 2 de abril de 2012

Cuando el tiro sale por la culata (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-01/04/12)


Un gobierno con discurso y pretensiones revolucionarias debería tomarse muy en serio el tema de la cultura. Al contrario de lo que ocurre con gobiernos convencionales e intrascendentes, en los que la cultura ocupa un lugar ornamental y su gestión es relegada a funcionarios de tercer nivel, los regímenes que se proponen operar cambios profundos conciben el campo cultural como un factor estratégico, de igual o mayor importancia que la propia economía.
La historia contemporánea mundial y la nuestra propia, nos muestran cómo la cultura, concebida como elemento esencial de producción ideológica y de construcción simbólica, ha conseguido trascender y perdurar mucho más allá de los ciclos y los proyectos políticos que en su momento la fomentaron y ahijaron.
Los legados culturales de las revoluciones soviéticas y cubanas encarnaron los valores e ideales que aquellos proyectos buscaron realizar, e incidieron en su historia y en el mundo entero, más y mejor que sus resultados sociales. La revolución del 52 en nuestro país tuvo también el cuidado político de incubar un aparato cultural que le acompañó en su gravitación nacional por casi medio siglo, y para no remitirnos solamente a tiempos remotos, bastará con fijarnos en el intenso y sostenido esfuerzo que realizan gobiernos como el de Venezuela o Ecuador en el ámbito cultural; Chávez y Correa, más allá de sus diferencias y estilos de liderazgo, comprenden a cabalidad la importancia y el valor político de la cultura, e invierten cuantiosos recursos en el potenciamiento de las artes y el intelecto.
En casa, el gobierno del MAS ha empleado hasta el momento gran parte de sus energías en desmontar y asfixiar las precarias estructuras estatales dedicadas a la cultura, con el argumento de que tales expresiones tienen un carácter elitista y alienante, que no corresponden al espíritu étnico e intercultural del proceso de cambio en curso. Bajo los mismos argumentos esgrimidos líneas arriba, creo que tienen todo el derecho de imprimirle a la gestión cultural el sello y la identidad que postulan en su discurso ideológico, y, si fuera necesario, hacer tabla rasa con todo lo anterior; pero lo que no puede ocurrir es que se desarme un andamiaje, por muy pobre que haya sido, sin construir uno nuevo y alternativo.
En los hechos, no he visto nada relevante en los seis años de gobierno de Evo Morales, ni nada que se parezca siquiera a una política cultural seriamente planificada. Al margen de alguna que otra ocurrencia discursiva o el natural desarrollo del folklore (una fuerza viva que no necesita del apoyo de nadie), lo único que se ha hecho es elevar burocráticamente la cultura a rango de ministerio; un ministerio abocado a la escenificación de la simbología del poder, que en rigor de verdad, debería llamarse ministerio de propaganda y proselitismo.
El último lanzamiento estelar de dicha repartición, anunciada con bombos y platillos a través de su inverosímil “Unidad de Grandes Eventos”, fue la entrega de los novísimos premios Eduardo Abaroa, a la trayectoria de artistas e intelectuales del país; un concurso improvisado para la celebración del Día del Mar (¿alguien me puede explicar por favor qué tiene que ver un premio a la cultura con Eduardo Abaroa y con el mar?), en base a una apresurada y ambigua convocatoria que busca “promover y fortalecer la educación cívico patriótica y realzar el fervor patrio de todos los bolivianos”.
Lo que no fue improvisado fue la pompa y circunstancia del acto de entrega de diplomas, medallas y cheques a los elegidos; alfombra roja y ambientación hollywoodense en el más importante centro de eventos de la ciudad de Santa Cruz; fiesta, luces, música a raudales, desfile de autoridades y toda la parafernalia del caso para premiar a dieciséis paceños, dos cochabambinos, un orureño y tres cruceñas… ¡Dos reinas de belleza y una deportista!
¿Creyeron los astutos organizadores que hacer la fiesta en Santa Cruz y al “estilacho cruceño” era un seductor guiño político a la cruceñidad y sus nuevos amigos del oriente? Obviamente no fue así, y el coqueto gesto causó, por el contrario, una ola de indignación en los ambientes intelectuales y artísticos de la ciudad. Con toda razón, se alzaron voces reclamando el desequilibrio regional de los elegidos, el reforzamiento gratuito de los peores estereotipos de frivolidad y la falta de capacidad para valorar la creciente actividad cultural que se desarrolla en la otra Santa Cruz, menos visible pero no por eso menos rica.
No quisiera con esta crítica desmerecer los méritos personales de los premiados, a quienes les sobran credenciales para éste o para cualquier otro premio de cultura. Lo que indigna es la liviandad de las autoridades al utilizar recursos públicos en un proyecto desprolijo que, lejos de promover y premiar la cultura, ha generado ronchas y malestares. Flaco favor le han hecho al arte, a la cultura y a los artistas con un evento con tufo a proselitismo electoral prematuro, además, mal hecho.

2 comentarios:

  1. "La tendencia a la agresión es innata, independiente, instintiva disposición del humano...se constituye en el poderoso obstáculo a la cultura." S. Freud

    La agresión programada y planificada, en una "revolución", pues hacen todo menos acercarse a proteger y cultivar una cultura.

    La cuestión de fondo es pues si una "revolución cultural" es una oximoronía. Los actos y celebraciones son meniales.

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    1. OK... pero solo para que te dejes de hacer al super culto y te dejes de rebuscar tus palabras:

      "La cuestión de fondo es pues si una "revolución cultural" es una oximoronía" (no existe esa palabra) tal vez querías decir: "una "revolución cultural" es un oxímoron"

      y... "Los actos y celebraciones son meniales"

      Qué quieres decir con meniales?

      DUDAS:


      http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=oximoron%C3%ADa

      http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=menial

      Saludos.

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