jueves, 30 de septiembre de 2010

Chávez para rato (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-30/09/10)

Los carroñeros de la política criolla, los que deben esperar por las sobras en el piso para existir quince minutos más, estaban ya salivando y frotándose las manos a la espera de qué cosita podía caerles de la mesa de las elecciones legislativas venezolanas. Alguno que otro despistado, como el jefe de Unidad Nacional, incluso se aventuró en el Facebook a una apresurada interpretación de los resultados, anunciando el fin del chavismo. Ese reflejo de intentar sacarle tajadita y rédito político a cualquier cosa que ocurra en Venezuela, es en realidad un rasgo característico de toda la derecha. Se afanan en seguirle la pista a Chávez hasta el último detalle, y se acaloran con todo lo que dice y con todo lo que hace, en la lógica de que la salud del régimen venezolano es determinante para nuestro país, y por tanto para sus posibilidades de poder. Si cae Chávez, caerá Evo.

En ésa línea de razonamiento, la subsistencia política y económica de Evo Morales y del MAS, está sujeta casi exclusivamente al destino de Hugo Chávez; Evo es simplemente un sirviente (como deben ser todos los indios), que fue colocado en donde está y que no podría sobrevivir un día sin las instrucciones y los dólares del dictador caribeño; lo que se hace en Venezuela, se lo copia en Bolivia a simples órdenes del patrón. En esa misma lectura, Evo llegó al poder gracias a una conjura internacional liderada por Chávez; no existe ningún proceso que explique lo ocurrido; este es un accidente causado por Chávez, y si se muere el perro, se mueren las pulgas.

Así piensan, así leen la política, así comprenden la historia…y así también les fue.

El resto de la gente, vemos a Chávez como un referente importante, que ha hecho enormes esfuerzos para articular un proyecto político de izquierda en la región. Sus aliados más cercanos son evidentemente Bolivia, Cuba y Nicaragua, pero su relación política es también muy estrecha con Argentina, con Paraguay, con Uruguay, y con Ecuador. Incluso ha mantenido un lazo importante con Brasil, que al parecer ha renunciado al liderazgo político de la región, apuntando mucho más alto, a hacer valer su envergadura en un reacomodo de los pesos y contrapesos mundiales.

La personalidad histriónica y exultante del presidente de Venezuela podrá caernos simpática o antipática; es verdad, el hombre tiene un estilo que puede resultar irritante incluso para quienes comparten sus ideas. Pero más allá de su hábil y brillante retórica, debo decirlo, cada vez que me tomo la molestia de escuchar alguno de sus interminables discursos, no hago otra cosa que confirmar la tremenda solidez y congruencia ideológica de sus discurso. Las ideas y la propuesta política son impecables, pero claro, habrá que estar en Venezuela para ver si la lucidez del discurso tiene un correlato con la realidad.

Por lo pronto, la caída de los precios del petróleo, la ayuda financiera a países amigos, y la galopante corrupción, parecen estar cobrándole la factura al régimen, que ha perdido el control de la asamblea, y con ello el poder discrecional del que gozaba. El resultado tiene pinta de frenazo de alerta y acusa el natural desgaste de once años de gestión, pero no implica obligatoriamente el final de la revolución. Chávez sigue contando con el apoyo de más de la mitad de la población, en una elección en la que él no era el candidato. La reacción a éste traspié no se hará esperar, y seguramente se va a traducir en una adelantada y furiosa campaña presidencial, escenario en el que el hombre sabe moverse muy bien.

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