domingo, 5 de septiembre de 2010

Chile en los ojos del mundo (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-05/09/10)

La historia de los treinta y tres mineros chilenos atrapados en la mina San José, tiene todos los elementos para haberse convertido en un drama transmitido en tiempo real a través de centenares de medios de comunicación, urbi et orbi. En ella se entremezclan todos los ingredientes necesarios para cautivar la atención de periodistas, y mantener en vilo a la opinión pública mundial, que sigue minuto a minuto el calvario de este grupo de trabajadores, como si se tratara de una telenovela, de duración indefinida y de desenlace incierto. Es la trama perfecta en la que confluyen relatos de valentía heroica, de oscuros manejos empresariales, de corrupción funcionaria, de administración de crisis política y de manejo de imagen internacional. Un verdadero cóctel explosivo en un escenario cuyo telón de fondo es ni más ni menos, que la celebración del bicentenario de Chile.

La afluencia al lugar de los hechos de periodistas, familiares, técnicos, autoridades, científicos de la NASA y curiosos, es de tal magnitud, que hasta el momento se han producido ya tres accidentes de consideración en el camino que conduce a la célebre mina. El sitio, que hasta hace algunas semanas no era más que un páramo desolado, hoy parece una feria en la que las familias afectadas deben convivir con un interminable espectáculo mediático.

Vivimos en un país con larga tradición minera, y sabemos del espíritu aguerrido y de la fortaleza de carácter de los trabajadores del subsuelo, y sin embargo no nos dejó de conmover hasta las fibras más íntimas, la reacción de los mineros en su primer contacto con el presidente Sebastián Piñera. Luego de diez y siete días de angustia, sin saber qué les depararía el destino, el primer reflejo del líder del grupo, fue preguntar por el destino de uno de sus colegas que iba saliendo del lugar en el momento del derrumbe. Cuando el primer mandatario le comunicó que no había habido víctimas en el derrumbe, se escucho el estallido de júbilo de todo el grupo. No hubo ni quejas, ni lamentos, ni exigencias de ningún tipo, solamente la más conmovedora muestra de humanidad y solidaridad que terminó de consolidar la empatía y la admiración de propios y extraños hacia los afectados.

“Estamos bien los 33 en el refugio” fue el mensaje escrito en un papelito que conmocionó al mundo, y dio la talla de estos hombres, en un momento en que las esperanzas comenzaban a esfumarse. Pero no todo es grandeza en ésta cruda historia. Detrás de los esfuerzos denodados del rescate, de la eficiencia y coordinación de las labores y de la solidaridad genuina de todo un país, se esconden las causas sórdidas que ocasionaron el desastre. La codicia irresponsable y criminal de los dueños de la empresa minera resalta como la principal razón, pero no es la única. Si bien hasta el momento no se han establecido responsabilidades definitivas, los antecedentes y la opinión de gente involucrada, apuntan a la mezquina negligencia de los empresarios, que no habrían cumplido con las precauciones de rigor y tampoco habrían reaccionado a las señales y advertencias que hacían prever el desastre, en aras, claro está, de maximizar las utilidades de su negocio. Los antecedentes de la empresa no hacen otra cosa que acentuar las sospechas: la mina había sido clausurada ya una vez por inobservancia de medidas de seguridad, y se dio modos, aún no esclarecidos, para obtener la autorización para reanudar los trabajos de explotación.

La sombra de corrupción en las entidades públicas involucradas y de graves deficiencias en el aparato normativo de la actividad laboral en general, se cierne sobre un estado que se precia de una reputación de eficiencia, seriedad y sólida institucionalidad. ¿Pero es ésta la realidad del sistema institucional chileno? ¿La imagen internacional de modernidad y de ejemplo de desarrollo, condice con el dudoso funcionamiento de sus entidades públicas y privadas? En suma, ¿Será Chile ese pedacito del primer mundo en el continente, o un país latinoamericano más, con todas las contradicciones que ello implica?

La duda de la imagen frente a la realidad, se hace razonable a la luz de éste último incidente, sumado a las polémicas controversias que sucedieron al terremoto de principios de año. En aquella ocasión, tal como sucede ahora, se desnudaron mortíferas fallas en el mando militar de la Armada, en el ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia), en el SHOA (Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile), en el sistema de defensa civil y en la normativa de construcciones civiles.

Seguramente la situación chilena no se halla en ninguno de los dos extremos; Chile no es Haití, y tampoco es Suiza, pero lo cierto es que se está jugando el todo por el todo por conservar su imagen internacional, elemento vital para la atracción de capitales externos y para su vinculación económica con el mundo desarrollado. En el orden interno, el manejo de la crisis es un tremendo desafío político para el novel gobierno de la Alianza, con un saldo positivo a la fecha (el presidente Piñera ha subido diez puntos en su aprobación).

El terremoto y la tragedia de los mineros han sido dos pruebas de fuego para los chilenos, en un año emblemático y complejo a la vez; los festejos del bicentenario se llevarán a cabo bajo la lupa del mundo entero, que mira con atención a un país que cabalga, a horcajadas, entre la anhelada modernidad y el atávico subdesarrollo.

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