jueves, 21 de febrero de 2013

Violencia familiar, ¿problema de otros? (Columna de Opinión-Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-21/02/13)


La violencia contra las mujeres y la violencia dentro de las familias en general, son temas complejos desde todo punto de vista; como columnista y opinador público, resulta también complicado referirse al tema, sin caer en reflexiones moralistas, en obvias generalizaciones, o en enfoques particulares desde lo jurídico. Pero tampoco se puede dejar de escribir acerca de un asunto tan desgarrador, que nuevamente se ha instalado en la agenda pública, a partir de varios casos de alto perfil mediático, que parecen haber marcado un nuevo límite de tolerancia desde distintos niveles de la sociedad.
¿Qué se puede decir al respecto cuando todos sabemos que se trata de un fenómeno horroroso, que persiste en todos los niveles sociales, y que es de alguna manera socialmente aceptado a partir del silencio cómplice generalizado? ¿Podemos seguir pretendiendo que todo está bien a partir de la ilusión de que somos una sociedad moderna y civilizada en la que ese tipo de cosas no deberían pasar, a sabiendas de que la realidad es otra? O peor aún, ¿Seguiremos engañándonos con el argumento de que eso ocurre solamente en estratos pobres e incultos y que, por tanto, los salvajes que les pegan a sus mujeres son otros, o son pocos? No lo creo.
Para no caer en el simplismo y en la demagogia, creo que es sano empezar por asumir que la violencia intrafamiliar es un fenómeno transversal que trasciende los estratos socioeconómicos y que afecta a una gran parte de las familias bolivianas, sin importar si éstas son ricas, pobres, rurales, urbanas, de oriente o de occidente.
También debemos asumir y admitir que si bien las mujeres son las que peor parte llevan, los niños y los ancianos también son objeto de violencia dentro del hogar, expresada de diversas maneras, unas explícitas y otras no tanto. En esa línea de razonamiento, podemos llegar rápidamente a la conclusión de que el abuso y la violencia en la familia son un rasgo cultural propio de nuestra sociedad y, probablemente, del mundo entero.
Si así es, la verdad es que no sé muy bien qué es lo que aquello significa, pero sí puedo imaginar que cualquier tipo de solución implicará esfuerzos monumentales y colectivos desde múltiples frentes. El tema es gravísimo en la medida en que sabemos que afecta a millones de personas que sufren maltratos en silencio, condenadas a la indefensión porque hemos decidido hacer la vista gorda ante una práctica social y culturalmente aceptada.
Hay que decir también sin tapujos que la tolerancia a esta iniquidad cotidiana se debe también a la aquiescencia de los hombres, quienes son los mayores perpetradores de violencia, lo que convierte esta lucha en una cruzada también contra el machismo y el patriarcalismo como semillas de la violencia.
La magnitud del problema no debe impedir que se hagan cosas, aunque sean insuficientes. En ese sentido la Ley Contra la Violencia hacia la Mujer es un paso bien dado que de alguna manera va a contribuir a la toma de conciencia de derechos y al estímulo de denuncias de parte de mujeres abusadas. La Ley contra el Racismo y la Discriminación no ha resuelto, lo sabíamos, otro de nuestros grandes problemas, pero ha servido más de lo que se piensa para generar conciencia y marcar límites.
Todo esfuerzo orientado a poner el dedo en la llaga es bienvenido, pero insisto en que el primer paso debe ser la toma de conciencia colectiva de que el tema no es ni remoto ni ajeno, y que la violencia que se evite será para proteger a nuestras esposas, a nuestras hijas, a nuestras hermanas y a nuestras vecinas.

martes, 19 de febrero de 2013

El Papa en su laberinto (Artículo de Análisis-Suplemento Ideas-Página Siete-17/02/13)



            Todo lo que viene del vaticano y de las altas esferas de la iglesia católica viene en clave de misterio. Las enredadas y turbias señales detrás de los mensajes eclesiásticos tienen para la mayoría de la gente incluso un aire tenebroso, y ese es, quien sabe, uno de los principales problemas de la iglesia católica. Los códigos que de allí emanan se asemejan horriblemente a los del poder político y financiero, tan desacreditados y venidos a menos en todo el mundo.
La sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI aduce la falta de fortaleza física y espiritual para ejercer una labor probablemente más compleja y más demandante que la de cualquier presidente de una potencia mundial; en ese sentido, la medida que toma Ratzinger podría ser bastante lógica: si el cuerpo y el alma ya no le permiten mantener el ritmo de trabajo adecuado, merece la pena asumirlo, aún a costa de romper una larga tradición que establece que el cargo es vitalicio y que se lo debe ejercer hasta el último aliento.
Sin embargo, me da la impresión de que no es caso, y que más allá de su edad avanzada y de sus naturales achaques, el hombre ha tomado una decisión política extrema de gran significado, que tiene que pesarle al poder establecido de la iglesia. En realidad se ha rendido ante las presiones y las intrigas intestinas del Vaticano, pero lo ha hecho pateando el tablero, y de esa manera cargándoles la responsabilidad de la crisis a quienes seguramente se ocuparon de asfixiar todos los intentos que hizo para imprimirle sesgo propio a su papado. Me derrotaron y me voy, pues no estoy dispuesto a ser el Papa que solamente administró el pesado legado de Juan Pablo II, se lee en su renuncia.
Y es que suceder al polaco Karol Wojtyla, se sabía, no iba a ser tarea fácil para nadie que quisiera afrontar los problemas de una iglesia sumida en uno de sus peores momentos de la historia contemporánea. Detrás de la imagen mediática afable y sonriente del Papa viajero, el rebaño de devotos todavía no alcanza a comprender a cabalidad su papel en la política internacional, y su mano dura en temas de doctrina.
Más allá de los asuntos estrictamente religiosos, Juan Pablo II jugó un rol importantísimo en el derrumbe del bloque de países socialistas; no vamos a entrar en disquisiciones ni mucho menos en defensa de lo que significó el socialismo real de la posguerra, pero mínimamente habrá que decir que a partir de ese quiebre de los equilibrios geopolíticos y económicos, el Papa y sus aliados de occidente nos dejaron a merced del unipolarismo capitalista y del “fin de la historia”, con las consabidas consecuencias que hoy sufren, incluidas las potencias ganadoras. La caída del muro de Berlín fue también el colapso de un dique de contención a los excesos de un neoliberalismo con licencia para matar que, en su desboque, alcanzó rápidamente los límites de lo admisible.
En lo interno, Juan Pablo II fue un Papa duro, cuya ortodoxia e inflexibilidad le ha significado a la iglesia católica enormes costos en términos de imagen, credibilidad y sustento popular. La parte más dura probablemente tiene que ver con la permisividad y el encubrimiento de hechos de pederastia protagonizados por miembros de la iglesia, urbi et orbi.
En ese tema, tan horrendo como sensible en términos de opinión pública, Benedicto XVI intentó asumir una postura audaz y valiente (para los estándares del Vaticano), admitiendo la comisión de tales iniquidades, pidiendo perdón a nombre de la institución y abriendo posibilidades de que los hechos sean juzgados como crímenes. Esa actitud, nunca fue aceptada ni bien vista en el seno del poder.
Pero la iglesia afronta varios otros problemas acumulados, cuyo impacto en sus propias filas resulta en una imagen de decadencia. Su posición frente al uso de anticonceptivos, al matrimonio gay, a la ordenación de mujeres y al celibato sacerdotal, se suman a su relación con otras iglesias y, como no, a los escándalos de corrupción financiera y al entramado de intrigas e infidencias intestinas.
El panorama es evidentemente sumamente complejo, y requiere de un liderazgo y de una corriente interna dispuesta a tomar el toro por las astas, enfrentando cada uno de esos problemas con claridad, con energía y con mucha sabiduría. La renuncia de Ratzinger, si bien es la admisión de que ni él ni su entorno (si aún lo tuviera), tienen el poder y el respaldo para afrontar ese proceso, es también un calculado paso al costado para precipitar el giro necesario en estas circunstancias. La solución por el desastre en un laberinto sin salida aparente, para ponerlo de alguna manera.
La operación política con rasgos de autogolpe que ha realizado, debería servir para generar un escenario de cambios importantes en la jerarquía eclesiástica, en tiempos en que los católicos demandan una iglesia nueva y remozada, que responda más fielmente a los preceptos del evangelio. La realidad actual de esta entidad, que es mucho más institución que instrumento de fe, es exactamente todo lo contrario.   

domingo, 3 de febrero de 2013

Chile a destiempo (Artículo de análisis-Suplemento Ideas-Página Siete-03/02/13)


La enfermedad de Hugo Chávez, el incierto futuro de la transición venezolana, el vacío de liderazgo político regional, y el natural desgaste ocasionado por las reelecciones presidenciales, han instalado en nuestra parte del continente la sensación de declive del bloque de gobiernos denominados de izquierda o progresistas.
Esa tendencia desarrollada a ritmos algo dispares en la última década, no prendió ni en Chile, ni en Colombia ni en el Perú; el caso peruano estuvo en algún momento en duda con la elección de Ollanta Humala, cuyo discurso radical sucumbió rápidamente ante las fuerzas conservadoras de su país, diluyéndose incluso antes de su elección, en la segunda vuelta electoral. Más allá del discurso, la realidad ha mostrado que el gobierno de Humala poco o nada tiene que ver con la ola regional, ni con los postulados que permitieron su irrupción en la escena política. El apoyo y la entusiasta validación del nobel Vargas Llosa a su gestión constituyen prueba de ello.
En Colombia obviamente no hubo cambio alguno en la sucesión conservadora Uribe-Santos, salvo las rencillas personales y los dimes y diretes entre ambos. Pero el caso de Chile fue especialmente paradigmático; lejos de la izquierdización en boga, fue la Alianza por Chile (ahora Coalición por el Cambio), la que desplazo a la Concertación en las últimas elecciones presidenciales. Se supone que la derecha volvió al poder después de cuatro gobiernos y dieciséis años de gobiernos de izquierda; “na´que ver pu´”, como dirían por allá: en realidad, bajo los parámetros tradicionales, la centro derecha fue reemplazada por la extrema derecha. Hago esta clasificación con todos los reparos y salvedades del caso, siendo que para mí, el significado de izquierdas y derechas ha perdido sentido, aquí, en Chile, y en el resto del mundo.
En fin, resulta de todas maneras que, en apariencia, Chile sigue moviéndose entre una izquierda moderada y una derecha moderna, en virtud a su célebre solidez institucional y a su vocación posmoderna. Esa lectura sugiere que la seriedad y la madurez política chilena fue un factor de inmunidad que le permitió evitar caer en las aventuras populistas y los experimentos bolivarianos que calaron tan hondo en el vecindario.
Tengo dudas al respecto, y más bien creo que las señales que envía la sociedad chilena, apuntan a la posibilidad de un quiebre sistémico de rasgos similares a lo ocurrido en el resto de la región. Con cierto destiempo político, Chile podría estar en la antesala de un vuelco inesperado, en la sintonía asistémica, reivindicativa e incluso indigenista.
Sin duda la pésima gestión del presidente Piñera (de acuerdo a la opinión de los propios chilenos), ha contribuido a acelerar el desgaste de un esquema político y económico que parece haber encontrado sus límites hace mucho tiempo. Para quienes hemos vivido en carne propia estos procesos, es más fácil leer los síntomas que preceden a las crisis de estado.
Las contundentes protestas estudiantiles lideradas por frescos liderazgos como Camila Vallejos (ahora candidata a diputada), la remozada lucha sindical en centros mineros, las demandas de tierra y territorio de la esmirriada población indígena, y la progresiva reorganización de la sociedad al margen de la institucionalidad política, pueden ser “desordenes” naturales y manejables para el establishment chileno, acostumbrado a manejarlos con mano de hierro, pero vistos de afuera, tienen el tufo inconfundible de la rebelión.
El telón de fondo de este anunciado terremoto, lo constituyen la horrenda inequidad, exclusión y elitismo económico y político que se esconden detrás la imagen del Chile ejemplar. Nada más terrible que cuarenta años de duro liberalismo, que finalmente han vapuleado y arrodillado al bravo pueblo chileno, hoy preso y esclavizado por las AFP´s, las ISAPRES, la banca privada y una sociedad de consumo, en la que subsistir es un verdadero calvario.
En ese escenario de concentración de poder económico en gigantescos conglomerados en el que la cúspide de la pirámide está copada sin posibilidad de ascenso, y un sistema político cerrado y sin ninguna disposición a una reforma real, el discurso que se cuece en las calles (más allá de Las Condes en Santiago, obviamente)  es el de los movimientos sociales, la participación ciudadana y el cambio de modelo económico. ¿Le suena familiar, verdad?
Otro síntoma de agotamiento del sistema político se expresa en el escenario electoral; la alianza oficialista ha iniciado las internas con una carrera entre un “viejo” político tradicional, Andrés Allamand (RN), y un ex independiente sacado del sombrero cuya plataforma para ser presidente es haber rescatado a los 33 mineros, Laurence Golborne (UDI). En la concertación, la mirada hacia atrás y las encuestas parecen imponerse, y está medio cantado el retorno de la Bachelet.
Todo apunta al regreso de la presidenta a la Moneda, pero ojo con las segundas versiones. Si la virtual próxima presidenta no logra comprender que la situación de su país no es ya la misma, podría convertirse en otro Sánchez de Lozada, que con su ciego regreso precipitó lo que hoy todos conocemos. 

jueves, 31 de enero de 2013

La piedra en el zapato (Columna de Opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-31/01/13)


Lo digo sin reparos ni ambigüedades: me pareció bárbara la intervención del presidente Morales en relación a nuestra reivindicación marítima, en el plenario del encuentro latinoamericano y caribeño con Europa. Estoy seguro, además, que hay un montón de gente en nuestro país que piensa lo mismo, pero que debido a sus diferencias políticas con el presidente, ha preferido asumir una posición crítica, subiéndose al carro de los que insisten con la supuesta inconsistencia de la política exterior boliviana en este asunto.
Evo Morales hizo lo que tenía que hacer, lo hizo de manera contundente, y consiguió al menos, un resultado puntual: incomodar al gobierno chileno frente a la comunidad internacional y, de alguna manera, aguarle la fiesta al presidente Piñera en su calidad de anfitrión del evento.
La molestia del gobierno chileno se vio claramente expresada en los exabruptos de Piñera, que negándose a ceder la palabra a Morales y calificando sus intervenciones de aburridas e impertinentes, mostró la hilacha en público perdiendo su habitual aplomo y sangre fría. Podrá parecer una anécdota menor, pero en el fondo no lo es; los chilenos detestan la vergüenza pública, pero además se preocupan mucho por cuidar su imagen de país ejemplar en la región, sobre todo ante los países del primer mundo. Los líos y las controversias con sus vecinos y los litigios de orden internacional, hacen de ellos los abusivos y patoteros del barrio, cosa que no solamente les molesta, sino que les perjudica en su rol de país moderno y ejemplar.
El gobierno chileno ha vivido siempre muy cómodo ignorando sus problemas con los vecinos mientras éstos mantenían un perfil bajo, pero ahora que las cosas se ponen sobre la mesa, claras y sin complejos, pierden la calma y muestran las garras torpemente. Así se debe actuar con ellos, denunciándolos permanentemente en cuanta ocasión sea posible y ventilando a los cuatro vientos la legitimidad de nuestra demanda y el abuso sistemático que han ejercido en contra nuestra, impunemente. Así se debe actuar, sencillamente porque eso los molesta y porque esa es la única manera para generar reacciones y, por consiguiente, escenarios de negociación.
El haber planteado la posibilidad de hacer negocios energéticos una vez resuelto el tema marítimo, tiene sentido y coherencia, y no es lo mismo que reactivar la propuesta de gas por mar, como algunos medios y otros astutos políticos han querido interpretar. El mensaje fue claro, y si bien fue inmediatamente desestimado por Piñera, habrá llegado otra vez a los oídos de los chilenos de a pie, que son los que cada mes tienen que pagar su cuenta de luz.
Por otro lado, el haberle arrancado al presidente chileno la declaración de que cualquier tratado es perfectible, también es un paso hacia adelante. ¿Qué todo esto parece responder a una estrategia desordenada y a una falta de política de estado? Pamplinas. No hay política de estado posible frente a un interlocutor que se desentiende del tema y que dice no a todo. La única estrategia válida frente a la indolencia es fregar e insistir en todos los frentes simultáneamente, hasta que la incomodidad les resulte insoportable. En el camino de la formalidad y el protocolo, llevamos las de perder, y siempre estaremos a la merced del pasteo y la falsa expectativa.
Una piedra en el zapato jode y cansa, y en algún momento te obliga a parar y a sacarla.

jueves, 3 de enero de 2013

El Chávez que nos duele a todos (Columna de Opinión Bajo La Sombra del Olivo-Página Siete-03/01/13)


Me da la impresión que el que más y el que menos, se siente de alguna manera tocado por el estado de salud del presidente Hugo Chávez. Finalmente, después de tanto hermetismo y de tanta especulación, el tono de las declaraciones oficiales es sombrío, y da a entender que el cuadro que presenta es sumamente complicado, y que las posibilidades de que no sobreviva son muy altas.
La escena de un ser humano enfrentando una enfermedad mortal nos conmueve a todos, independientemente de nuestras posiciones políticas, pero más aún a los hombres y mujeres latinoamericanos, quienes tenemos una cercanía real con el líder político, probablemente muy alejada del burdo estereotipo construido alrededor del él en otras latitudes.
Hugo Chávez es un grande en la política, y eso es algo que ni el más enconado reaccionario podrá negarlo; personajes de ese calibre tienen un lugar privilegiado en la historia, y será ella la que establezca el alcance de su legado político. No estamos hablando de un presidente cualquiera. Sino de un hombre que deja una huella indeleble, en su país y en la región.
En lo personal, mis opiniones y sentimientos acerca de su figura no han estado exentas de ambigüedades y dudas; la imagen del joven militar golpista me causaban en la época en que se comenzó a saber de él, el recelo propio de alguien de mi generación, espantado por definición de todo lo que pudiera tener relación con los cuarteles. Costaba tomarse en serio la idea de que, desde un país como Venezuela en aquellas condiciones, se estuviera forjando un proyecto político de envergadura regional.
Sin embargo, el paso del tiempo nos dice nomás que sin la experiencia venezolana liderada por Hugo Chávez, probablemente las cosas en el continente no se hubieran desarrollado de la manera en que lo hicieron en la última década. La influencia de su proyecto bolivariano, revolucionario o no, socialista o no, exitoso o no, ha calado hondo en todos los países de la región, incluso en aquellos que no forman parte de su bloque político. Eso no es poca cosa, aunque algunos se empeñe en decir que solamente se debe al poder de los petrodólares.
América del Sur nunca será la misma de antes, en alguna medida gracias a Hugo Chávez, que apuntó alto y lo hizo sin miedo alguno; por eso, quien sabe, es fácil amar u odiar al comandante con la misma pasión. Tanto los que comparten su sueño bolivariano y su todavía retórico modelo de socialismo del siglo XXI, como los que lo denigran como un fantoche populista y autoritario, tienen y tendrán uno y mil argumentos para seguir refiriéndose a este hombre, que se enfrentó a todo lo que parecía imposible enfrentar.
No es momento más adecuado para evaluar los resultados de su gestión, ni de las luces y sombras de sus efectos en la geopolítica continental y mundial; parece ser más bien el momento de rendirle homenaje en vida a un líder tremendamente lúcido, que tuvo el coraje de soñar con un mundo mejor, y luchar por sus ideas frente al acoso de las burguesías locales y al constante enfrentamiento de los eternos enemigos de la unidad latinoamericana.
Para los bolivianos, el rol del presidente Chávez no podrá pasar desapercibido, ya sea para quienes todavía sostienen que fue el artífice del derrumbe del viejo sistema político, como para quienes sienten que fue un aliado incondicional en la construcción del nuevo régimen. En cualquier caso, vergüenza para los que se alegran de su agonía, pensando que con aquello mejoran sus opciones electorales.  

jueves, 20 de diciembre de 2012

Después del festejo (Columna de opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-20/12/12)


La figura del Strongest campeón tres veces consecutivas me asalta todavía varias veces al día, y me arranca una sonrisa y un sentimiento de alegría desde el fondo del corazón; admito que durante los últimos meses los tigres hemos podido ser bastante cargosos en nuestro interminable festejo, pero, “van a disculpar”, la hazaña no es para menos.
Pasada la euforia del momento, toca agradecer al plantel de jugadores por el esfuerzo sostenido, y felicitar al cuerpo técnico y a la dirigencia del club por un trabajo que seguramente no fue fácil, y que la mayoría de las veces es difícil de valorar desde las tribunas, en nuestra posición de aficionados pasivos.
Creo que toda la afición estronguista intuye de alguna manera que el proceso en el que se encuentra el club y los frutos obtenidos, ofrecen una gran oportunidad para marcar una diferencia y poder pensar en un futuro algo más estable y promisorio, sin caer en delirios de grandeza alejados de nuestra realidad futbolística, social y económica.
El esfuerzo, el tesón, la fe y la garra, nos han conducido a la posibilidad de un círculo virtuoso que debe ser aprovechado y capitalizado con responsabilidad, generosidad y sobretodo visión de futuro; la humildad en el trabajo ha generado éxitos, títulos, premios económicos, mayores posibilidades comerciales y, sobre todas las cosas, el renovado  compromiso de una hinchada que se ha multiplicado al calor de los resultados.
El rol de la dirigencia de aquí en adelante es fundamental para saber capitalizar todos los factores de este círculo virtuoso, y el desafío no puede ser otro que el de fortalecer un nuevo modelo de funcionamiento institucional sostenible, pero a la vez respetuoso de los valores y fortalezas de una institución centenaria; ese tendría que ser el centro del debate y del trabajo a futuro.
Puede ser cierta la idea instalada de que el fútbol es una cuestión de plata esencialmente, como también es cierto que a nombre de aquello se ha pretendido en otros clubes, imitar esquemas financieros extremos, que amenazan con desvirtuar y contaminar la esencia de lo que debería ser un club. Lo importante acá es no perder de vista que las instituciones no deben venderse, ni pueden ser manejadas únicamente con la lógica de una empresa o de un emprendimiento personal, pues la realidad nos muestra que la cosa es mucho más complicada.
Quisiera de todo corazón que el gran momento que atraviesa el Tigre dé pie a un diseño institucional que involucre de maneras creativas el apoyo económico de todos los hinchas estronguistas que, sin dudas, estamos dispuestos a poner nuestro granito de arena, en la medida de nuestras posibilidades pero, eso sí, de manera constante. Tiene que haber una manera en que los esfuerzos de la dirigencia sean complementados con el apoyo de los seguidores, que seguiremos yendo al estadio en las buenas y en las malas, pero que también deberíamos ser corresponsables de los éxitos y fracasos del equipo y del club.
Sigamos festejando y disfrutando este tiempo de gloria, pero como buenos estronguistas, no nos olvidemos de que, lo que hagamos ahora, dará como resultado el club que heredarán nuestros hijos. Y, una vez más, gracias al plantel, al cuerpo técnico, a la dirigencia y, cómo no, a la aguerrida y sacrificada barra estronguista.
¡Warikasaya kalatakaya! ¡Hurra hurra! ¡Que viva el Strongest!

jueves, 29 de noviembre de 2012

Un país de película (Columna de opinión Bajo la Sombra del Olivo-Pagina Siete-29/11/12)


La primera misión del embajador de Bolivia para asuntos especiales, lejísimos de contribuir a la extradición de Sánchez de Losada o a la recuperación del mar, tuvo como resultado la detonación de una bomba en el corazón del gobierno. El embajador Sean Penn ha hecho gala de un espectacular desempeño digno de una película de Hollywood, eso sí, en una dirección incómodamente distinta del mandato que recibió del presidente Morales durante su visita al país.
El estupendo actor, además dinámico y comprometido activista de causas perdidas, parece haber superado con creces su rol como colaborador de buena voluntad en temas específicos de política exterior, y podría calificar ya como firme candidato a Fiscal General, Ministro contra la corrupción y la retardación de la justicia, o finalmente como Ministro de gobierno.
La visita del señor Penn a la cárcel de Palmasola para escuchar al empresario norteamericano Jacob Ostreicher, detenido desde el año 2011 por presunto lavado de dinero proveniente del narcotráfico, fue en su momento ya una señal que no podía dejar de llamar la atención; algo muy serio tendría para decirle y para mostrarle el señor Ostreicher a su conciudadano, que valiera la pena un encuentro, que de otra manera podría haber sido considerado como una imprudencia.
Me inclino a pensar que esa es la punta que desató este horroroso ovillo, y no así la supuesta investigación a cargo de una unidad especial que, de acuerdo a versiones oficiales, habría estado investigando el asunto durante últimos tres meses. Si el flamante embajador se fue del país con suficiente información que apuntaba a una emboscada de hienas del estado boliviano en contra de un empresario, aprovechando el hecho de que se trata de un gringo, imagino que se habrá puesto a pensar seriamente en su papel (esta vez real), y habrá exigido al gobierno boliviano la inmediata reparación del caso.
Menudo entuerto para el presidente si así hubiera sido; nada más imaginar las posibles consecuencias del giro de una mega estrella internacional, que de amigo y embajador, pasase a denunciante y acusador, sería suficiente para ponerle la piel de gallina al más valiente. Siguiendo con el razonamiento, no habría quedado otra opción que destapar un escándalo que con seguridad traerá una cola de dimensiones insospechadas.
Y es que el tema no es menudo; la lista de detenidos, sospechosos y prófugos da cuenta de una banda de gangsters de alto perfil con un alto potencial en términos de daño político. El ejecutivo, después de haber puesto el dedo en el fuego, se ha apresurado a abrir el paraguas, indicando que la banda de extorsionadores estaría involucrada también en otros casos. Con esto se abre una olla de inmundicias que amenaza con salpicar a ex y actuales ministros, y con deslegitimar groseramente algunas operaciones políticas de altísima sensibilidad e importancia para el régimen.
Un escándalo de esta magnitud no podrá ser fácilmente aplacada desde el poder, en la medida en que no solamente está en juego nuevamente la credibilidad del gobierno, sino la imagen internacional del presidente. Por lo tanto no habrá que extrañarse si a esto sobreviene una sacada de mugre interna en la que pueden rodar cabezas de otro calibre.
Como apunte final, habrá que preguntarse acerca de la suerte del señor Ostreicher, quien hasta el momento sigue quien hasta el momento sigue afrontando las desventuras de la justicia boliviana, en el más puro estilo de la serie de televisión Preso en el Extranjero.