jueves, 27 de septiembre de 2012

Mentiras que lastiman (Columna de Opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-27/08/12)


Mentir y convencer a quien se miente es un arte que requiere, entre otras cosas, cierta clase. No son suficientes el aplomo y la cara de palo para lanzarle, a quien quiera que fuere, una falacia o una verdad a medias mirándolo a los ojos, pues con ello es muy fácil embarrar aún más las cosas, pasando de mentiroso a cínico. Unos más y otros menos, todos mentimos ya sea para salir de aprietos, ya sea para evitar conflictos que consideramos innecesarios; mentiras blancas le dicen. Pero incluso en el terreno innoble de las mentiras, hay ciertos límites que en el fondo sabemos no se deben transgredir, y uno de ellos es el no subestimar al engañado, insultando su inteligencia.
Una cosa es entonces que te mientan, y otra muy distinta es que te tomen por tonto, y esos es justamente lo que está haciendo el gobierno cuando intenta explicar la represión a los marchistas del TIPNIS en Chaparina. Nos han mentido durante un año, y además han asumido que somos unos bobos que, a fuerza de escuchar mentiras, terminaremos legitimando la impunidad de unos hechos, que de por sí fueron muy graves, y que a la sombra de la mentira, se han vuelto indignantes.
Es cierto que estamos acostumbrados a tragarnos sapos de todo tamaño y color cuando de política se trata, y que lo hacemos con cierta condescendencia, conscientes de que en ese feroz mundo, las líneas entre lo falso y lo verdadero pueden ser frecuentemente muy difusas. Nuestra tolerancia a la mentira desde el poder es mucho más benévola y flexible que la que podemos tener hacia nuestros pares, pero, definitivamente, también tiene un límite.
Incluso para mí, que me considero un tipo a prueba de fuego en disputas políticas, la entrevista del primer mandatario en las pantallas de CNN, en la que insiste en la explicación de que yo no sabía nada y nadie sabía nada, me ha vuelto a revolver el estómago. Sencillamente me parece una justificación infantil, y por lo tanto inadmisible.
Pretender contentarnos con la teoría de la ruptura de la cadena de mando en una circunstancia tan delicada y tan explosiva, no es otra cosa que una afrenta a nuestro sentido común, y una provocación que raya en la alevosía. Todos sabemos de sobra que en este gobierno no vuela una mosca sin la aprobación del presidente, hasta en los temas más banales; también sabemos que la preparación del operativo de intervención a la marcha requirió de una labor logística realizada con antelación y que, por lo tanto, la operación no pudo haber obedecido a un error de improvisación.
El presidente no ha tenido ningún reparo en culpar a la Policía, insinuando de alguna manera que detrás de la decisión hubo la intención de perjudicarlo; ¿Cómo se explica entonces que el uniformado a cargo de las labores de inteligencia, presente en el lugar, funja actualmente como comandante de la Policía? ¿Y cómo se explica que, una vez “enterado” del operativo, el presidente no haya ordenado inmediatamente su suspensión? ¿No fue acaso la continuación del mismo lo que originó la renuncia de la ministra de defensa?
Se pueden admitir y comprender cualquier tipo de errores cometidos en el ejercicio del poder, por muy graves que fueran, siempre y cuando se perciba un mínimo de humildad y sinceridad de parte de los responsables. Pero cuando las justificaciones se amparan en falsedades tan evidentes, no queda otra interpretación que la cobardía, y ese es un rasgo que hasta ahora no caracterizaba al presidente. Por eso la gravedad de esta mentira que manchará definitivamente la imagen del primer mandatario.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario