jueves, 20 de octubre de 2011

Una elección de perdedores (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-20/10/11)

Habrá que comenzar la evaluación de las elecciones judiciales diciendo que fueron un verdadero desperdicio democrático. Un desperdicio de plata, un desperdicio de energía ciudadana, y un desperdicio de vocación democrática. En todo caso ocurrieron, y confirmaron una vez más, esa nuestra obsesión por la democracia en toda circunstancia. Buena cosa.

Como estaba cantado, nadie supo nada acerca de los candidatos antes de la elecciones, nadie supo nada durante el acto electoral, y nadie sabe tampoco nada ahora. Nadie sabe quién cuernos ha sido elegido, y a nadie le importa saberlo, una vez confirmada la carga de ilegitimidad que llevan encima; ilegitimidad que viene de un proceso amañado en la selección congresal de los candidatos, de un órgano electoral (así, con minúsculas) herido en su credibilidad e imparcialidad, y de una cantidad de votos nulos que debería motivarlos a renunciar a sus cargos, antes siquiera de pensar en ser posesionados.

La lectura de los resultados debe ser entonces política y en clave plebiscitaria, pues ese fue el desafío de la oposición, a su vez aceptado por el gobierno. El partido oficialista recogió el guante y movilizó a sus bases y a todo su aparato para favorecer con el voto válido a sus candidatos, y perdió.

Si bien los votos nulos no llegaron al 50% más uno de los votos, fueron significativamente mayores a los votos válidos, y eso implica una derrota política. Sumar los votos blancos a los nulos y hablar de un 60% por ciento de rechazos, es ya un poco más relativo y discutible, en la medida en que es posible que las motivaciones del voto en blanco no hayan sido obligatoriamente las mismas del voto nulo.

Se confirma también, ésta vez en números, que La Paz es el nuevo bastión de la oposición al gobierno; pese a las voces que presagiaban un voto nulo del setenta u ochenta por ciento en Santa Cruz, nada de eso ocurrió, y fue La Paz el departamento que, con creces, registró la mayor cantidad de votos nulos. Ya ni eso podrán reivindicar los cruceños, en franca crisis existencial. En todo caso no es lo mismo tener en contra a La Paz que a Santa Cruz, y si el gobierno no se da cuenta de aquello, es que realmente están en la luna.

Pero lo más alarmante: la oposición festeja eufórica unos resultados que la han desahuciado otra vez. Vengo jorobando con los mismo hace meses, ese 45% por ciento tiene que repartírselo entre cinco o entre diez, mientras que el presidente, en su peor momento político y después de seis años de desgaste en el poder, ha conseguido el 40% de los votos (si vamos a leer los resultados de un lado con una perspectiva plebiscitaria, también hay que hacerlo del otro).

Esto quiere decir ni más ni menos, que en una eventual reelección, el presidente todavía está en condiciones de meterle una huasca, con la mano izquierda, a cualquiera de sus eventuales adversarios, ¡y con mucho margen! Otra lectura posible es que esta elección es la prueba empírica de que con un frente único, si se le puede ganar al poderoso Evo. Lo malo es que la conformación de un bloque unido de oposición no solo es prácticamente imposible, sino indeseable. Si los opositores están tan mal así separados, lamentablemente, juntos estarían mucho peor (lo de la bolsa de gatos quedaría corto para describir esa posibilidad).

Por eso no entiendo mucho el festejo. Yo, en el lugar de ellos, creo que estaría llorando.

2 comentarios:

  1. Buaaaaa !!!!!! <-- Opositor

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  2. El artículo se reduce a una apología del proceso de erosión de una plataforma política que resultó ser solo una bandera a poca asta.

    La verdadera oposición no es la organizada por entes políticos; es más bien la galvanización de conciencias maduras en diferentes sectores, regiones y enclaves sociales; y no es organizada ni articulada, pero sí se manifiesta como el láser, cohesivamente.

    Si hay que recurrir a los kleenex, sería mas bien por no haber todavía figuras alternativas de liderazgo íntegro e inteligente. Eso no quiere decir que de generaciones tempranas no estén en proceso de inducción.

    Libia tampoco tiene sucesores potenciales a la vista; pero la sucesión es un hecho.

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