jueves, 28 de julio de 2011

De la sartén al fuego (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-28/07/11)

Hasta la semana pasada, mi posición en relación a la elección de autoridades judiciales, era el voto pifiado, pero ahora estoy dudando. La idea de una elección directa en principio nunca me pareció mala, y el hecho de que el marketing electoral de los candidatos estuviese fuertemente limitado, e incluso prohibido, francamente me pareció un experimento interesantísimo que debería de haber servido de antecedente para aplicar el principio a todas las justas electorales. Lo he dicho más de una vez, soy un enemigo declarado de la propaganda electoral, cuando ésta está librada a las “libertades” y fuerzas salvajes del “mercado” electoral. He visto de cerca y con mis propios ojos cómo el dinero puede comprar milagros y torcer la opinión y la voluntad de la gente, generando situaciones forzadas y artificiales que eventualmente pueden perturbar el flujo de la historia.

También estoy de acuerdo, al igual que usted, estimado lector, que la falta de independencia y probidad del sistema de justicia en el país es un mal mayor que nos tiene hartos desde hace mucho tiempo. Pero recordemos, en el pasado, la práctica del cuoteo político de los espacios judiciales fue una constante, salvo en circunstancias excepcionales, y que no fueron toleradas en el tiempo por el poder político. Pensar entonces en una alternativa novedosa que garantizase la legitimidad y la neutralidad de las principales cabezas de la justicia, parecía una iniciativa sana, digna por lo menos de nuestra atención.

Lamentablemente la iniciativa no llegó muy lejos. Una vez más, el gobierno ha preferido malgastar una oportunidad real e importante de cambio, por el apetito de poder hegemónico y la “obligación” de hacerse con todo. Una lástima, pero esa es la opinión de moros y cristianos acerca del proceso de selección de candidatos en la Asamblea Plurinacional. Todo indica que hasta aquí nomás llegó la cosa, y que, en adelante, esto se convertirá en una pulseta política que nada tendrá que ver con el espíritu del proceso.

Vuelvo al principio; el voto en blanco o nulo, parecía en ese contexto la manera más adecuada de asumir posición ante los candidatos y ante el proceso en sí. Pero ahora resulta que la abstención y el voto nulo, van a ser el nuevo caballito de batalla de un montón de gente que intentará sacar tajada política del asunto, forzando la interpretación de los resultados como mejor les convenga. Confieso que se me para los pelos de punta de solo pensar que mi voto podrá ser utilizado por igual por grupos de poder cruceños, por la agónica oposición parlamentaria, por los disidentes del proceso, por Unidad Nacional, por el Movimiento sin Miedo, o por quien sea, para llevar agua a su molino, y para legitimar lo que mejor se les antoje.

No dudo que muchos de los que propugnan el pifeo tengan legítimas inquietudes y preocupaciones acerca de la construcción de institucionalidad y el estado de derecho, pero sí estoy seguro que dentro de ese abstracto abanico, sobran los carroñeros que tratarán de reciclarse usurpando velas en entierro ajeno.

Una vaina: lo que en principio era algo bueno y luego se volvió malo, ahora se ha convertido en algo peor. Sin embargo pecaré de optimista nuevamente planteando que lo único que nos puede librar de éste callejón sin salida es una decisión política del gobierno, que paralice el proceso y que, dando dos pasos atrás, le devuelva credibilidad, estableciendo nuevos plazos y nuevos procedimientos congresales. No vaya a ser que, por no hacerlo, se metan de paso en camisa de once varas.

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