jueves, 14 de julio de 2011

Cambalache versión 2.0 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-14/07/11)

El anunciado cierre de la Galería Nota en la Zona Sur, ha despertado la alarma y el pesar de quienes aún se espantan de la actitud de nuestra sociedad ante el arte y la cultura. Una pena, pero parece que los asiduos asistentes a las inauguraciones de exposiciones, estaban más interesados en el get together con los amigotes, que en el aprecio y la adquisición de obras de arte. Los ámbitos de interés del tradicional público objetivo de estos espacios (bastante restringido, por cierto), parecen haber cambiado también; la gente que antes compraba arte con genuino interés o por lo menos con la intención de aparentar, por lo que se ve, prefieren gastar su plata en el cuarto televisor de pantalla plana, o en la interminable carrera por tener un auto “del año”.

Lejos de ser un hecho aislado, esta mala noticia es un síntoma más de una sociedad en pleno proceso de transformación, en el que los ejes referentes de la cultura representan lo complejo de las nuevas realidades. Es obvio que el modelo de cultura burgués de los años setentas y ochentas ya no es lo que era; los paradigmas de la cultura han cambiado, y las nuevas burguesía o nuevas élites se expresan mejor en la cultura del Gran Poder, en la que se entremezclan elementos populares, religiosos y folklóricos, frente a las concepciones clásicas y formales que hemos conocido. Tal como ocurre en otros ámbitos, los unos transitan el camino del declive (cuando no decadencia), y los otros gozan de renovados bríos y nuevos mecenazgos, poco ortodoxos, es cierto, pero más que prósperos y muy generosos con su cultura.

La verdad es que motivos para el espanto sobran cuando hablamos del nivel cultural de nuestra bien amada burguesía sureña; ricachones, ex ricachones, jailones y clases medias, todos hacen gala de una ignorancia que asusta. Como nunca antes, hoy se siente la absoluta estandarización de los hábitos y patrones de consumo cultural, en la mediocridad reinante a nivel global. Cultura, en éste modelo urbano posmoderno, seguramente debe ser ir a los nuevos cines a ver las cuatro películas comerciales que se exhiben en múltiples versiones, o asistir a un fiesta de música electrónica o a un concierto de cumbia. No quiero desmerecer ninguna de estas cosas, sino simplemente señalar el peligro de que lo normal sea consumir eso, y nada más.

Y no creo exagerar cuando digo que se hace gala de la ignorancia y la incultura. En otra épocas (¡carajo, parezco uno de esos viejitos!), hablar de plata todo el día y hacer ostentación de ella, era de mal gusto; se respetaba genuinamente a los intelectuales y artistas, y era muy bien visto que invitaras a tu casa al amigo pintor o escritor, era hasta algo chic. Ahora nadie se arruga al proclamar en público que su único interés es el trabajo y los negocios, y que todo lo demás es una cojudez o una pérdida tiempo.

En éste siglo XXI Cambalache versión 2.0, los idiotas que dedicamos nuestro tiempo, o parte de él a actividades intelectuales o artísticas, no necesariamente remuneradas (por ponerlo de una manera elegante), provocamos una mezcla de lástima y desprecio, debido a nuestra suicida actitud de loosers: “Pobrecito, tan inteligente y tan desubicado…” Qué duda cabe, las actitudes hacia la cultura y hacia la plata eran distintas, y si bien los valores siempre estuvieron trastocados, por lo menos antes, la ignorancia debía disimularse en público, y leer era el requisito para que se nos pasase lo bruto.

1 comentario:

  1. qué analisis más precario. ¿la causa de todo no será que ha habido un cambio en la burguesía y que la burguesía emergente no compra cuadros sino camiones y no vive en la zona sur sino en la Buenos Aires?

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