lunes, 30 de abril de 2012

La distracción de la coyuntura y del conflicto permanente (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-29/04/12)


Otra vez estamos todos metidos en la coyuntura, absortos en la conflictividad social y en el ejercicio prospectivo, que ya se ha convertido en el único deporte nacional en el que todos los bolivianos coincidimos. Unos desde el terreno profesional, y otros desde lo amateur, quién más y quién menos, desplegamos todas nuestras capacidades y talentos para el pronóstico cotidiano del despelote político y sectorial, empleando toda nuestra energía en predecir escenarios, posicionamientos, tácticas y estrategias de los múltiples actores en conflicto.
Si bien puede ser cierto que la actual coyuntura, marcada por el TIPNIS, la novena marcha indígena, la candente conflictividad sectorial y la posibilidad de que la marcha concentre tensiones, veo muy difícil que se pueda reeditar un fenómeno equivalente al de la marcha del año pasado. La empatía de las clases medias con los indígenas marchistas fue en su momento muy espontánea y no tuvo como telón de fondo escenarios tan trabajados y complejizados como los actuales.
Por otro lado, los conflictos sectoriales en curso son dispersos, no tienen una expresión política claramente definida, y menos aún la necesaria articulación política que les de forma y proyección. Tengo la impresión de que se la ha otorgado desde diversos sectores, demasiado peso a una movilización y a un conflicto de principios, pero también de intereses, esperando que de allí surjan las sorpresa deseadas por todos.
Para que la esperada catarsis ocurra nuevamente, tendría que darse alguna enorme torpeza en la administración del conflicto, que ocasionara por ejemplo un enfrentamiento entre civiles, con derramamiento de sangre. Tampoco creo que esto sea muy probable desde un gobierno que ha recuperado parte de su cintura política; pero claro, nunca se puede desechar tal posibilidad, sobre todo cuando existen antecedentes tan frescos.  
Las apuestas van desde las posiciones más ingenuas y “optimistas” que creen que ésta vez se puede tumbar al gobierno, pasando por los más moderados que se las juegan por un revés que debilite significativamente al gobierno, poniendo en riesgo sus posibilidades electorales para la reelección. Yo estoy entre los que cree que guerra avisada no mata moros, y que en este fango muchos no tienen la espalda para nadar, otros se ahogarán, y saldrá mejor parado el inventor del barro, es decir el gobierno.
La realidad nos indica que es en la hiperconflcitividad, muchas veces generada por él mismo, en dónde el gobierno se encuentra más cómodo y más a gusto; generalmente les va bien en el conflicto porque a final de cuentas son los únicos con la capacidad de controlar los factores duros de poder, que garantizan el statu quo; “los fierros” están en orden, las elites económicas (las tradicionales y las nuevas) están más que satisfechas y la base dura de apoyo social todavía es muy fuerte.
Cualquiera fuera el desenlace de este nuevo conflicto, lo que preocupa realmente es que loa actores políticos, los analistas, los medios, las organizaciones sociales, los intelectuales y por ende la ciudadanía en general, estamos siendo patéticamente funcionales al juego del gobierno. Desde la estrechez de la especulación coyuntural, o desde la lectura intelectualizada y teórica del proceso constituyente, el resultado en ambos casos es que nos estamos perdiendo en el intento por desentrañar una realidad enlodada por la práctica y el pragmatismo político del día a día.
Esta permanente distracción no nos está permitiendo concentrarnos en el fondo de lo que realmente puede estar ocurriendo; un desajuste social, entre clases empoderadas y ascendentes que reflejan bonanzas nunca antes vistas, y grandes masas de asalariados que no han sido invitados a la fiesta y que deben subsistir en crecientes condiciones de precariedad; una economía que acumula condiciones hiperinflaacionarias; un modelo capitalista con un libre mercado cada vez más salvaje; un vacío estatal paradójicamente repleto de leyes que nadie conoce ni comprende; en suma, un país en el que la simbología política ha cambiado, pero en el que persisten, o peor aún, se acrecientan las inequidades y las desigualdades.
El conflicto  y el desborde permanentes, azuzados por el régimen, a veces bajo control y otras veces en la improvisación táctica, camuflan de forma muy eficiente la ausencia de gestión y la acumulación de problemas irresueltos en temas de altísima sensibilidad económica (hidrocarburos, endeudamiento interno, déficit fiscal, uso de reservas internacionales, etc.)
En el bullicio de la confrontación, lo único que avanza viento en popa es la acumulación hegemónica de poder, la conformación de pactos y alianzas tácitas del gobierno con poderes económicos y regionales, otrora opositores, y la popularidad del presidente, que maneja con gran pericia los apoyos y los miedos que lo convierten en figura imprescindible.
Así vamos, de tumbo en tumbo, bailando todos con la música que pone el gobierno. 

jueves, 26 de abril de 2012

Entre el Barça y el Real, ¡Que viva el Strongest! (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Suplemento Ideas-Página Siete-26/04/12)


Llámenme exagerado, intolerante, extremista o lo que quieran, pero me da lo mismo: hay cosas que realmente no soporto. Quizás ya me estoy poniendo medio viejo (o medio vieja me dirán algunos), quizás no soy capaz de evitar esa manía de hacer y hacerme lío de sonseras aparentemente intrascendentes, o quizás simplemente mis fusibles y termostatos internos ya me han comenzado a marcar un límite con la manera boba y acrítica en que vivimos este mundito moderno y globalizado.
Las reacciones y actitudes que generan la liga española de fútbol y la Champions League europea, son una de esas cosas que terminan causándome sensaciones de perturbación y desasosiego. Cientos de individuos haciendo alarde público de un fanatismo desbordante que hace palidecer al más monárquico de los madrileños o al más nacionalista de los catalanes, ¡por el Real Madrid o por el Barcelona! Realmente increíble.
El Facebook es por supuesto la tribuna predilecta para la expresión de esas pasiones instantáneas que, francamente, no acabo de comprender. Está bien que nuestros hijitos, que han nacido y vivido bajo la dictadura del marketing interplanetario, se apunten con entusiasmo al equipo de sus ídolos deportivos; eso se puede ser normal. Pero que gente grande, que poco o nada tiene que ver con esos clubes, se lance en esa furiosa militancia, me asusta un poco.
Puede entender que haber vivido largos años de infancia o juventud en España pueda generar un apego natural al Barca o al Madrid, o que tener papá o familiares próximos españoles reflote una identificación por herencia, pero el individuo que, así por así, se compra causas y glorias ajenas y las reivindica como propias, no deja de sorprenderme.
Yo también veo y disfruto los partidos de esos dos equipazos que reúnen lo mejor del fútbol mundial, evidentemente; y muchas veces también me ocurre tomar partido por alguno de ellos; porque juegan distinto, porque encarnan instituciones diferentes, el Madrid, supergaláctico, el Barcelona más proclive a desarrollar sus canteras; o porque entre el insufrible Mourinho y el altanero Cristiano Ronaldo, me quedo con el parco Guardiola y el discreto Messi. Pero, la verdad, al final del día me tiene sin cuidado quién pierde o quién gana, o cual de los dos acumula más glorias.
Yo soy del Strongest y punto; ¿y es lo normal, no? Es un equipo de mi país y de mi ciudad al que me ligan una y mil razones, y al que le dedico todas mis pasiones y miserias. Lo mismo les ocurre a mis archirrivales bolivaristas, que cuando de derramar ímpetus se trata, no dudan en hacerme la vida imposible. Y eso es lindo; es lo que no separa, pero lo que también nos une de alguna manera. Nuestros equipos están lejos de ser una maravilla, pero de allí venimos, y significan mucho para nosotros.
Lo otro me deja un gusto rancio de desarraigo y enajenación. Parece que con el paso del tiempo y del dinero estamos perdiendo el reparo y la vergüenza a engancharnos alegremente a cualquier cosa que nos dé la sensación de ser parte de algo, por muy lejano y extraño que fuera. Pasa en el fútbol y pasa en la vida cotidiana, en la que ya ni nos arrugamos el rato de celebrar con fruición el Halloween o el Valentine´s Day. ¿Qué será lo próximo? ¿Bocinazos en la calle el día del Superbowl?
Algo muy raro nos está pasando ¿O seré yo, que no he entendido nada y que me resisto patéticamente a aceptar éste mundo al revés?

miércoles, 18 de abril de 2012

Los adefesios del mes (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-19/04/12)


1.- El rey de España de cacería. Mientras su reino se cae a pedazos, su majestad el rey Juan Carlos se va de safari a matar elefantes a Botsuana. Parece que el monarca eligió una presa muy grande, porque en vez de volver con un par de colmillos al hombro, volvió en camilla con la cadera rota. Lo que todavía no se sabe, es si el accidente sufrido ocurrió en un heroico enfrentamiento con los paquidermos, o mientras correteaba a la rubia alemana de 46 años que organizó la aventura. Según la prensa internacional, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que compró un título que la convirtió en “princesa”, es la noviecita del rey, y se dedica a organizar safaris para nobles, millonarios y celebridades, con la promesa de “satisfacer todas las necesidades” y garantizar “únicamente los mejores disparos”. Parece que ésta vez al rey le falló la puntería. Llovido sobre mojado, sobre todo para el sucesor, el príncipe Felipe, que tendrá que heredar además los problemas de corrupción de su cuñadito, en un país que mira estupefacto la conducta y el ritmo de vida de su monarquía, desde la angustia del descalabro económico y el inminente rescate.
2.- Evo Morales en el besamanos del Picacho. El presidente, el mismo que agredió reiteradamente a Jaime Paz Zamora en su discurso inaugural en el congreso frente al mundo entero, enfiló su comitiva directo a la célebre finca tarijeña para felicitar a su predecesor por su cumpleaños. La reacción del ex mandatario ante la “inesperada visita” no se dejó esperar, y dijo que consideraba que el MAS lo estaba sondeando políticamente, y que “ese huevo pide sal”. En este caso sí que habrá que recurrir a un yatiri para interpretar tal gesto, pues a los analistas políticos se les ha caído la mandíbula hasta el piso. Sabíamos ya que el nuevo conservadurismo encarnado por el MAS está tejiendo alianzas de todo tipo con los grupos de poder en el oriente y en sur, pero este coqueteo con el máximo referente de la democracia pactada es francamente inaudito. Creo que el felicitado tenía razón nomás en eso de que somos un país de ganadores.
3.- La alcaldía de La Paz decide que no somos un estado laico. Cuando todos pensábamos que la nueva constitución había establecido que nuestro nuevo estado es laico, la alcaldía paceña decidió mandarse un acto de pechoñería, amparándose en una resolución del consejo de no sé hace cuantos años, para prohibir el expendio y el consumo de alcohol en Semana Santa. La decisión, seguramente tomada como gesto de provocación a la gobernación departamental, no fue otra cosa que un flagrante atentado contra nuestros derechos constitucionales, contra la libertad de las personas, y contra el ejercicio empresarial de miles de personas que sufrieron la agresión de agentes municipales. Señor alcalde, la próxima vez que quiera medir fuerzas con el gobernador, por favor no ponga en el medio nuestro sagrado derecho a beber en libertad.
4.- El facho noruego inspirado en el TIPNIS. El fundamentalista cristiano de ultraderecha Andres Breivik, que masacró a 77 personas en dos atentados terroristas, dijo en su alegato de defensa, que actuó en una lógica similar a la que impulsa las reivindicaciones de los indígenas bolivianos; dice que actuó apelando al derecho universal de los pueblos de defender su cultura y su etnia, igual que los bolivianos (¿?). Un botón de muestra de la podredumbre política que arrecia en Europa, y sin dudas el primer premio en los adefesios del mes.

lunes, 16 de abril de 2012

Un nuevo espejito en la baratija del TIPNIS (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-15/04/12)


Cada coletazo del culebrón del TIPNIS nos confirma la envergadura de sus alcances, pero sobre todo, la poca transparencia con que el gobierno ha manejado este tema desde el inicio. Cada nuevo capítulo de esta lamentable telenovela no hace otra cosa que ratificar que la construcción de la carretera se ha constituido en una acumulación de desaciertos de todo tipo, que, lejos de resolverse o esclarecerse, se enturbia progresivamente.
Tantos errores se han cometido en la concepción del proyecto y en la administración de los conflictos que éste generó, que hoy, todas las acciones y explicaciones que el gobierno se afana en dar, agrandan el manto de duda y sospecha sobre su legalidad y su legitimidad.
La última decisión de anular el contrato de construcción con OAS, ha querido ser presentada por el gobierno como una heroica iniciativa orientada a defender los intereses del estado castigando una serie de incumplimientos de parte de la empresa. Seguramente han debido haber muchas infracciones a un contrato que además fue calificado desde hace tiempo por varias instituciones y expertos como irregular, pero el verdadero trasfondo jurídico para la resolución del contrato, al parecer tiene que ver con el impedimento legal surgido a raíz de la ley corta promulgada el año pasado; los financiadores de la obra habrían señalado que no pueden continuar un  proyecto que, a partir de la declaratoria de intangibilidad del TIPNIS, es sencillamente ilegal.
Otra vez el gobierno intenta entonces vendernos gato por liebre, forzando figuras a su antojo político. La consecuencia jurídica de la derrota sufrida a partir de la VIII marcha indígena, se la quiere presentar como un acto de fiscalización y un gesto anti corrupción que, a juicio del vicepresidente, debería además determinar la automática suspensión de la IX marcha, prevista para las próximas semanas.
Otra vez el cálculo político como rasgo esencial y característico de todas las decisiones desde el vértigo del poder; sin tomarse la molestia siquiera de decirnos por qué no se dio las explicaciones pertinentes oportunamente acerca de los obstáculos derivados de la ley corta, la única pulsión del gobierno es tratar de aprovechar las circunstancias para desarticular un escenario de concentración de tensiones y conflictos, a partir de la adhesión de sectores urbanos a la causa de los marchistas.
Con estas astutas movidas, el gobierno cree estar ganado tiempo para terminar de debilitar a las organizaciones indígenas que todavía no han sucumbido a la presión y a la grosera e indiscriminada repartija de prebendas, que recuerdan a los espejitos con que los conquistadores solían marear a los indígenas originarios.
Al margen de las incongruencias, las contradicciones, el abandono de principios y, en suma, el daño estructural que la obstinación por la carretera le ha ocasionado al gobierno y al presidente, el proyecto sigue vigente y ha sido ratificado como una necesidad estratégica, cueste lo que cueste. La recisión del contrato pretende ordenar en algo el desbarajuste, legitimar la consulta previa, que obviamente no era previa y que ahora, con este pase de magia lo sería, y retomar el proyecto asumiendo un retraso que tendrá que ser explicado como un inconveniente inevitable a los diversos interesados en el camino (léase IIRSA, gobiernos regionales, cocaleros, madereros, colonizadores, empresas petroleras, etc.).
Por esa razón, lo más probable es que la marcha no va a detenerse, y seguirá siendo para el gobierno el riesgo y la amenaza de que a su llegada a La Paz, por muy debilitada que estuviera, coincida en términos de tiempo con la explosión de otros conflictos sectoriales irresueltos hasta el momento. El gobierno lo sabe y trabaja a contra reloj en distintos frentes, en los que ya no puede cooptar a las dirigencias debido a la fuerte presión de las bases.
Así navega el gobierno: a tropezones, contra la corriente, en medio de sordas disputas internas, y con la necesidad recurrente de tener que acudir al uso de fuegos artificiales para distraer a la platea. El inconveniente es que a estas alturas ya nadie le cree; el discurso ha perdido sus efectos y ya no opera como elemento movilizador ni siquiera en las filas de sus aliados circunstanciales, lo que le obliga a medidas de hecho cada vez más audaces y riesgosas.
Habrá que ver en los próximos días con qué otra cosa nos sorprenden frente a las movilizaciones de médicos, maestros, fabriles, universitario, juntas vecinales y otros sectores que no aflojan su asedio a una presa en apuros. ¿Tendrán que recurrir acaso a métodos y prácticas que en el pasado ellos mismos concebían como inadmisibles? ¿Tendrán que apelar el auxilio de aliados insospechados? ¿Tendrán que violarse nuevamente para explicar lo inexplicable?
Qué difícil resulta intentar comprender la conducta de un gobierno que en los dos últimos años se ha desfigurado a un grado en que resulta irreconocible para propios y extraños.

lunes, 9 de abril de 2012

Una revolución para los indios (Artículo Suplemento Especial-Página Siete-09/04/12)


Soy, como lo son muchos bolivianos generacionalmente hablando, un hijo de la revolución, pero también me tocó ser el hijo de un revolucionario. Mi padre fue uno de los conductores del viejo MNR, y eso marcó mi vida de forma brutal; he cargado y probablemente lo sigo haciendo, ya de manera distinta, con el peso que significa ser descendiente de una de las figuras del 52, y esa herencia me ha marcado a fuego, con lo bueno y también con lo malo
Viví a través de la vida y la memoria de mi padre, indirectamente pero muy a flor de piel, las glorias y las miserias de ese proceso, y por lo tanto nunca me resultó muy fácil mirar lo ocurrido con la frialdad política y la distancia histórica necesarias. Han tenido que pasar 60 años desde el 9 de abril, más de 25 años desde la muerte de mi padre y un nuevo vuelco en la política, para sentir comodidad y sosiego en la lectura retrospectiva de ese hecho político, tan histórico pero a la vez tan personal.
Digo todo esto no con la intención de expiar mis fantasmas, pues eso ya lo hice con mi ineludible paso por el místico y desfigurado MNR, sino porque soy un convencido de que si bien los grandes momentos de quiebre político se asientan en la acumulación dialéctica de tensiones históricas, las revoluciones finalmente las encarnan personas; falibles, mortales y de carne y hueso. La generación de las condiciones socioeconómicas para el advenimiento de cambios estructurales es un acto colectivo, pero la ejecución política de esos procesos estará siempre en manos de individuos, que siempre dejan su sello y su impronta, allende las ideologías y las causas profundas.
¿Quiénes fueron entonces aquellos hombres que hicieron la revolución de abril?  ¿Cuáles fueron los rasgos y características de esa dirigencia, y cómo influyó eso en el manejo del proceso y en sus resultados históricos?
En esa perspectiva no es un dato menor señalar que los ideólogos y conductores de la revolución fueron hombres citadinos provenientes de clases medias, que en su paso por la Guerra del Chaco adquirieron conciencia de la condición indígena de su país. La feroz experiencia de compartir trincheras y miedos con las mayorías hasta esos momentos invisibles, y la sólida formación intelectual que cultivaron en la posguerra, los convirtieron en iluminados, llamados por la historia para hacer una revolución para los indios, pero sin ellos.
Habrá que preguntarse por consiguiente si es posible tal cosa, es decir hacer una revolución “para otros”, y si eso no explica de alguna forma el carácter burgués del rumbo que tomó la gesta de abril. La presencia indígena en el MNR y en sus sucesivos gobiernos estuvo reservada a las masivas manifestaciones de apoyo y agradecimiento de los “compañeritos”, pero la verdad es que los tatanakas no tocaban pito en las grandes decisiones ni en el manejo real del poder. La actitud paternalista y condescendiente para con los liberados (casi señoriales o de señoritos dirían los más críticos), se tradujo, como no podía ser de otra manera en fiascos como la reforma agraria, que ignoró por completo la lógica comunitaria indígena, con los consabidos resultados futuros.
Resulta siempre complicado y riesgoso atribuirle pesos definitivos a ciertos factores, sobre todo tratándose de procesos tan complejos, pero creo realmente que ese tutelaje político sobre los que debieron ser el sujeto social revolucionario (y no solamente el agente beneficiado), marcaron el fracaso de la revolución, en su idea primigenia. No era posible la construcción de estado nacional, sin la acción directa y protagónica del indio como portador de una identidad étnica propia.
Tan es así, que incluso ahora, con un presidente indio y un gobierno con discurso indigenista, la cuestión indígena continúa en constante querella. Lo indígena-originario-campesino no es más que una entelequia, desvirtuada en los hechos por la contradicción de intereses entre indígenas de tierras bajas y la clase campesina, creada por el movimientismo, exaltada por los gobiernos militares y potenciada por el actual régimen como nueva burguesía de sostenimiento político; una nueva revolución, ésta vez más chola y plebeya, pero que sigue postergando la aspiración y la realización indígena.
¿Fue la extracción social o la condición de clase lo que determinó la conducta de la dirigencia revolucionaria del 52? ¿Fue más bien su formación política, al calor de las pugnas y dogmas teóricos de la primera mitad del siglo XX, lo que evitó que se concentraran en lo indígena? ¿O fue el uso y disfrute del poder lo que progresivamente los aburguesó, alejándolos aún más de la realidad indígena? ¿O es que no fueron las personas, sino la implacable persistencia de hábitos y prácticas racistas, cultura que no pudo ser superada por la revolución, lo que terminó devorándola?
Más de medio siglo ha pasado, y la discusión sigue abierta y candente; eso es lo maravilloso de estos procesos, y por qué no, la posible lección para quienes se apresuran en sentencias inmediatistas sobre el proceso que actualmente estamos atravesando.

jueves, 5 de abril de 2012

Dos perlas cruceñas (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-05/04/12)


Esta última semana Santa Cruz estuvo de malas. Dos colapsos le dieron mala prensa a raudales: el colapso financiero de Aerosur y el colapso mental, ni más ni menos que de su alcalde.
El caso de Aerosur es realmente una película de horror; mientras la empresa se cae a pedazos, los pasajeros abandonados a la de Dios, deambulan en la más absoluta indefensión en procura, ya no de embarcarse, sino de que por lo menos se les devuelva su dinero. Atrás quedaron las épocas en que esa empresa llevaba el sartén por el mango y, aprovechando su condición monopólica, se daba el lujo de cambiar horarios y rutas a su antojo y trataba a sus clientes con la punta del zapato.
Imagino que, como en muchos otros casos, nunca se sabrá realmente qué es lo que ocurrió y quienes fueron los responsables de que las cosas llegaran a ese punto. ¿Qué se supone que debemos pensar cuando se nos dice que el ex presidente de la línea aérea tuvo que escapar del país porque es un perseguido político, que deja la empresa a cargo de un pariente que acto seguido le voltea las acciones y el control de la empresa, que resulta ahora que la administración está coludida con el gobierno para fundir a la empresa, que deben miles de millones de bolivianos en impuestos, aportes y sueldos, y que Roca dice que en realidad no deben nada y que más bien el gobierno le debe a la empresa?
Pues nada: en un circo de ese tamaño no hay lugar para el raciocinio. Lo único que habrá que esperar es que cuando todo termine de venirse abajo, la estatal BOA, que hasta el momento presta un buen servicio, no se convierta automáticamente en una nueva Aerosur, monopólica y abusiva. Creo que todos ya estamos un poco cansados de la debacle de la líneas aéreas, que comenzó con la privatización del LAB a manos de unos piratas, cosa que tampoco justifica la fácil extrapolación hecha por el presidente Morales, que no perdió tiempo en decir que todo esto demuestra que el estado administra mejor que los privados. En síntesis, todo mal.
La otra perla la puso el alcalde Percy Fernández manoseando el trasero de una concejala en acto público y frente a las cámaras de televisión. Lindo panorama, elija usted con cuál se queda: ¿con las metidas de pata del presidente o con las metidas de mano del alcalde? El episodio alcanza para esa y para otras quinientas bromas que han circulado en medios y redes sociales, pero lo que ya no puede ser tomado en broma es la realidad de la ciudad más grande del país en manos de un personaje senil y deschavetado.
Entre chistes, payasadas y arrestos de demencia, el legendario Percy ha puesto a Santa Cruz en una situación límite. No lo digo yo, sino los mismos cruceños, que sienten que la ciudad crece en el caos y en el desconcierto, haciéndola cada día más invivible. Detrás de los exabruptos, la crisis institucional y la pésima gestión, al parecer se esconde un horrendo entramado de corrupción que favorece a viejos grupos de poder. Otra vez, todo mal.
Lo bueno es que todo esto parece estar sacudiendo positivamente a ciertos sectores de la ciudadanía cruceña, hastiada de sus liderazgos tradicionales, preocupada la necesidad apremiante de una lectura más profunda de sus desafíos de gestión territorial, y dispuesta a repensar el rol de Santa Cruz en el escenario nacional. Ojalá estas señales cundan en una ciudad llamada a darse a sí misma una vuelta de tuerca.

lunes, 2 de abril de 2012

Cuando el tiro sale por la culata (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-01/04/12)


Un gobierno con discurso y pretensiones revolucionarias debería tomarse muy en serio el tema de la cultura. Al contrario de lo que ocurre con gobiernos convencionales e intrascendentes, en los que la cultura ocupa un lugar ornamental y su gestión es relegada a funcionarios de tercer nivel, los regímenes que se proponen operar cambios profundos conciben el campo cultural como un factor estratégico, de igual o mayor importancia que la propia economía.
La historia contemporánea mundial y la nuestra propia, nos muestran cómo la cultura, concebida como elemento esencial de producción ideológica y de construcción simbólica, ha conseguido trascender y perdurar mucho más allá de los ciclos y los proyectos políticos que en su momento la fomentaron y ahijaron.
Los legados culturales de las revoluciones soviéticas y cubanas encarnaron los valores e ideales que aquellos proyectos buscaron realizar, e incidieron en su historia y en el mundo entero, más y mejor que sus resultados sociales. La revolución del 52 en nuestro país tuvo también el cuidado político de incubar un aparato cultural que le acompañó en su gravitación nacional por casi medio siglo, y para no remitirnos solamente a tiempos remotos, bastará con fijarnos en el intenso y sostenido esfuerzo que realizan gobiernos como el de Venezuela o Ecuador en el ámbito cultural; Chávez y Correa, más allá de sus diferencias y estilos de liderazgo, comprenden a cabalidad la importancia y el valor político de la cultura, e invierten cuantiosos recursos en el potenciamiento de las artes y el intelecto.
En casa, el gobierno del MAS ha empleado hasta el momento gran parte de sus energías en desmontar y asfixiar las precarias estructuras estatales dedicadas a la cultura, con el argumento de que tales expresiones tienen un carácter elitista y alienante, que no corresponden al espíritu étnico e intercultural del proceso de cambio en curso. Bajo los mismos argumentos esgrimidos líneas arriba, creo que tienen todo el derecho de imprimirle a la gestión cultural el sello y la identidad que postulan en su discurso ideológico, y, si fuera necesario, hacer tabla rasa con todo lo anterior; pero lo que no puede ocurrir es que se desarme un andamiaje, por muy pobre que haya sido, sin construir uno nuevo y alternativo.
En los hechos, no he visto nada relevante en los seis años de gobierno de Evo Morales, ni nada que se parezca siquiera a una política cultural seriamente planificada. Al margen de alguna que otra ocurrencia discursiva o el natural desarrollo del folklore (una fuerza viva que no necesita del apoyo de nadie), lo único que se ha hecho es elevar burocráticamente la cultura a rango de ministerio; un ministerio abocado a la escenificación de la simbología del poder, que en rigor de verdad, debería llamarse ministerio de propaganda y proselitismo.
El último lanzamiento estelar de dicha repartición, anunciada con bombos y platillos a través de su inverosímil “Unidad de Grandes Eventos”, fue la entrega de los novísimos premios Eduardo Abaroa, a la trayectoria de artistas e intelectuales del país; un concurso improvisado para la celebración del Día del Mar (¿alguien me puede explicar por favor qué tiene que ver un premio a la cultura con Eduardo Abaroa y con el mar?), en base a una apresurada y ambigua convocatoria que busca “promover y fortalecer la educación cívico patriótica y realzar el fervor patrio de todos los bolivianos”.
Lo que no fue improvisado fue la pompa y circunstancia del acto de entrega de diplomas, medallas y cheques a los elegidos; alfombra roja y ambientación hollywoodense en el más importante centro de eventos de la ciudad de Santa Cruz; fiesta, luces, música a raudales, desfile de autoridades y toda la parafernalia del caso para premiar a dieciséis paceños, dos cochabambinos, un orureño y tres cruceñas… ¡Dos reinas de belleza y una deportista!
¿Creyeron los astutos organizadores que hacer la fiesta en Santa Cruz y al “estilacho cruceño” era un seductor guiño político a la cruceñidad y sus nuevos amigos del oriente? Obviamente no fue así, y el coqueto gesto causó, por el contrario, una ola de indignación en los ambientes intelectuales y artísticos de la ciudad. Con toda razón, se alzaron voces reclamando el desequilibrio regional de los elegidos, el reforzamiento gratuito de los peores estereotipos de frivolidad y la falta de capacidad para valorar la creciente actividad cultural que se desarrolla en la otra Santa Cruz, menos visible pero no por eso menos rica.
No quisiera con esta crítica desmerecer los méritos personales de los premiados, a quienes les sobran credenciales para éste o para cualquier otro premio de cultura. Lo que indigna es la liviandad de las autoridades al utilizar recursos públicos en un proyecto desprolijo que, lejos de promover y premiar la cultura, ha generado ronchas y malestares. Flaco favor le han hecho al arte, a la cultura y a los artistas con un evento con tufo a proselitismo electoral prematuro, además, mal hecho.