jueves, 27 de enero de 2011

Sorpresas de un proceso en pleno movimiento (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-27/01/11)

Qué fascinante resulta encontrarse involucrado en medio de un proceso de transformaciones, que cada día nos sorprende con nuevos giros. Claro, lo digo yo que soy un apasionado (elegante manera de describir a un vicioso) de la política (de la verdadera, de esa que tiene que ver con las ideas, y no de la política activa); el resto de la gente probablemente tenga una impresión completamente distinta, y más bien se incline por pensar que ésta es una pesadilla eterna, que no termina de dar tregua.

Es verdad, la mayoría de los ciudadanos pueden estar un poco saturados de tanta política, pero eso de ninguna manera le resta riqueza a lo que estamos atravesando los bolivianos, desde hace muchos años. Luego del derrumbe casi natural del viejo régimen, cuyo emblema en lo bueno y en lo malo fue Sánchez de Lozada, las clases medias probablemente todavía no sospechaban que se avecinaba un proceso de tales alcances y profundidades. Las clases populares, protagonistas desde hacía muchos años de movilizaciones y luchas en distintos escenarios, quien sabe eran más conscientes de que algo grande tendría que venir, más temprano que tarde.

Y así fue. La acumulación de fuerzas, tensiones, lecciones, aprendizajes, excesos y búsquedas, estalló, luego de veintitrés años de recuperación de la democracia, en la elección de Evo Morales el mes de diciembre de 2005. No es mi intención hacer una ociosa recopilación de lo ocurrido desde ese momento hasta la fecha; lo único que quisiera insinuar, es que, el año pasado, el gobierno se empeñó en intentar convencernos de que la querella política había terminado definitivamente. El actuar del gobierno es expresó también en ese entendido, priorizando sólo aquello que le sirviera para atornillarse durante muchos años en el poder, o en otra palabras, consolidando su hegemonía.

Es cierto, se ha derrotado a la derecha encarnada en los viejos partidos y a los grupos de interés que les dieron sustento, como también es cierto que se ha marcado el escenario, el rumbo y la nomenclatura política para las próximas décadas. Lo que ya no es tan cierto es que la pugna política haya llegado a su fin. Este no es el fin de la historia, y como lo predijimos muchas veces en éste espacio, las contradicciones y pugnas internas del régimen, son las que están generando nuevas tensiones, actores, tendencias y escenarios.

Cuando la cosa parecía resuelta y la consolidación del poder comenzaba a aburrirnos y asquearnos un poco, se produce el sacudón de diciembre, error monumental de cálculo, pero también reacción a una acumulación de excesos y errores. Y resulta entonces que nada está dicho de manera definitiva, que uno resultó ser vulnerable e inmortal, que otros pueden estar coptados pero que los que están más abajo tienen autonomía propia, que otros, que hasta hace poco todavía la peleaban dentro del régimen, ahora han decidido enfrentarse desde fuera, que otros no aprenden con nada, y que otros más, lejos de aprender, ya ni siquiera quieren escuchar.

En fin, quiero decir que cuando la novela se estaba poniendo aburrida, la realidad nos ha recordado que estamos dentro y frente a un proceso vivo y en permanente movimiento, que está todavía lejos de terminar. Por eso digo que es fantástico que nos sorprendamos nuevamente con la rica realidad que nos vuelve a mover, como señalándonos que lo logrado hasta ahora no es lo que la mayoría esperaba, y que los caminos de rectificación del rumbo se abrirán, de una o de otra manera.

domingo, 23 de enero de 2011

Diciembre, ¿antes y después? (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete 23/01/11)

En el mundillo de analistas políticos, politólogos, comunicadores, “especialistas” y actores políticos, se respira la opinión consensuada de que el gasolinazo de diciembre del año pasado, y su correspondiente abrogación, marcan un antes y un después para el gobierno de Evo Morales; una línea de referencia a partir de la cual nada será igual para el presidente, el partido de gobierno, y también para las organizaciones sociales, que podrían estar en aprestos para convertirse nuevamente en movimientos sociales, esta vez, con una agenda y objetivos distintos.

Coincido parcialmente con ése análisis. Es cierto que el calibre de las chambonadas cometidas (que parece un concurso de desaciertos y metidas de pata), y su impacto masivo sin distingo de clases, regiones, credos y posiciones políticas, se van a constituir en una especie de hito referencial. Sin embargo, creo que esa línea divisoria se la comenzó a trazar mucho antes, un poco más de un año atrás, luego de las elecciones generales de diciembre de 2009. El triunfo electoral aplastante del sesenta y cuatro por ciento fue la cereza sobre la torta de palizas, que terminaron aniquilando a una derecha anémica, viciosa y anacrónica, a la que solamente le faltaba la puntillada final para enviarla al cementerio de la historia.

Se inauguraba de esa manera el segundo periodo del presidente Morales, y parafraseando a aquel célebre estratega mirista, allí es donde se empezó a joder todo. No digo con esto que el primer periodo haya estado exento de problemas de gestión y del ya latente extravío ideológico, pero convengamos en que el país se encontraba todavía en una guerra política, en la que se debía derrotar definitivamente al viejo régimen; ese era el primer plano, y el resto importaba poco, y se notaba aun menos. En aquel momento, el gobierno mostraba sus mejores virtudes y talentos: la inmensa legitimidad histórica venía acompañada de un bestial respaldo electoral, y el gobierno hacía gala de una gran sensibilidad y habilidad política; esto originó una piadosa benevolencia con las falencias, lagunas y baches, en la medida en que se constataban importantes avances políticos en diversos niveles.

El orgasmo de poder que significó ese resultado histórico, que además les otorgó el pleno control de la flamante asamblea legislativa plurinacional tuvo efectos devastadores que se venido visualizando durante todo el año pasado. El primer error fue asumir que se puede gobernar igual con cualquier tipo de gabinete. Tampoco estoy insinuando en este aspecto que los gabinetes del primer periodo fueron un póquer de ases, pero sí me animo a decir que la salida del gabinete político compuesto por Quintana-Rada-San Migue, le significó al gobierno perder la cintura política (lo único que funcionaba muy bien). En lo referente a otras aéreas, ha pasado ya más de un año y todavía no me sé los nombres de los ministros.

Los resultados de la elección municipal de abril de 2009, ya sugerían lecturas alarmantes, a las que el gobierno hizo oídos sordos, ensayando explicaciones que sonaban forzadas hasta para sus más acérrimos seguidores. Luego vinieron los enfrentamientos con sus propias bases en Caranavi, las burdas acusaciones a los indígenas de la CIDOB, que reclamaban las mismas reivindicaciones de antes, el monumental conflicto con Potosí, la persecución política y judicial a disidentes, detractores y opositores (que no hizo otra cosa que victimizar y de alguna manera absolver a delincuentes que sí merecían el peso de la ley). En fin, la seguidilla de errores, unos discretos y otros más atrevidos, es larguísima y sería ocioso detenerse en cada uno de ellos. Lo importante es escudriñar las causas del rápido deterioro: un evidente relajamiento general causado probablemente por las mieles y los encantos mundanos del poder, y sobre todo, el decantamiento de las corrientes de poder dentro del gobierno. Todo indica que las posiciones más conservadoras (¿liberales?), y de la izquierda clásica desarrollista, con mayor sentido pragmático y vocación de poder, se han impuesto sobre las posiciones de izquierda progresista y las corrientes indigenistas. Por otro lado, las fracturas del gobierno con las organizaciones sociales tampoco pudieron ser reparadas completamente a través del coptamiento prebendal de sus dirigencias.

Lo que vimos todos durante esa semana clave entre el 26 y el 31 de diciembre, fue la violenta reacción popular, que de alguna manera mostró los límites de poder del régimen, y que, por primera vez, evidenció la vulnerabilidad del presidente (hasta ese momento, todos los errores tendían a ser atribuidos al gabinete y al entorno presidencial). Como nunca antes había ocurrido, la gente en El Alto pidió la cabeza del presidente y descargó su furia ya no contra las sedes partidarias de los partidos, sino contra símbolos completamente diferentes: EMAPA, la bandera venezolana y la efigie del Ché Guevara.

Más allá de las razones del gasolinazo, que desnudaron falencias estructurales y evidenciaron serias contradicciones en el discurso y en la praxis gubernamental, el diciembre de Evo parece haber desatado una recomposición de fuerzas y tensiones políticas en los contornos del poder, que podría derivar en nuevos escenarios políticos, no necesariamente previstos desde la visión hegemónica del gobierno. Es todavía muy pronto para hacer pronósticos apocalípticos basados en el repudio de las clases medias, sin antes investigar a fondo la gravedad de las heridas en las clases populares y su efecto en la hasta ahora intocable lealtad étnica al presidente.

Lo que sí queda claro, es que los quiebres, en todos los planos se producen dentro del mismo proceso, y no como producto de la oposición conservadora, que una vez más espera la carroña.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Gasolinazo: los misterios detrás de la decisión (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-30-12-10)

La última vez que los bolivianos fuimos testigos (o víctimas), de una medida económica de shock, fue el 29 de agosto de 1985, hace veinticinco años. En aquella oportunidad, el octogenario y cuatro veces presidente de la república (él en persona, y no su vicepresidente Julio Garret), aparecía en las pantallas de televisión para anunciarle al país las causas y alcances del decreto 21060. Paz Estenssoro en su último gobierno ofreció contadas entrevistas y conferencias de prensa, pero en esa ocasión enfrentó su responsabilidad histórica previniéndonos que Bolivia se nos moría, y que por lo tanto urgía tomar medidas dolorosas. La diferencia con lo que ocurrió en el país el domingo, fue que entonces, sabíamos que el país se encontraba al borde del abismo; todos sentíamos a diario y en nuestra vida cotidiana, el peso de la crisis, de la convulsión social, y de la hiperinflación.

Obviamente no estamos hablando de medidas del mismo alcance, ni podemos equipararlas, pero podremos convenir en que el gasolinazo tendrá un enorme impacto en la economía de la gente, y que precisamente por eso, se trata de una medida de shock. Pero en el fondo, creo que todos estamos sumidos en cierto desconcierto acerca de las razones por las que se procedió con tanta agresividad; hasta el momento, no he escuchado ni leído ninguna explicación que me convenza acerca del “porqué”. Con esto, estoy dando por descontado que las razones esgrimidas por el gobierno, no me parecen muy serias; no creo que el contrabando sea la razón última (podrían haber destinado el 50% de la subvención a potenciar su control), y la alusión a la gente que tiene 4 o 5 autos, me pareció realmente una burla.

Me explico: creo que 380 millones de dólares, para el tamaño de nuestra economía, no es tanta plata como para justificar una medida tan dura, así de un tirón. Creo que tiene que haber otras razones, internas o externas, que justifiquen el altísimo costo social y político de la medida. Probablemente alguien en el gobierno sabe de buena fuente que el precio internacional del petróleo se va a disparar, y entonces el costo de la subvención trepará al doble (suma que ya es peligrosa); esa podría ser una razón válida. Otra, un poco más preocupante, sería que el gobierno esté en dificultades para sostener su política de bonos, y que haya tenido que llegar a extremos para mantener su flujo de caja. Esto implicaría que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el verdadero estado de nuestra economía.

Finalmente, existe la posibilidad de que la única razón haya sido la convicción de cumplir con el libreto liberal y de “gobierno serio”, sobre la presunción de que el tamaño de sus espaldas políticas se lo permiten, que la Jauja de circulante resiste esto y más, y que la informalidad de la economía es mayor a la que todos pensamos, y se ocupará de amortizar parte del golpe.

Una cosa está clara en todo caso: por el momento, la gente está asustada y desconcertada, y tardará un par de meses en darse realmente cuenta de la magnitud del impacto inflacionario. Es verdad, el momento de la medida sorprendió a la gente desmovilizada y adormecida por el gasto y el consumo, y hasta el momento se ha evitado la primera reacción de furia popular; pero habrá que ver cuáles serán los efectos políticos cuando los asalariados de clase media del sector privado, se den cuenta de que de poco les servirá el aumento salarial decretado por el gobierno (aunque sea del 20%), pues muchas de las empresas sencillamente no podrán cumplirlo.

La gente más humilde también sufrirá, pero su reacción está por verse. Una cosa es que estafe un extraño cualquiera, y otra es que te estafe tu hermano, ¿no ve?

domingo, 26 de diciembre de 2010

La guadaña findeañera (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-26-12-10)

El ex presidente francés Jacques Chirac, al inicio de su primer mandato de siete años decidió reanudar las pruebas nucleares francesas en la Polinesia, ante una ola generalizada de críticas y protestas nacionales e internacionales. Decía el hábil político francés, que las cosas malas, pero políticamente necesarias, era mejor hacerlas en el primer año de gestión aún a costa de la propia popularidad, porque éstas podían administrarse mejor en el resto del mandato. Lección de política para iniciados: El timing político adquiere un enorme valor, cuando desde el gobierno se ha tomado la decisión de ejecutar medidas que se sabe, atentarán contra la credibilidad y la legitimidad de las que todavía se goza.

Si bien la estrategia del gobierno del MAS ha sido no dejar descansar a la oposición y a las disidencias internas ni un solo segundo, la arremetida de juicios y acusaciones de fin de año, parece marcar una clara intención de “meterle con todo” de una vez por todas, sin el menor remilgo por las formas. A estas alturas, claro ya está, las apariencias importan poco, en la medida que el gobierno sabe que todos sabemos que estamos asistiendo a una ofensiva política descarnada, a costa del estado de derecho y a costa de la cualidad democrática que caracterizó el proceso constituyente. Un verdadero retroceso en términos de legitimidad, autoridad moral y legado histórico, quien sabe los más importantes activos a favor del partido de gobierno. Y pese a todo, la sedienta guillotina pide la sangre y las cabezas de opositores y detractores, en una purga aparentemente indiscriminada.

El timing de estas ejecuciones sumarias, podría responder a distintas razones, una de ellas es la extraordinaria coyuntura económica que atraviesa el país, magnificada a grados impresionantes a raíz de las fiestas de fin de año. El grueso de la ciudadanía, está ocupada a tiempo completo en el gasto y el consumo desbocado, como corolario de un año de bonanza sin precedentes. La barriga llena y el corazón contento, parecen haberse impuesto a cualquier tipo de interés y conmiseración acerca de la suerte de las autoridades acusadas y enjuiciadas. Los piquetes de huelga de hambre en defensa del suspendido gobernador de Tarija no duraron ni hasta la hora del té, y los defensores y beneficiarios de la gobernación, prefirieron retirarse a disfrutar del festivo verano tarijeño.

Más allá de la natural relajación política de fin de año, que diluye es espíritu de combate y resistencia, podríamos pensar que el exceso de billetes en la calle había sido la mejor droga y antídoto a la reacción popular. Y si el cálculo económico está de por medio, tampoco sería extraño pensar que el ejecutivo esté mirando las cuentas del próximo año, en la hipótesis de que se vengan algunos frenos a una economía con tendencias inflacionarias y con falencias de gestión, que todavía no reflejan daño visible. Para seguir siendo mal pensado, podría inferir la intención de plantar un escenario de graves tensiones político-judiciales, que desvíe la atención de temas críticos de gestión, que comenzarán a aflorar el próximo año.

Otra explicación posible a la guadaña findeañera, podría ser la estrategia de meter en el mismo saco a moros y cristianos, para terminar de instalar el desconcierto acerca de quiénes son merecedores de tal suerte, y quiénes han sido incluidos de contrabando. Todos juntos y revueltos: Cossios, Del Granados, Rocas, Revillas, Maríncovics, Joaquinos, y los que vengan en la lista, arrinconados indistintamente y defendiéndose al unísono, al margen de las significativas diferencias entre unas acusaciones y otras. Bastará en ese escenario con que a algunos de los acusados se les compruebe graves delitos, para teñir el resto de los procesos con el color de la culpabilidad. En esta juntucha premeditada, también es muy difícil discernir las motivaciones políticas que han originado los procesos de acusación; tomar el control de la gobernación de Tarija o la alcaldía de La Paz, pueden ser razones muy apetitosas si hablamos de recursos, pegas y control político, pero ambos casos podrían obedecer a razones distintas, buscando resultados distintos en el mediano y en el largo plazo.

El calibre y el peso político de los impugnados difieren mucho en relación al riesgo que representan para el gobierno, y aquí podría estar el gran truco de ésta mega operación judicial. En lo personal, creo que, de todos los acusados, el único que puede hacerle frente seriamente al gobierno es Juan del Granado; esa es la única liebre que puede correr contra Evo Morales, y por consiguiente es la única que se debe cazar, a cualquier precio. El resto son probablemente “perdonables”, y no representan, por ahora, amenazas mayores, pero enjuiciar solamente al único peligroso sería impresentable, por lo que conviene más extender la lista si es posible al infinito, para que la inhabilitación del candidato surgido de las entrañas del proceso, pase un poquito más inadvertida.

Todas estas, por supuesto, son especulaciones que se basan en la presunción de un plan preconcebido. Lamentablemente, también existe la posibilidad de que se trate simplemente de acciones provenientes del instinto político más básico y salvaje, como últimamente dudamos de muchas de las cosas con que el gobierno nos sorprende.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Una más de la mafia del fútbol internacional (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/12/10)

El viernes por la noche me encontraba con mi hijo haciendo algo de zapping en busca de algún partidito (de fútbol y no político, debo aclarar). Tuvimos suerte. Pescamos el segundo tiempo de un partido de los seleccionados sub-20 de Bolivia y Argentina, en un pequeño torneo hexagonal que se desarrollaba en la ciudad de Córdova. Pese a la grosera y ordinaria parcialidad del relato de los relatores y comentaristas argentinos, el programa pintaba lindo: buena oportunidad para ver a los mejores changos de nuestro alicaído fútbol, le íbamos empatando al dueño de casa, y además sólo faltaba la última media hora.

Argentina presionaba y los muchachos bolivianos se defendían correctamente; incluso diez minutos antes del final, casi liquidamos el partido con un bombazo que dio en el travesaño. En el último minuto reglamentario, Marco Sandy, el técnico de nuestra sub-20, decide hacer un cambio, y mi hijo me comenta con cierta conmiseración, lo humillante que debe ser para un jugador entrar a la cancha para jugar treinta segundos. Pobrecillo ingenuo: no sabía lo que se venía; yo tampoco, y nadie en su sano juicio hubiera podido prever lo que iba a ocurrir en los siguiente minutos; muchos minutos.

Para hacer corta una historia larguísima que parecía nunca acabar, le diré que el árbitro sencillamente no acabó nunca el partido hasta que Argentina metió un gol; y para que Argentina metiera el gol, el árbitro tuvo que inventar un penal, ¡a los doce minutos de tiempo adicional! Un robo verdaderamente escandaloso. Una situación tan surrealista, que, de la bronca inicial, daban ganas de pasar al ataque de risa.

¿Cómo pudo ocurrir algo semejante en un torneo oficial? Fácil: el árbitro, un corrupto húngaro apellidado Kolos, fue sobornado para torcer el marcador, y responder al mercado de apuestas on-line (días antes ya circulaba el datito en la red, de que venía un torneo en Argentina, con árbitros “fix”). Los apostadores pro, afirman que durante el partido, el comportamiento de los valores de pago de las casas de apuestas fue irracional y altamente sospechoso. ¿De dónde venía el fuerte de las apuestas? Del este europeo y de Asia.

Pero eso no es todo, resulta que la terna de árbitros (que para éste fin llegan de países como Burkina Faso o Sierra Leona), había sido cambiada abruptamente horas antes del partido (lo mismo ocurrió en la final del torneo). Los hechos cantan a viva voz, que no se trata de un caso de corrupción personal, y que en esa mafia intervino gente de la Asociación Argentina de Fútbol, y de la FIFA. La podredumbre es institucional y al parecer generalizada. Según Sandy, en un torneo similar realizado acá, el mismo árbitro intentó robarle un partido a Colombia contra nuestra selección con un penal inexistente, y él tuvo que ordenar a su jugador fallarlo, posición digna y honesta que el viernes ni se les pasó por la cabeza a los argentinos (digo, por simple decoro, ¿no deberían devolver la copa?)

Así se mueven los millones en el mercado legal e ilegal de apuestas, y así funciona la mafia del fútbol asociado a nivel internacional. Y si así son las cochinadas que se cometen en torneos sub-20, usted podrá imaginarse el calibre de las matufias en el nivel de selecciones adultas. Para muestra un botón: ¿se imagina cuanta plata habrá corrido para que le den la sede del mundial 2022 a Qatar, un país sin ningún otro antecedente o mérito que el billete? Ojo, esto no es susceptibilidad mía, las denuncias de corrupción en esa decisión, ya han causado la suspensión de varios miembros del Comité Ejecutivo de la poderosísima y privadísima FIFA.

jueves, 16 de diciembre de 2010

De “Bolitas”, “okupas”, barras bravas y otros bichos (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Páginia Siete-16/12/10)

Las tomas de parques y otras propiedades públicas y privadas en Buenos Aires, en las que participaron inmigrantes bolivianos, no son lo que algunas voces interesadas en Argentina quisieron mostrar. La inducción informativa puesta en marcha luego de los sucesos, daba cuenta de abusos y atropellos cometidos por migrantes extranjeros, haciendo uso de violencia sin límites en el intento de ocupación. La primera impresión generada, habrá podido inclusive regodear a nuestros racistas locales: Bolivia exportando indios salvajes, sembrando conflictos y violencia para apoderarse de las lindas plazas de Buenos Aires.

Para decepción de algunos que quisieran que así de simple fuera la cosa, habrá que señalar que el problema tiene muchas aristas y es mucho más complejo que eso. Para empezar, no se trata ni de un problema nuevo, ni exclusivamente referente a los inmigrantes bolivianos y paraguayos; es un asunto recurrente y de vieja data, que involucra de la misma manera a los argentinos pobres que viven en Buenos Aires (que los hay, y muchos) y a los migrantes (entre los cuales también hay pobres); es también un problema de la ciudad de Buenos Aires, que tiene un déficit crónico de vivienda social, que explota en conflicto de manera casi cíclica.

Pero a los típicos problemas de marginalidad social en las grandes ciudades latinoamericanas, en este caso hay que sumarle componentes políticos, que son el telón de fondo de una convulsión que se llevó varias vidas (no importa si fueron bolivianas o argentinas). Todos los dedos apuntan a Eduardo Duhalde, ex presidente de la república y opositor a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pese a ser parte de las filas del justicialismo (el peronismo puede ser tan endiabladamente entreverado como fue el movimientismo en nuestro país). La misma presidenta ha dicho que el conflicto “no se desmadró, se apadrinó” en directa alusión a Duhalde.

En encargado de echarle gasolina al fuego fue Mauricio Macri, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, también opositor, que le dio la puntillada racista y xenófoba al asunto, vinculándolo directamente a la “inmigración descontrolada”. O Macri metió la pata groseramente con esas declaraciones, cosa que no me creo mucho, o su intención fue la de avivar el incendio hasta que éste se saliera de control. La evidencia de que detrás de todo esto hubo una zancadilla política para desestabilizar al gobierno, está en la comprobada presencia de barras bravas de varios clubes de fútbol en los enfrentamientos. La relación entre las barras bravas y la política en Argentina, es de una estrecha complicidad y viene de hace muchísimo tiempo atrás; estas son una suerte de milicias urbanas a pago de la clase política, para fungir como avanzada y no dejar a títere con cabeza en el camino.

Curiosidades de la vida: Macri fue durante años presidente de Boca, el club estigmatizado a causa de su masiva hinchada de origen boliviano y paraguayo. Así de ambiguo es éste señor, así de ambigua es también la clase media porteña, acostumbrada a basurear a todos los oscuros que llegan a su ciudad, nacionales o extranjeros. En todo caso, parece que hasta aquí llegó el respeto por el duelo de Néstor Kirchner; pese a que el conflicto se resolvió con un convenio y un plan de viviendas, el minuto de silencio terminó, y se reanuda la campaña electoral para las presidenciales del próximo año.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El año del MAS (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-12-12-10)

A la hora de los balances de fin de año, los analistas estamos siempre bajo la presión de ponerle un nombre o etiqueta a la gestión que se va. A estos últimos doce meses, que se inician políticamente con las elecciones generales del 6 de diciembre de 2009, los bautizaré como El año del MAS. Por sobre todas las cosas, éste ha sido el año del aparato político y de la estructura orgánico partidaria del MAS, con todos los vicios y sombras que esto implica. Como cualquier partido grande que se respete, el MAS ha explicitado groseramente su estrategia de poder, y ha comenzado a pisar torpemente todos los espacios del tablero, sin importarle mucho sin están disponibles o no. Entiéndase bien, fue el año del MAS, y no el de las organizaciones sociales, ni el de los idealistas, ni el de los intelectuales que hacen parte de la periferia del poder. De ser el movimiento articulador de distintas expresiones, el MAS se ha convertido en una estructura política ni más ni menos tradicional que otros grandes partidos en la historia de este país.

Después de los cuatro años de guerra de la primera gestión, en la que se aniquiló a la oposición, éste debió haber sido probablemente el primer año de gestión, pues las aguas ya estaban como para navegar con cierta tranquilidad; lejos de aquello, fue un año de brutal consolidación de la hegemonía política. El discurso guerrero que fue absolutamente funcional a la coyuntura, se agota porque las circunstancias hacen que la realidad ya no pase exclusivamente por el debate ideológico, sino por la necesidad de bajar la idea de estado planteada, y como correlato de ello, por la acción en la gestión y en la obtención de resultados concretos. Bajar la construcción teórica a la realidad en otras palabras.

Los resultados de las elecciones generales del 2009, le dieron el boleto (o más bien el cheque en blanco) para que el gobierno arremeta con todo el poder acumulado, en la instauración de su visión de país y del nuevo estado. El empoderamiento se expresó claramente en el aparato político, en detrimento de organizaciones sociales que han contribuido al proceso, y será éste el encargado de encarar la conformación de ese país, todavía en borrador. Para decirlo de manera simple, el movimiento es cada vez menos movimiento, y el partido es cada vez más partido, allende las discusiones teóricas acerca de la naturaleza del MAS.

Encima del partido, se ha afianzado la figura intocable del presidente, que sigue estando más allá del bien y del mal, y que no ha resentido el desgaste en la opinión pública que puede tener su equipo de gobierno. El rey sigue gozando de excelente salud, mientras que la corte se ha relajado en sus conductas, y ha comenzado a mostrar la hilacha propia de las mieles del poder. Las aparentes falencias en la gestión, todavía no terminan de desportillar al régimen, a causa de un desempeño positivo de la economía que hace que las cosas fluyan, más allá de la performance del gobierno.

La máquina del poder, se ha comido a las visones más radicales y más etéreas del proceso, y de alguna manera está generando un tamiz dentro del propio movimiento donde solamente sobreviven los más fuertes y los que tienen verdadera vocación de poder. Sin embargo, todavía es pronto para decir quiénes son los ganadores de la disputa interna, que sigue siendo una suerte de misterio para la mayoría de los bolivianos.

No debe confundirse este panorama con un estancamiento o un retroceso; el cambio sigue en proceso, y se expresa en una profunda reconfiguración del poder en lo simbólico, en lo político, en lo social y en lo cultural. Seguramente el momento del cambio ya no es tan emocionante, ni tan romántico en términos ideológicos por decirlo de alguna manera, pero sin lugar a dudas sigue siendo un cambio de dimensiones y alcances muy importantes. El año del MAS a marcado una suerte de transición hacia una dirección de poder que obliga a regiones, a actores políticos y a todos los factores de poder, a un reacomodo en función de la potencia de las fuerzas dominantes.

También ha sido el propio MAS el que ha generado los embriones de su propia resistencia, por un lado a partir del rompimiento con el Movimiento sin Miedo, que se presenta como una alternativa con reales posibilidades de disputarle la hegemonía en el mediano plazo, y por otro con la suma de disidencias internas, que todavía no han cuajado en una respuesta organizada y siguen siendo voces dispersas.

El año que se va nos ha mostrado la cara menos amable del poder; el encanto revolucionario se diluye, inevitablemente, en la administración férrea de los frutos del proceso, y en la intención natural de reproducir el poder hasta los límites de lo posible. La marca del MAS en ésta etapa del proceso, es la característica de éste año y será, para bien o para mal, un rasgo determinante en lo que queda de la gestión. Así son generalmente las cosas cuando se trata de poder.