jueves, 1 de octubre de 2015

Chile víctima de su propia trampa (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-01/10/15)

El martes pasado, el periodista Juan Manuel Astorga de la Televisión Nacional de Chile, fue por lana y volvió trasquilado.

Invitó a Carlos Mesa hasta su set en Santiago, y creyó que con un par de preguntas capciosas iba a desarmar a su entrevistado empañando el primer triunfo boliviano en la Corte Internacional de Justicia, e iba a contribuir a la inaudita interpretación que se intenta forzar en Chile, que intenta convertir una derrota en una victoria.

Astorga arrancó el programa con una astuta sonrisita en los labios tratando de hacerle pisar el palito a uno de los hombres mejor formados del país en el tema marítimo y que seguramente le debe llevar dos décadas de ventaja en el periodismo televisivo, y terminó con el rostro desencajado, al igual que los otros invitados y el público en el set.

El presidente Mesa lo destrozó de principio a fin con una solvencia y un aplomo que, estoy seguro, hizo que muchos televidentes chilenos se digieran en el fondo de sí mismos: con razón nos ganaron estos bolivianos.

El Informante (así se llama su programa), o no sabía realmente a quién tenía delante, o cometió el mismo error que ha llevado a Chile a la situación en la que se encuentra en el conflicto con Bolivia: creer que ellos son los más vivos del mundo y que el resto son tontos.

El problema de Chile hoy es que todavía no son capaces de darse cuenta que el escenario ha cambiado, y que insistir en la misma postura de siempre los coloca en una posición que raya en lo ridículo.

Y es que durante muchísimo tiempo les funcionó muy bien la cómoda postura de decir que no a todo, mientras nos hacían creer sucesivamente que estaban dispuestos a negociar una salida soberana al mar, para después hacerse los locos y seguir diciendo que no a todo.

Era tan cómoda su postura, que incluso proyectaba la falsa impresión de que ellos tenían una sólida política de estado al respecto, y que los bolivianos, al contrario, divagábamos erráticamente. Bueno, pues los últimos acontecimientos han demostrado todo lo contrario.

Bolivia buscó y buscó hasta que encontró la manera de impedir que se nos siga engañando y el país entero se alineó detrás de esa estrategia, y la gran política de estado chilena se tambalea como un flan, en medio de un cacareo que clama el abandono del Pacto de Bogotá, o cualquier pateada de tablero que les evite rendir cuentas ante la comunidad internacional.

Hoy se resisten ciertas elites chilenas a aceptar que una corte de justicia del más alto nivel ha establecido que sí tienen un tema pendiente con Bolivia, y que existe una seria posibilidad de que, desde el banquillo del acusado, sean obligados a cumplir finalmente con sus ofrecimientos.

El primer reflejo que han tenido es insistir en el mismo razonamiento, pensando que en el peor de los casos, también engañarán a la corte y a la comunidad internacional, sin costo alguno, con una negociación engañosa que mantendrá las cosas como siempre.

No se dan cuenta de que la esencia y la posibilidad de éxito de la demanda boliviana se basa justamente en haber vuelto contra ellos su actitud mañosa, y que por eso mismo, el eterno truco corre el riesgo de no funcionar más o, peor aún, funcionar en contra.

Tampoco parecen darse cuenta de que la situación en la que están, de crisis estructural y de un profundo agotamiento de modelo de país, los pone también en una posición bien distinta a la que históricamente estuvieron acostumbrados; nada raro que los chilenos de a pie, que están hasta la coronilla con sus élites, terminen cobrándoles caro este nuevo fracaso, una vez que se despejen los vapores chauvinistas y nacionalistas.

¿O será que sí se dan cuenta, pero no les queda otra?

  

jueves, 24 de septiembre de 2015

El tiro por la culata (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-24/09/15)

Se supone que un proceso autonómico responde a una profunda y sentida demanda popular. Se supone también que esa causa debería venir de abajo hacia arriba, y que debería venir lógicamente acompañada de un tremendo interés de la ciudadanía en el curso de los hechos.
Me disculparán, pero lo que yo he visto durante los últimos años es que tanto a la gente como a las dirigencias regionales, la autonomía les vale un reverendo pepino.
En los papeles parece que somos muy autónomos, pero nadie muestra estar lo suficientemente involucrado en el asunto. Ni siquiera Santa Cruz, que fue la punta de lanza del proceso, parece estar asumiendo a fondo su condición autónoma.
El proceso autonómico terminó convirtiéndose en un laberinto de mentiras en el que el único beneficiario sigue siendo el gobierno, que por supuesto es centralista hasta el tuétano, y que se ha posicionado y ha utilizado el tema de acuerdo a sus intereses políticos, exclusivamente.
Mirando un poco atrás, todo indica que el pecado original fue el de no respetar los tiempos de maduración de un proceso sumamente complejo. Las autonomías fueron introducidas como un instrumento de presión en la Asamblea Constituyente y, de aquella pulseta en la que se definían muchas cosas, salió de manera apresurada, un modelo muy complicado que nos obligó a todos a tomar decisiones para las que no estábamos preparados.
Ese es uno de los precios a pagar cuando desde las regiones, también se hace bandera y uso político de cosas tan importantes y sensibles.
Luego de esa frenética negociación en la que en semanas se decidieron cosas que deberían tomar años, el flamante modelo autonómico se ahogó en la chorrera de plata de la época de la bonanza, y terminó de periclitar bajo el peso de la encamada de las elites regionales con el gobierno.
El modelo autonómico fue forzado y nunca pudo sobrevivir a una constitución centralista, a una Ley Marco de Autonomías centralista y a un gobierno hegemónico ultra centralista.
Por eso cuando el gobierno intenta enchufarnos a la fuerza unos estatutos absurdos que no dicen nada ni resuelven nada, se topan con la sorpresa de su vida.
Parte de la gente que votó el domingo por el NO, lo hizo sencillamente porque no sabía ni siquiera de lo que se estaba hablando, lo que habla de un rotundo aplazo nuevo Tribunal Supremo Electoral en su debut, y del ministro de autonomías, que, en lugar de renunciar, aparece en la televisión bailando con su jefe en Santa Cruz.
Otra parte, no hay quien pueda negarlo seriamente, votó por el NO como una reacción negativa a la prepotencia y al autoritarismo del gobierno, que hizo gala de su talante abusivo al pretender silenciar las voces y posiciones contrarias. Creo que en el fondo la ciudadanía les cobró el no haber tenido la capacidad de corregir y ser autocríticos con las razones que originaron su derrota en las elecciones subnacionales de marzo, y que más bien acentuaran su soberbia persiguiendo a periodista, medios y oenegés.
Curiosamente fue el propio gobierno el que pensó que controlando a la mala el proceso, ganaría el SI, y por tanto apostó a convertir la elección en un plebiscito que le allanara el camino para la reforma constitucional.
Otra vez se equivocaron en lo que ya es una larga suma de torpezas políticas, y se colocaron en la peor situación política desde su llegada al poder. La cara del vice en su triste actuación del lunes, lo confirma todo.

Un último y revelador dato: en la peor derrota electoral sufrida por el gobierno, la oposición no participó activamente. ¿Será ésta la clave del éxito?

jueves, 10 de septiembre de 2015

Cuando mentir se convierte en un arte (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-10-11-15)

Los mentirosos profesionales, son esos que te meten nueve verdades antes de encachufarte una mentira. Son los mañudos que, como saben que su credibilidad está siempre en duda, tienen que dorarte la píldora con muchas cosas ciertas antes de deslizarte una mentira. Son los vivarachos que no tiene el menor reparo ético en mezclar las causas y las verdades más sublimes, con el propósito de camuflar y hacer pasar una mentira.
Y ese es el modus operandi que el gobierno ha elegido para imponernos, a la mala, la reforma constitucional para la reelección vitalicia de Evo Morales. Se han dado cuenta de que por las buenas la cosa se les puede poner extremadamente difíciles, y entonces han decidido recurrir nuevamente a una triquiñuela para marear al electorado, y así conseguir el único objetivo que en verdad les quita el sueño.
Lo que harán, usted ya lo sabe, es introducir en el referéndum nueve reformas fantásticas e intachables, meterlas en la misma bolsa de la reelección, y, en lugar de preguntar de manera separada como se hizo con el referéndum de los hidrocarburos, hacer una sola pregunta que valide todas las reformas.
La gran estafa se ha echado a andar con una premura que, desde el gobierno, obedece a varias razones, unas favorables y otra potencialmente mortales.
La buena tiene que ver con el pronunciamiento de la Haya en el tema con Chile, que está previsto para octubre o noviembre, y que se espera (todos lo esperamos) sea favorable en lo que concierne a la competencias del tribunal. Incluso la posición de aplazar esa decisión hasta el final del proceso, podrá ser vendida como una gran victoria del presidente, y sobre todo como un argumento de que su presencia en la presidencia es indispensable para la "inminente" recuperación del mar.
La mala está relacionada con la factura que el país les cobrará por la incapacidad y la demagogia con las que administraron los años de vacas gordas, apenas se comiencen a sentir los efectos de la crisis.
El cálculo les dice que cada trimestre que pase, les será un poco más difícil maquillar y disimular los efectos de la crisis, y que, sin plata, existe el serio riesgo de que la ciudadanía le cobre al Evo Morales la larga lista de cosas que teóricamente los bolivianos no les perdonamos a los políticos, y que a él se las perdonamos, porque había plata.
A cuenta de la bonanza, le perdonamos la soberbia, le perdonamos el abuso de poder, le perdonamos la corrupción, e incluso le perdonamos la progresiva implantación de un reino del terror.
Tan preocupados andan por el tema económico y por la cuentita política que les pasará, que ya han abierto el paraguas, en curiosas y sospechosas contradicciones entre el mandamás y el "súper" ministro de economía (que deberá demostrar ahora cuan "súper" es en tiempos de crisis).
Mientras el Evo dice que los demás, y no él, deben apretarse los cinturones, el ministro dice que la economía avanza mejor que nunca y que nos esperan días de inmensa riqueza.
El ministro intenta calmar la cosa y disimular el miedo, mientras que su jefe comienza a preparar el libreto del "yo no fui, fue Teté". Todo indica que van a eludir todas sus responsabilidades, y van a decir que la culpa no es de ellos, y que se trata de una crisis del capitalismo importada desde afuera, y de una conspiración geopolítica del primer mundo contra las economías emergentes y los países antiimperialistas.

Y es entonces cuando les preguntaremos: “¿Y no era que con la nacionalización y la industrialización estábamos absolutamente blindados, y que nuestra economía era la más soberana del mundo?”

jueves, 3 de septiembre de 2015

La democracia en entredicho (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-03/09/15)

Entre chiste y chiste, el gobierno de Evo Morales se está farreando nuestro principal activo colectivo, que no es otro que la mismísima democracia.
Hablo por supuesto, de la democracia que tanta sangre y sacrificio costó recuperar y de la democracia que todos hemos construido con enorme esfuerzo durante los últimos treinta y tres años.
Esa democracia imperfecta, posible gracias a pactos unas veces virtuosos y otra veces odiosos, insuficiente pero perfectible a través de reformas y mejoras acordadas entre adversarios, inestable pero siempre capaz de responder con grandeza en momentos extremos.
Esa democracia fruto de la madurez histórica de un país determinado, casi obsesivamente, a superar la barbarie política, y a apostarlo todo por un sistema que permita la coexistencia civilizada entre quienes entienden el mundo de manera distinta e incluso diametralmente opuesta.
Esa democracia, aporreada, malquerida y subestimada, pero invalorable al fin, hoy se encuentra secuestrada por unos circunstanciales todopoderosos, que parecen haberse auto convencido que nuestra democracia es un mero instrumento de su proyecto de poder.
El temple autoritario del presidente, de su partido y de las patotas corporativas que un día fueron organizaciones sociales, se halla en franca escalada; sin ir muy lejos, en la última semana, se han producido una serie de hechos que confirman nuestra preocupación.
Una ministra de comunicación que confunde el hemiciclo parlamentario con un potrero y que, amparada en los dos tercios de la bancada de su partido, le falta al respeto a la figura interpelatoria y pisotea la tradición parlamentaria. Francamente, no habíamos visto una escena de tanta grosería, provocación e ignorancia, desde la época de los militares.
Otra ministra que tarda seis meses en renunciar pese a las monumentales evidencias de mega corrupción en un Fondo Indígena que operaba como caja negra del gobierno, bajo su responsabilidad institucional. Como si nada pasara, el presidente la felicita, hace borrón y cuenta nueva creando otro fondo, e instruye procesar judicialmente, ¡solamente a los dirigentes disidentes!
Otro gerente de una empresa estatal que, de la mano de la Procuraduría, utilizan a un tribunal de justicia para doblarle el brazo a la ciudad de La Paz ejecutando por la fuerza, sobre toda norma y sentido común, la línea blanca del teleférico. Todo eso, amparados en un convenio trucho que nunca fue ratificado por el Concejo Municipal.
Y todos juntos, con el Evo a la cabeza, imponiendo ya oficialmente el manoseo de la Constitución para la reelección vitalicia, olvidando cínicamente que la prohibición de la reelección fue parte de un compromiso de una Asamblea Constituyente, es decir la instancia más alta y solemne de una democracia, y no de un simple apretón de manos entre amigotes, alrededor de una mesa de café.
Un compromiso ante el país y ante el mundo que emanó de la Constituyente y que fue refrendado por el Congreso, por las regiones y por infinidad de instituciones, bajo la observación de la comunidad internacional, que ya fue violado una vez mediante una argucia del más bajo nivel.
Toda una colección de atropellos democráticos de distinto calibre, en el lapso de una semana. Como verán, sobran los motivos de preocupación.

jueves, 27 de agosto de 2015

De guatos y gallinas (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-27/08/15)

El vídeo de Evo Morales en plan Luis XIV, ordenando en público a uno de sus lacayos que le amarre los guatos, es una perla que ha dado la vuelta al mundo y que ha generado infinidad de memes y ocurrencias humorísticas acerca de la actitud imperial de quien, curiosamente, es famoso a nivel mundial por su sencillez y su humildad.
Para los fans del Evo en el exterior, la macabra escena puede haber sido una desagradable sorpresa, pero para los que lo vemos y escuchamos todos los días no es más que otra muestra del verdadero carácter del hombre que cree que todos los privilegios del mundo son pocos, para alguien como él, que está por encima de los demás.
No sé si a usted se le habrá ocurrido lo mismo, pero creo que mucha gente se ha puesto a pensar en que, si ese es su comportamiento en público, más vale ni siquiera imaginar cual deber ser su comportamiento en privado.
Circulan desde hace mucho tiempo historias, que hasta hoy parecían fantasiosas, sobre el trato brutalmente grosero del presidente a sus colaboradores más cercanos. No estamos hablando de ujieres, secretarias ni chóferes, sino de ministros y funcionarios de alto rango.
Los episodios de humillación y maltrato que uno escucha por ahí son tan crudos, que la verdad es que no faltaron ocasiones en que dudé de su veracidad y sospeché de la mala fe o del resentimiento de quienes los relataban. Después de ver el vídeo de los guatos, queda claro que nadie estaba exagerando.
Tal es la grosería del gesto presidencial, que un diputado vocero del gobierno, resistiéndose a la elocuencia de las imágenes, declaró que se trataba de un montaje de la oposición: A ver, el único montaje posible que yo veo es el de un autócrata montando a la dignidad del estado, representada por un sumiso suboficial del ejército.
 Mientras escribo estas líneas, acabo de leer la explicación oficial del presidente, que no ha tenido mejor idea que tratar de salir del paso mintiendo descaradamente. Dice que no instruyó que le amarren nada y que es la oposición política la que quiere desgastar su imagen. Miente groseramente porque en el video se ve clarito que ordena con el dedo que el suboficial se arrodille delante de él.
Pero así es el mundo al revés del Evo: los que le criticamos su comportamiento inaudito somos los malos de la película, los conspiradores; y él, que humilla a un funcionario público ordenándole que realice un acto personalísimo, como si se tratase de un pongo, es la víctima inocente.
Pero más allá de esa extraña mezcla de sensaciones de decepción, de ira y de asombro que esa escena ha debido causar en la mayoría de la gente (esa que no vive en el mundo al revés del gobierno), la estampa de un presidente con pretensiones imperiales es un motivo de alarma política.
Un presidente desconectado de la realidad y extraviado en el torbellino de la adulonería y la sumisión perruna de sus entornos, no es la mejor noticia para los bolivianos, sobre todo en el nuevo escenario que vive el país.
La crisis económica, que ya ha llegado pese al discurso oficial, y cuyos efectos se comenzarán a sentir más temprano que tarde, demandará sin duda un perfil de liderazgo completamente distinto al que muestra el presidente.
Una cosa es cuando la plata sobra, y uno se puede dar el lujo de gobernar subido en un avión privado, mandoneando, disponiendo de millones y en campaña ad infinitum, y otra cosa bien distinta será enfrentar complejos problemas e intensas presiones desde donde antes solo venían cumplidos.
El caudillo populista tendrá que convertirse súbitamente en estadista y gestor, y eso está complicado. Tan complicado, que da miedo.

jueves, 20 de agosto de 2015

El encanto de don Benjamín (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-20/08/15)

Que la jauja económica ha llegado a su fin es ya un hecho. Lo único que resta saber es durante cuánto tiempo y hasta cuándo podrá el gobierno mantener el espejismo de que todo sigue marchando sobre ruedas. Y al margen del drama que supone de por sí el fin de la bonanza, el problema es que nadie parece estar en condiciones de prever la duración de este estado de apariencias. Y no es que se trate de una misión imposible técnicamente hablando, sino más bien que, de acuerdo a lo que he escuchado decir a muchos economistas, los datos económicos que proporciona el gobierno ya no son ni suficientes ni oportunos, y por tanto dificultan enormemente la lectura y la capacidad de predicción de nuestras finanzas. De acuerdo a los especialistas, la cantidad de indicadores y la frecuencia de su publicación que por ejemplo proporciona el Banco Central de Bolivia, es mucho menor que la de hace cinco años atrás. El manoseo de cifras no es una novedad ni una maña exclusiva del proceso de cambio; se trata más bien de una práctica en franco desarrollo en todo el mundo, incluso en los países de lo que solía llamarse el primer mundo. España es un buen ejemplo de cómo se puede instalar desde el poder la idea de una economía en franca recuperación, mientras los ciudadanos constatan perplejos, como la realidad se resiste a la propaganda. Ya lo sabemos: aquí y en la quebrada del ají, cuando se decide torturar a la cifras, se les puede hacer cantar lo que a uno le plazca. Y si es un recurso tan utilizado, es porque evidentemente puede funcionar para lograr ciertos fines específicos durante un periodo de tiempo, obviamente limitado por la siempre implacable realidad. En el caso de nuestro astuto gobierno, la danza de cifras multimillonarias y las proyecciones en clave de histérico optimismo, podrían obedecer a la intención de maquillar la inminente crisis a la espera de algún milagro internacional que devuelva, en el corto plazo, los precios de las materias primas a los valores que nos hicieron efímeramente ricos. Sin embargo ni el cambio de ciclo en China, ni el acuerdo de los EE.UU. con Irán, ni el desempeño de las economías emergentes, ni la recesión brasileña, ni ninguna otra señal internacional, hacen prever que ese milagro esté muy cerca. Es por eso que usted y yo sospechamos seriamente que este intento del gobierno de convertir por un tiempo más la bonanza, en sensación de bonanza, obedece, para variar un poco, a urgencias electorales. El gobierno necesita informar maravillas e incluso tomar decisiones económicas desacertadas en tiempos de urgencias, para que la caída no se sienta mucho, y así tratar de convencer a la gente que Evo es la bonanza, y que por tanto deberíamos considerar la posibilidad de que se convierta en presidente vitalicio. Eso explica parcialmente el estado de crispación y agresividad política en el que se encuentran, arremetiendo salvajemente contra todo el que ose disentir u opinar en contra. Saben en el fondo que esa popularidad arrasadora e inalterable del Evo, reflejada encuesta tras encuesta, es una popularidad compartida con Benjamín Franklin, el señor que aparece en los billetes de cien dólares. Mientras don Benjamín siga mostrándonos su afable rostro con la misma frecuencia de los últimos nueve años, el Evo seguirá contagiado de su popularidad; pero cuando dejemos de verle la cara tan a menudo, no cabe duda que el Evo perderá parte de su encanto.

jueves, 6 de agosto de 2015

Amalia Pando y una nueva torpeza del gobierno (Columna Bajo la Sombra del Olivo- Página Siete-06/08/15)

La salida de Amalia Pando de la red Erbol es obra del gobierno, y seguramente, luego de la noticia, han debido descorchar botellas en el palacio en son de festejo. Lo que no saben aún, es que esta hazañita es un nuevo exceso que les va a pasar factura política y electoral, más temprano que tarde. El gobierno en realidad ya se ha convertido en un gigante gordo, torpe y ciego, que a su paso arrasa con todo, allí por donde va. Es cierto, sigue siendo un gigante grande y poderoso, pero ya no es el mismo gigante de antes. En el largo camino de la suma de torpezas, hoy se equivocan una vez más al creer que tumbando a la mala a las voces críticas, se acercan un poco más al codiciado objetivo del poder absoluto y la hegemonía total. Con este acto de matonaje político, otra vez se han pasado de la raya; la raya no es obviamente el límite jurídico, legal o técnico, pero es el límite íntimo que tiene la ciudadanía para aceptar excesos; es esa delicada fibra que tiene el ciudadano para reconocer la diferencia entre la necesaria firmeza de la autoridad, y el abuso de poder. La política de exterminio de periodistas y medios no funcionales al régimen, comenzó probablemente hace ocho años con Carlos Valverde cuando estaba en PAT. La actitud del gobierno hoy es la misma, ignorando que Amalia Pando no es los mismo que Carlos Valverde, que Erbol no es lo mismo que PAT, y que en el 2015 las cosas no las mismas que en el 2008. Amalia Pando es una institución en sí misma, consolidada a nivel nacional en base a más de treinta años de una trayectoria que le dan un peso y una credibilidad que nadie más tiene en el país como periodista. Y Erbol no es cualquier radio. Es una red multimedia ligada a la iglesia católica (la misma del Papa Francisco), que tiene un alcance y una penetración enormes. El odus operandi del gobierno en este avasallamiento sin precedentes al mundo del periodismo, ha sido el siguiente: en el modo fácil, han mandado testaferros para que directamente compren los medios incómodos o apetitosos. Cuando los dueños no han querido vender, o los medios no se podían comprar (es el caso de los medios ligados a la iglesia), han optado por intentar destruirlos por la vía de la asfixia económica y el acoso estatal. ¿Y cómo funciona esto? ien fácil: aproximadamente 50% del mercado de la publicidad proviene del estado. Si como gobierno decido que ninguna institución pública invierta en un medio, ya les estoy quitando de entrada la mitad de la torta. A los valientes que han osado resistir, se los ha apretado aún más. ¿Cómo? Amenazando a las empresas privadas que anuncian en el medio condenado. El acoso estatal se aplica de manera simultánea, y es también bien fácil: consiste en soltar a todos los perros detrás de la presa. Cuando te condenan, te caen todos los días la gente de Impuestos Nacionales, Ministerio del Trabajo, y todas las reparticiones imaginables; todos con la instrucción de no soltar el hueso hasta que la presa se rinda. En el caso de Erbol y de Amalia Pando, es probable que además de la asfixia publicitaria, los hayan terminado amenazando con la no renovación de sus licencias radiofónicas, que, en este caso son más de trescientas. En el viejo régimen, había medios afines a determinados partidos que ayudaban cuando hacía falta; por el otro lado algunos medios chantajeaban al gobierno de turno con sus titulares, para beneficiarse con dádivas del estado a otras empresas del conglomerado; y también había medios truchos, subordinados al poder. Pero nunca nada ni remotamente parecido ni tan perverso como el impulso fascista se ha desatado en este gobierno en su relación con los medios.