Los
mentirosos profesionales, son esos que te meten nueve verdades antes de encachufarte
una mentira. Son los mañudos que, como saben que su credibilidad está siempre
en duda, tienen que dorarte la píldora con muchas cosas ciertas antes de deslizarte
una mentira. Son los vivarachos que no tiene el menor reparo ético en mezclar las
causas y las verdades más sublimes, con el propósito de camuflar y hacer pasar
una mentira.
Y ese es el modus operandi que el gobierno ha
elegido para imponernos, a la mala, la reforma constitucional para la
reelección vitalicia de Evo Morales. Se han dado cuenta de que por las buenas
la cosa se les puede poner extremadamente difíciles, y entonces han decidido
recurrir nuevamente a una triquiñuela para marear al electorado, y así
conseguir el único objetivo que en verdad les quita el sueño.
Lo
que harán, usted ya lo sabe, es introducir en el referéndum nueve reformas
fantásticas e intachables, meterlas en la misma bolsa de la reelección, y, en
lugar de preguntar de manera separada como se hizo con el referéndum de los
hidrocarburos, hacer una sola pregunta que valide todas las reformas.
La
gran estafa se ha echado a andar con una premura que, desde el gobierno,
obedece a varias razones, unas favorables y otra potencialmente mortales.
La
buena tiene que ver con el pronunciamiento de la Haya en el tema con Chile, que
está previsto para octubre o noviembre, y que se espera (todos lo esperamos)
sea favorable en lo que concierne a la competencias del tribunal. Incluso la
posición de aplazar esa decisión hasta el final del proceso, podrá ser vendida
como una gran victoria del presidente, y sobre todo como un argumento de que su
presencia en la presidencia es indispensable para la "inminente"
recuperación del mar.
La
mala está relacionada con la factura que el país les cobrará por la incapacidad
y la demagogia con las que administraron los años de vacas gordas, apenas se
comiencen a sentir los efectos de la crisis.
El
cálculo les dice que cada trimestre que pase, les será un poco más difícil
maquillar y disimular los efectos de la crisis, y que, sin plata, existe el
serio riesgo de que la ciudadanía le cobre al Evo Morales la larga lista de
cosas que teóricamente los bolivianos no les perdonamos a los políticos, y que
a él se las perdonamos, porque había plata.
A
cuenta de la bonanza, le perdonamos la soberbia, le perdonamos el abuso de
poder, le perdonamos la corrupción, e incluso le perdonamos la progresiva
implantación de un reino del terror.
Tan
preocupados andan por el tema económico y por la cuentita política que les
pasará, que ya han abierto el paraguas, en curiosas y sospechosas
contradicciones entre el mandamás y el "súper" ministro de economía
(que deberá demostrar ahora cuan "súper" es en tiempos de crisis).
Mientras
el Evo dice que los demás, y no él, deben apretarse los cinturones, el ministro
dice que la economía avanza mejor que nunca y que nos esperan días de inmensa
riqueza.
El
ministro intenta calmar la cosa y disimular el miedo, mientras que su jefe
comienza a preparar el libreto del "yo no fui, fue Teté". Todo indica
que van a eludir todas sus responsabilidades, y van a decir que la culpa no es
de ellos, y que se trata de una crisis del capitalismo importada desde afuera,
y de una conspiración geopolítica del primer mundo contra las economías
emergentes y los países antiimperialistas.
Y
es entonces cuando les preguntaremos: “¿Y no era que con la nacionalización y
la industrialización estábamos absolutamente blindados, y que nuestra economía
era la más soberana del mundo?”
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