Entre chiste y chiste, el
gobierno de Evo Morales se está farreando nuestro principal activo colectivo,
que no es otro que la mismísima democracia.
Hablo por supuesto, de la
democracia que tanta sangre y sacrificio costó recuperar y de la democracia que
todos hemos construido con enorme esfuerzo durante los últimos treinta y tres
años.
Esa democracia imperfecta,
posible gracias a pactos unas veces virtuosos y otra veces odiosos,
insuficiente pero perfectible a través de reformas y mejoras acordadas entre
adversarios, inestable pero siempre capaz de responder con grandeza en momentos
extremos.
Esa democracia fruto de la
madurez histórica de un país determinado, casi obsesivamente, a superar la
barbarie política, y a apostarlo todo por un sistema que permita la
coexistencia civilizada entre quienes entienden el mundo de manera distinta e
incluso diametralmente opuesta.
Esa democracia, aporreada,
malquerida y subestimada, pero invalorable al fin, hoy se encuentra secuestrada
por unos circunstanciales todopoderosos, que parecen haberse auto convencido
que nuestra democracia es un mero instrumento de su proyecto de poder.
El temple autoritario del
presidente, de su partido y de las patotas corporativas que un día fueron
organizaciones sociales, se halla en franca escalada; sin ir muy lejos, en la
última semana, se han producido una serie de hechos que confirman nuestra
preocupación.
Una ministra de comunicación
que confunde el hemiciclo parlamentario con un potrero y que, amparada en los
dos tercios de la bancada de su partido, le falta al respeto a la figura
interpelatoria y pisotea la tradición parlamentaria. Francamente, no habíamos
visto una escena de tanta grosería, provocación e ignorancia, desde la época de
los militares.
Otra ministra que tarda seis
meses en renunciar pese a las monumentales evidencias de mega corrupción en un
Fondo Indígena que operaba como caja negra del gobierno, bajo su
responsabilidad institucional. Como si nada pasara, el presidente la felicita,
hace borrón y cuenta nueva creando otro fondo, e instruye procesar
judicialmente, ¡solamente a los dirigentes disidentes!
Otro gerente de una empresa
estatal que, de la mano de la Procuraduría, utilizan a un tribunal de justicia
para doblarle el brazo a la ciudad de La Paz ejecutando por la fuerza, sobre
toda norma y sentido común, la línea blanca del teleférico. Todo eso, amparados
en un convenio trucho que nunca fue ratificado por el Concejo Municipal.
Y todos juntos, con el Evo a
la cabeza, imponiendo ya oficialmente el manoseo de la Constitución para la
reelección vitalicia, olvidando cínicamente que la prohibición de la reelección
fue parte de un compromiso de una Asamblea Constituyente, es decir la instancia
más alta y solemne de una democracia, y no de un simple apretón de manos entre
amigotes, alrededor de una mesa de café.
Un compromiso ante el país y
ante el mundo que emanó de la Constituyente y que fue refrendado por el
Congreso, por las regiones y por infinidad de instituciones, bajo la
observación de la comunidad internacional, que ya fue violado una vez mediante una
argucia del más bajo nivel.
Toda una colección de
atropellos democráticos de distinto calibre, en el lapso de una semana. Como
verán, sobran los motivos de preocupación.
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