Si usted es usuario de internet, esto le puede interesar. Le cuento. Hace un par de meses contraté el servicio de ADSL de la empresa AXS; realicé una solicitud escrita y firmé un contrato que establecía una velocidad de 768 kb/s, por un precio mensual de cuatrocientos cuarenta y cinco bolivianos.
Antes de seguir con mi triste historia, le menciono, como dato referencial, que con esa misma plata, o sus equivalentes sesenta y cinco dólares o cuarenta y cuatro euros, en cualquier lugar obtendría 50 megabytes de velocidad, es decir 66,6 veces la velocidad que contraté acá en La Paz (no se espante, los diabólicos tres seises son pura coincidencia). Pero eso no es todo, por ese mismo precio, además me darían el servicio de telefonía fija nacional ilimitada, ciento cincuenta canales de televisión por cable, y dos módems USB 3G. Y aun así, me tendrían que devolver unos mangos cada mes.
Sigo. Cuando la gente de AXS vino a mi casa a instalar mi humilde conexión de 768 kb/s, me sorprendieron con una grata noticia: me había hecho acreedor a una promoción de la compañía, que al momento de la instalación me aumentaba la velocidad en un 33%, a un mega byte de velocidad. ¡Yupi! Si bien estaba pagando una pequeña fortuna por una velocidad de caracol, por lo menos mi esfuerzo estaba siendo reconocido y recompensado.
Al cabo de un mes, me percaté mientras navegaba, que las páginas cargaban otra vez a ritmo de caracol, y llamé a AXS para averiguar qué había ocurrido con la velocidad de mi conexión. Muy amablemente, me contestaron que la promoción que me habían aplicado al momento de la conexión, solamente duraba un mes, que mi velocidad había vuelto a lo que establecía el contrato (768kb/s), y que si quería recuperar la velocidad de la promoción, debía subir de plan y pagar más.
¿Qué les parece la trampita? Una promoción inconsulta y mañuda, cuyo objetivo es, a todas vistas, acostumbrarlo a uno a una velocidad decente para después decirte que te la devuelven, pero solo si pagas más. ¿Soy yo el loco, o esto es una práctica comercial deleznable, comparable solamente con lo que hacen lo vendedores de drogas regalando merca a los niños en las puertas de los colegios para enviciarlos, y después convertirlos en “clientes” habituales?
¿Y ahora, quién podrá defenderme? Pues nadie, si, como me comunicaron los de AXS, sus promociones están avaladas por la ATT, la misma institución que permite cortes en el servicio cada dos por tres, o bajadas significativas de velocidad en horas de alto tráfico, sin ningún tipo de compensación a los usuarios, como ocurre en otros mercados. Para empezar habría que ver si el ente regulador aplica las multas de rigor cuando cortan el servicio, cosa que dudo mucho dada la frecuencia con que esto ocurre.
Más allá de mi pequeño drama personal, esta situación de desprotección e impotencia frente a ciertos abusos, se puede extender a un montón de grandes empresas; el banco, la línea aérea o la telefónica que, en nuestro medio, y también en el primer mundo, han perdido todo respeto por el ciudadano/cliente/consumidor, y aprovechan su eterna posición de todopoderosos, y su reciente condición de impunidad derivada, sospecho, de la crisis financiera mundial, y del terror que los estados tienen frente a la posible quiebra o reducción de personal de las grandes empresas.
Los usuarios hemos sido librados a la ley de la selva, y nos han arrebatado incluso el último de nuestros derechos: el derecho al pataleo.