jueves, 2 de junio de 2011

La llamita del 15-M (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-02/06/11)

El kilómetro cero de los españoles es Puerta del Sol, en el centro de Madrid. Ese sitio es el referente desde el que se miden las distancias de viaje desde la capital española; desde allí también se tendrá que medir a partir de ahora, el alcance de la indignación de una juventud que parece haberse dado cuenta finalmente, que las cosas para ellos, y para todos, no pueden seguir como van.

Este 15 de mayo, cientos de miles de ciudadanos (ciudadanos de tercera según ellos mismos, pero ciudadanos al fin), se organizaron espontáneamente a través del Twitter, el Facebook y las otras redes sociales en el Internet, para realizar una acción de protesta acampando en el emblemático corazón de Madrid. Primer dato clave en esta historia: tal como ocurrió en la plaza Tahrir de el Cairo, y en el resto de países en donde todavía se desarrolla la “primavera árabe”, la movilización no fue promovida ni articulada por ninguna organización en particular, ni mucho menos por partido político alguno. No hubo instrumentalización, utilización, ni clientelismo, ni prebendalismo, ni tampoco manos, intereses o financiamientos externos, los sospechosos habituales cuando se trata de deslegitimar a la comunidad organizada.

Segundo dato útil en ésta sorpresiva revuelta: las demandas articuladas sobre la marcha en modalidad de mini asambleas, no están relacionadas con las particularidades ni con los intereses específicos de los jóvenes; esencialmente se están pidiendo cambios profundos en el sistema político y en el modelo económico vigentes en Europa. In other words, como dice la canción, no se está planteando otra cosa que una revolución, y por eso el desconcierto generalizado en el país que se precia de ser la novena economía del mundo.

Los españolitos esta vez no están en la Puerta del Sol para alfombrarla de uvas y alquitrán, ni para pedir licencia para el botellón siete días a la semana. Esta vez, la inmadura y pasota juventud ibérica, ha tenido que ponerse los pantalones largos para enfrentar los problemas de la vida real, que por cierto son los mismos que afectan a la mayoría de los jóvenes del mundo. Están interpelando el sistema de partidos, la representatividad política, los niveles de participación y, en suma, todos los valores básicos de la democracia representativa liberal (la sagrada, esa que es como la ley de la gravedad). El slogan que les identifica no permite ambigüedades: Democracia real ¡ya!, ¡basta de estafas!

En el camino, también se han cargado a la clase política en general, a la que le reprochan el hecho de no haber sabido responder a la crisis económica que azota al primer mundo. Seguramente tuenen mucho de razón cuando acusan a la derecha y a la izquierda (española y europea en general) de haberse desvivido únicamente para salvarles el pellejo a los truhanes del casino financiero, a costa del sacrificio de los más vulnerables y del desmantelamiento del estado del bienestar europeo. En esa óptica, el 15-M viene a ser una consecuencia política de la crisis financiera, y de la engañosa, patética y fallida posición del PSOE y del presidente Rodríguez Zapatero para enfrentarla.

Último dato: ni el PSOE ni el Partido Popular del mediocre Mariano Rajoy han comprendido nada de lo que el 15-M encarna y significa. El bipartidismo en cuestión, sólo atina a mirar boquiabierto cómo los quinces emes se reproducen en toda España y Europa, rogando a Dios que se por sí mismos. Probablemente eso ocurra, pero nadie puede negar que se ha encendido una llamita que podría derivar en un voraz incendio.

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