Intento imaginar mientras me
dispongo a escribir estas líneas, cual sería la situación de nuestro país si al
menos un partecita de nuestros políticos hubiera tenido el perfil de mi amigo
Guido Riveros. A los miles de afortunados que tuvieron el privilegio de gozar
en vida de su amistad, no tengo mucho que decirles, pero al resto, simplemente
quisiera contarles que este caballero fue un político honesto, bien formado, intelectualmente
inquieto, de menta abierta y tolerante, y trabajo comprometido con sus ideales.
En estos tiempos de descrédito
generalizado y global de la política y de los políticos, usted se preguntará
cómo habrá hecho este señor para ser lo que fue, en un campo tan cuestionado,
tan mal visto y tan desprestigiado. Me atrevo a decir que, a diferencia de
muchas otras figuras, probablemente más visibles, este hombre supo equilibrar
sus ambiciones con sus convicciones.
Supo escuchar y tratar de
comprender con genuino interés posiciones contrarias, cuando no antagónicas, en
procura de una visión más completa; supo convocar y reunir a gentes diferentes,
con la idea de que era posible sumar cualidades y, ya sea en armonía o en
conflicto, obtener de ello algo mejor; y supo sobre todo, intentar traducir esa
práctica de concertación y pluralismo en resultados concretos que pudieran
servir al ejercicio de la política, como él la concebía.
Probablemente por eso, donde
mejor pudo desplegar sus virtudes fue en su largo empeño desde la Fundación
Boliviana para la Democracia Multipartidaria. Desde allí libró, con inusual
mezcla de sagacidad y discreción, innumerables batallas cuya trascendencia
solamente se reconocerá con el pasar del tiempo. Por el momento, ese
reconocimiento se ha expresado en el respeto y la gratitud de moros y
cristianos al momento de honrar su partida.
Allí todos pudimos confirmar
que Guido Riveros fue uno de los pocos, sino el único referente del antiguo
sistema político que logró transitar con éxito al nuevo y complejo escenario de
los últimos años, gozando además de un respeto que muchos de los actuales
actores políticos podría envidiar. No logró aquello por vía del fácil acomodo,
pero si a través de su sentido autocrítico del pasado, su sensata valoración
del proceso político en desarrollo, y también de su honda preocupación sobre el
actual curso de las cosas.
Para los que estamos de una
u otra forma ligados a la política, no será fácil olvidar la presencia de ese
brillante nexo entre lo académico, lo intelectual y el feroz mundo de la
política, pero será sin duda muchísimo más difícil sobrellevar la ausencia de
un amigo cuya calidad y calidez humana, lealtad y sencillez, estuvieron siempre
por encima de los avatares de la política.
Quisiera poder saber en
estos momentos qué podríamos hacer para que ese ejemplo de vida personal,
familiar y pública perdure y se convierta en un legado para la política, pero
la verdad es que no lo sé; todavía siento el desconsuelo y el desaliento de la
pérdida de un hombre excepcional, en el momento en que más falta hace. Supongo
que tendremos que consolarnos con la idea de que no todo está perdido mientras
podamos constatar que todavía existen tipos hechos y derechos que dedican su
vida a las ideas ya la política, y además, iluminan la vida de quienes los
rodean.
Gracias querido Guido, de
verdad te extrañaremos.
Glosar la figura de una persona ejemplar es el primer paso para llamar la atención sobre su figura y su obra, en la confianza de que quienes lo lean se sientan concernidos y actúen en consecuencia. Nada hay mas estimulante que el ejemplo, que nos muestra el camino a seguir para quienes deseen ser a su vez ser ejemplo y guía.
ResponderEliminarGracias Ilya por mostrarnos un espejo en el que poder mirarnos.