Europa sigue crujiendo ante
la crisis en un escenario cada vez más complejo. Los resultados electorales de
la última semana en Francia y en Grecia, son las nuevas facturas políticas que
la ciudadanía le está cobrando al brutal ajuste económico en marcha; hasta el
año pasado, todos coincidían de alguna manera en que la crisis movía el péndulo
electoral y cambiaba gobiernos, independientemente si eran de izquierdas o de
derechas; ahora en cambio, parece ser el método de afrontar la crisis, es decir
el ajuste de austeridad, el que determina resultados.
Queda claro en cualquier
caso, que tanto la crisis como los intentos de resolverla, tienen obviamente
efectos electorales, pero también consecuencias en la redefinición del mapa
político de los países afectados. A estas alturas, ya nadie puede seguir
pensando que se trata únicamente de una crisis financiera que se puede explicar
y seguir a través de indicadores como las bolsas o las calificaciones de riesgo
de deudas; el alcance de la crisis trasciende los ámbitos financieros y
económicos.
El caso de las
presidenciales francesas ha puesto en evidencia una importante presencia
electoral de candidaturas más radicales en los extremos, tanto en la izquierda
como en la derecha; la candidata del Frente Nacional Marine Le Pen (que obtuvo
casi el 20% en la primera vuelta), atestó además el golpe de gracia al
presidente Sarkozy, negándole su apoyo en la segunda vuelta y precipitando así
su salida del escenario político, lo que ha sumido a la centro derecha en una
profunda crisis; el resultado, un partido de extrema derecha como el referente
actual más claro del conservadurismo.
La victoria del socialista
Francios Hollande le complica la vida también a la señora Merkel, que pierde a
su principal aliado en la Unión Europea, y que debe sentarse a negociar con un
presidente francés que ganó la elección con la promesa del crecimiento en vez
de la austeridad, y que intentará deshacerse de los compromisos y pactos
presupuestarios impuestos por Berlín, una misión imposible que hará aterrizar
rápidamente a la realidad al nuevo inquilino del Eliseo.
La fractura de la poderosa y
decisiva dupla Merkel-Sarkozy, y la percepción de que es un absurdo seguir
sosteniendo a una Grecia “que no quiere dejarse ayudar”, está haciéndoles
perder la paciencia a los alemanes, un poco hartos ya de llevar el peso de la crisis
sobre sus espaldas.
Esto porque las legislativas
griegas también le pasaron factura al ajuste, con resultados aún más
alarmantes; la izquierda radical, nutrida por el apoyo anti austeridad, terminó
en segundo lugar imposibilitando cualquier posibilidad de una coalición de
gobierno, al punto en que se habla ya de una convocatoria a nuevas elecciones.
Pero la “sorpresa” estuvo firmada por el abrupto y significativo ascenso
electoral de un partido neonazi, que alcanzó el cuarto lugar con más del 12% de
los votos. El reflujo de fuerzas extremistas ya ha puesto en jaque al sistema
político griego, y está empujando al abismo a un país quebrado, que seguramente
no resistirá más juegos. Se abre con ello nuevamente la posibilidad de una
salida del euro, que podría marcar el principio de una implosión hacia el
sálvese quien pueda.
Pero a los efectos
electorales y políticos de la crisis, sobrevendrán con seguridad las
consecuencias sociales de una ciudadanía que todavía resiste aturdida el
impacto de los recortes, en un clima de descontento y convulsión crecientes. El
verdadero problema europeo vendrá cuando los maltrechos votantes asuman que sus
virajes y corcoveos electorales afectan en poco o en nada el curso de la receta
anticrisis. Independientemente del cambio de escenarios políticos, la cruda
realidad se encargará de demostrarles que el ajuste estructural neoliberal
dictaminado por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Central Europeo, no es un asunto al alcance de sus decisiones.
Además de padecer el
desempleo, los recortes en salud y educación, el deterioro de la seguridad
social y, en general, el derrumbe del estado del bienestar, tendrán que sufrir
el desencanto de la traición de nuevos gobiernos que se erigen sobre postulados
ideológicos y sucumben rápidamente ante los dictados del mercado y de la
economía. Si la receta no funciona, tal como no funcionó en estas latitudes,
pasarán de la euforia del optimismo a la desilusión una y otra vez.
De allí al desborde social
hay sólo un paso. Cuando la precariedad aprieta en el cuello, cuando se pierde la
perspectiva y la noción de futuro y cuando el sistema de representación
política deja de dar respuestas, allí es cuando la energía social se torna anti sistémica.
Allí es donde se empiezan a
escribir cartas como la que se publica en el blog elhombrebizantino.wordpress.com;
en ella el bloguero, después de levantarle la madre a Rajoy, termina deseándole
que se encuentre lejos de la Moncloa, camino al exilio en Berlín, cuando la
sociedad española se rebele, salga a la calle, tome los poderes públicos, disuelvan
los partidos, cambie el sistema electoral y convoque a una Asamblea
Constituyente, porque si no es así, le advierte que la va a ir mal, pero muy
mal.
¡Felicidades Ilya!
ResponderEliminarWari Kasaya Kalakataya.
The Strongest Campeón.
Un Bolivarista al borde del suicidio.