jueves, 15 de marzo de 2012

Homenaje permanente (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-15/03/12)

¿Cuál sería el mejor homenaje póstumo a Domitila Chungara? ¿Una calle que llevase su nombre? ¿Un monumento en cada capital de departamento? ¿Un premio anual a la defensa de los derechos humanos y la democracia que también llevase su nombre? ¿Un feriado nacional tal vez?

Yo más bien me animo a pensar que esta extraordinaria mujer sonreiría desde el más allá, si es que el recuerdo de su vida y su muerte nos sirviera en adelante para reflexionar acerca de la democracia, y de nuestra democracia.

Es verdad, ella fue una ciudadana excepcional, que deslumbró en su momento a propios y extraños con su cándida lucidez, su valentía fuera de toda proporción, y su tenaz consecuencia. También es cierto que uno de los momentos emblemáticos de su larga vida de lucha, la huelga de hambre que protagonizó junto a otras cuatro mujeres mineras, desencadenó la renuncia del dictador Banzer y posibilitó eventualmente la recuperación de la democracia años más tarde.

Pero estoy convencido de que su vida y su memoria trascienden cualquier tipo de circunstancia, por muy heroica que fuera, pues de alguna manera simbolizan nuestra vocación, digo más, nuestra obsesión democrática, y sobre todo el rol de la sociedad organizada en su defensa, su continuidad y su mejora.

Ese será mi homenaje agradecido a la señora Chungara: Cada vez que se hable de democracia, intentaré recordarla; cada vez que el debate político interesado intente convencernos nuevamente de que la democracia es una camisa de fuerza, una suma de astutas normas que termina favoreciendo al que más tiene, trataré de pensar en ella; y cada vez que vea que la gente de a pie se ponga las pilas y ponga las cosas en su lugar, pensaré que el espíritu de esta señora sigue allí.

Nuestra atormentada historia ha conspirado sistemáticamente contra los valores democráticos, y sin embargo siempre hemos sido capaces de encontrar las maneras de lidiar con las tiranías, y dar grandes saltos cualitativos en la permanente construcción democrática. El valor democrático está, pese a lo que muchos piensan, en nuestro código genético; nos atormenta, nos obsesiona y termina siempre movilizándonos en la dirección correcta.

Pero cada vez que damos un salto hacia adelante, la misma ciudadanía debe volver a enfrentar las deformaciones de los nuevos frutos y de los nuevos actores de la democracia. Los viejos partidos, que pusieron la cara y la sangre junto a dirigentes como Domitila en la lucha contra las dictaduras, tuvieron que ser removidos por la ciudadanía organizada años después, pues la permanencia viciosa en el poder, les hizo olvidar el significado de la democracia.

Hoy, los excesos de la nueva clase política son inmunes a la acción de la oposición política, pero han sido ya varias veces frenados e interpelados por la gente, que en determinadas circunstancias no vacila en reorganizarse y movilizarse para trazar las líneas de lo permisible y lo inadmisibles (por favor no confundir con el nuevo corporativismo de algunos movimientos sociales). En esa acción, a veces anónima y otras desde la dirigencia de base, se encuentran las miles y los miles de ciudadanos que evocan a esta brava señora. Esa gente ha definido, define y seguirá definiendo el curso de las cosas, a cambio de nada; harán lo que tengan que hacer, a cualquier costo y sin la expectativa oculta del cargo, de la posición, del liderazgo o de la carrera política.

Así me gusta pensar la política, y es por eso que así quisiera recordar a Domitila Chungara.

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