lunes, 19 de diciembre de 2011

TIPNIS e IIRSA, las siglas del millón (Ensayo Anuario 2011 Página Siete-18/12/11)

Ocurre con poca frecuencia que una sigla concentre y resuma tantas cosas a la vez. Unas cuantas letras adquieren a veces la fuerza para explicar por sí solas complejas coyunturas, e incluso para simbolizar respuestas a procesos de gran magnitud. Un par de iniciales como el 11-S, marcaron, por ejemplo un antes y un después en la historia contemporánea mundial. La sigla TIPNIS es obviamente tema de anuario, y mucho más que eso. Fue si, el tema del año, y probablemente también el tema del lustro, que ha encendido importantes luces sobre el proceso político en curso.

Pero si del año se trata, debemos convenir en que la reacción al gasolinazo (el G-26, para ponerlo también en clave de siglas) y el TPNIS, fueron los dos hechos políticos más significativos del año. Y mire usted cómo son las cosas: uno afectó a la gran mayoría, originando la reacción de unos pocos, y el otro, intentó afectar a unos pocos, causando la reacción de todos.

Pero fue finalmente el fenómeno social que acompañó la marcha indígena el que finalmente reveló, a mi juicio, la clave para la lectura política del TIPNIS; me refiero al retorno vigoroso de la sociedad en movimiento, versus el poder. Las masivas y espontáneas adhesiones a la causa en cuestión, dieron fe del buen estado de salud de la ciudadanía no organizada, que se sacudió del letargo y del adormecimiento, doblándole el brazo a los abusos de poder, que el gobierno acumuló en los últimos dos años.

Detrás de la solvencia moral y del verdadero alcance de las reivindicaciones, de la lucidez de la dirigencia que dio la cara, y de la extrapolación política que se hizo de un tema aparentemente sectorial, se pudo constatar la vigencia del Proceso Constituyente, remozado y encarnado en la participación y la movilización social. Volvieron a escena junto al TIPNIS, renovadas formas de movimiento social, marcando diferencias con las organizaciones sociales de autonomía política embargada, poducto de la cooptación prebendal del gobierno.

El gran hallazgo en la interpretación de este mega-evento, podría ser entonces el nuevo desborde del sistema político establecido que confirma la persistencia de una crisis de estado aun irresuelta, y que repone en el eje del debate a la caracterización de los movimientos sociales y su rol en el cumplimiento de la Agenda de Octubre y en la rectificación de la ruta crítica del Proceso Constituyente. Pero en este diagnóstico que arroja buenas noticias para la sociedad, las malas noticias son para los partidos y fuerzas de oposición. ¿Por qué? Pues porque las respuestas a estos dos grandes hechos surgieron al margen de ellos, rebasándolos también; lo que no pudieron hacer ellos en seis años, lo hizo la gente de a pie.

En el otro lado, el desacertado manejo político del conflicto por parte del gobierno, ha dejado cuantiosas facturas de corto y largo plazo, que ya se han comenzado a cobrar en costos de todo tipo. Uno de ellas tiene que ver con el daño irreversible infringido al canciller Choquehuanca, que con su silencio cómplice abdicó de todas las ideas que representaba dentro del gobierno, y selló su derrota interna y su futuro como posible sucesor al trono. Otro costo tiene el sello de un desastroso descalabro de la imagen internacional del presidente; y sigue en la larga colección, la ruptura definitiva con las clases medias urbanas, que con esto, parecen haberle perdido el miedo a expresar sus descontentos.

Merecen unas líneas aparte las solidaridades interesadas y oportunistas de cierta oposición clasemediera, que aprovechó la ocasión para colarse a la protesta, haciendo gala de su sinvergüenzura al convertirse rápidamente, del racismo y el consumismo, al indigenismo y al medio ambientalismo.

Pero, a no dudar, la constancia de ruptura más profunda se ha constituido en una separación profunda entre el proceso de cambio, entendido como proyecto de poder, y el Proceso Constituyente, concebido como ruta de cambio de estatalidad y de sociedad.

En el camino regado de errores y horrores, el gobierno se las arregló también para poner en tela de juicio muchos preceptos básicos sobre los que construyó su simbología y, por qué no decirlo, su mitología política. Quedó en serias dudas aquella entelequia discursiva referida a lo indígena-originario-campesino, echada por tierra por la evidencia de diferentes intereses entre campesinos e indígenas. La presunción de Evo Morales como primer presidente indígena al frente de un gobierno de izquierdas, quedó también relativizada por la agresiva y condescendiente actitud “chola” del presidente (en su buena y en su mala acepción) con los indígenas, y por las prácticas y discursos típicamente derechosas de todo el ejecutivo en la administración del conflicto.

El berenjenal del TIPNIS parece haber precipitado también la decantación interna de las fuerzas en pugna al interior del régimen. Las motivaciones para la construcción del camino y los argumentos esgrimidos en su defensa, de alguna manera hicieron “salir del closet” al talante desarrollista y conservador, oculto tras el discurso revolucionario, pero siempre latente en los círculos más íntimos del poder palaciego.

Todo indica que se impuso la visión pragmática sobre cualquier tipo de intento por construir un modelo de desarrollo alternativo, consonante con las demandas históricas y la retórica gubernamental. El sustento ideológico fue avasallado por una apuesta de acumulación de sustentos de poder, basada en el apadrinamiento del aparato burocrático en uso del poder, y de nuevas burguesías campesinas de corte capitalista, dueñas de tierras en calidad privada, empleadoras de mano obra asalariada, y sujeto de permanentes incentivos estatales. A este nuevo bloque de poder, se van sumando otros actores como la banca o los agroexportadores, que comienzan ya a comprender el nuevo lugar que el gobierno les ha cedido en su proyecto hegemónico.

Cuando se habla del TIPNIS, y seguramente seguiremos hablando del tema durante mucho tiempo, muchos se preguntan cómo es que pudo haber ocurrido todo esto, y cuáles fueron las razones y las fuerzas que empujaron al gobierno a esta desquiciada aventura. Los móviles recurrentes en ese posible inventario, son la presión cocalera por la ampliación de sus fronteras, la presencia de riqueza hidrocarburífera en la región, la presión y el cobro de favores del tándem OAS/Lula sobre el presidente, o el irresistible tamaño de las coimas en juego. Sin embargo, nada se ha dicho acerca del papel de otra sigla, el IIRSA, como verdadero telón de fondo.

El IIRSA es la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, financiada por el BID la CAF y FONPLATA, que en los papeles, tiene como objetivo la planificación, el financiamiento y el desarrollo de mega proyectos de infraestructura, ni más ni menos que en las áreas de transporte, energía y telecomunicaciones. Pero existe una serie de investigaciones que denuncian que detrás de esta loable iniciativa, se ocultan los intereses estratégicos de largo plazo del poder transnacional. Se trata de una suerte de motor de multiplicación de iniciativas desarrollistas a diversa escala, que avanza lento pero seguro, sin reparos en cuanto a la expansión descontrolada de la agricultura intensiva, el cambio de uso de suelos, la explotación insostenible de recursos naturales, y el avasallamiento a áreas protegidas de biodiversidad.

Proyectos mineros, represas y, claro, caminos, que responden a la agenda de futuro de grandes consorcios financieros, de acuerdo a su propia temporalidad, y no a las necesidades específica y reales de los estados involucrados. Los planes que desde allí se trazan no se discuten, no importa cuales fueran sus impactos medioambientales y sociales, so pena de severas represalias y bloqueos financieros externos. Desde allí, con muy bajo perfil, corren los intereses de los verdaderos “dueños del mundo”, y con la música que ellos ponen, bailan todos los gobiernos de la región.

Un palo de ese tamaño puede si, explicar el aparente e irracional suicidio del gobierno, y más aún, la insistencia y la reacción post derrota política, que anuncia ya una brutal venganza contra los indígenas del TIPNIS, urdida desde todos los frentes imaginables para legitimar la construcción del camino, cueste lo que cueste. Esta podría ser la lección final y definitiva del TIPNIS y del IIRSA, dos siglas que explican lo inexplicable: Hay poderes a los que sencillamente, no se les puede decir que no.

1 comentario:

  1. La lectura puede ser otra.

    El G26 demostró con pasmosa claridad la acentuada incapacidad para planificar, gestionar y articular una medida necesaria económicamente; pero que reveló el desdén que tienen los oficialistas hacia la sociedad civil. Pensaron que su cheque en blanco era realmente infinito.

    La reacción popular en las calles demostró que el cerrojo de la intimidación, arrinconamiento, y secuestrado espíritu de la sociedad - por un partido que venía demostrando su infinito poder - podía ser desafiado y hasta arrinconado. Por eso tuvieron que ceder al DS 782. Pero quedó demostrado que la gente ya no iba a tener miedo de rebelarse, aunque sea de manera visceral, hormonal, irracional, violenta y desorganizada.

    El TIPNIS produjo que el oficialismo reaccione sin brújula, sin planificación, sin estrategia ciegamente, dando paso a la represión; otrora medida que había repelido como neoliberal/violenta/antidemocrática/dictatorial. Se enredaron a sí mismos hasta el colmo, pensando que elucubraban otro estrategia envolvente al firmar la nueva ley corta. Ergo, demostraron que habían perdido la capacidad de anticipación, de estrategias de corto y mediano alcance, dando rienda suelta a desquiciadas tácticas incoherentes. Pero lo crucial, es que desnudaron su verdadera facha, e invitaron a la votación del 16 de octubre.

    Con esta votación que debe ser leída no como rechazo, sino como no-apoyo; es decir los nulos+blancos eran una expresión de por lo menos indiferencia. No diremos de rechazo todavía.

    Pero lo más importante de esta votación es que , de la ira de las calles hormonal y ciega, pasó a una manifestación fría, calculada, organizada, y cautelosa de la sociedad en su mayoría. Esto es importante. Pues las emociones maduraron en conceptos, ideas acuñadas sobre principios y valores; que siempre hacen derretir glaciares sistémicos.

    En resumen, 2011 dió lugar a la transición del derretimiento del cerrojo psicológico - con el que se tenía, a la vez, hipnotizada y cautiva a la sociedad con la imagen del mito/poder masivo/antineoliberalismo/etc**n - a la reacción visceral, y de ahí a la manifestación de separación o esquive de lo que representa al oficialismo. Y para yapa Quillacollo y Sucre.

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