Esta semana haré eco en mi columna de la discusión con mis colegas de radio Mónica Machicao y Rolando Morales, a propósito de las actitudes que guían nuestro comportamiento en cada Navidad. En el cierre de temporada de nuestro programa “Esto No Tiene Nombre”, en Radio Deseo (sí, esa radio contestataria), nos ensalzamos en una charla acerca de los rasgos que caracterizan la Navidad, y a partir de aquello, me quedaron rondando por la cabeza un par de ideas.
Es verdad que cada fin de año no puedo dejar escribir algunas líneas de condena y repudio a la estampida comercial que se desata en todo el mundo occidental, en el nombre de Dios. El desenfreno psicótico con el que la gente se lanza a esta orgía de consumo, siempre me ha parecido sencillamente inadmisible; que exista una fecha que sirva para generar un pico de demanda en la economía y para exaltar nuestros peores instintos, no le veo problema; pero que se cometa un pecado colectivo de esas dimensiones como celebración del nacimiento de Jesucristo, me parece ya una barbaridad fuera de todos los límites.
Finalmente, el consumo de bienes materiales, la grosera puesta en evidencia entre ricos y pobres, la falsa y efímera solidaridad manifestada a través de la caridad y el derroche en general, son exactamente lo opuesto al legado espiritual de Cristo, por lo que, pretender rendirle homenaje o festejar su nacimiento de esa forma, es un contrasentido solamente explicable por la cantidad de millones que circulan en marketing y en publicidad, que terminan por enajenarnos completamente.
Pero bueno, si realmente no podemos evitar las garras del consumo, al menos hay alternativas de elección que le pueden dar un poco de sentido a nuestros gastos. Algo de conciencia y de postura ideológica no nos haría ningún daño, si es que hemos decidido apuntarnos al concurso de gasto convocado por ese gordito barbón, que a ratos se parece más bien al Tío Sam.
Tratemos de comprar productos bolivianos, ya sean industriales (que ya lo sé, son muy poquitos), o sean artesanales, que los hay de todo precio y de excelente calidad. La oferta nacional de cosas muy bonitas y muy bien logradas es enorme, si tenemos el cuidado de buscar con calma; con ello estaremos contribuyendo a la generación de empleo y de mercado interno, y tendremos una razón menos para quejarnos contra el gobierno y contra todo. Comprar cosas chinas o americanas puede ser la manera más racional y eficiente, es cierto, pero así no nos estamos ayudando a nosotros mismos.
Tratemos también de comprar productos en el mercado formal, para no incentivar aún más el contrabando y la evasión impositiva. El problema de esto, como dice el amigo Rolando, es que diferenciar a los formales de los informales puede ser bien difícil. Muchas de las coquetas tiendas de la zona sur venden mercadería de contrabando, así como muchos comerciantes “de arriba” están en condiciones de vender con factura y con póliza de importación.
Llevando la idea un poco más lejos, esta actitud frente a las decisiones de compra, podría ser como una especie de participación y control social de los consumidores hacia el mercado y hacia el estado también. Nuestras decisiones individuales, multiplicadas colectivamente, bien podrían cambiar algunas cosas importantes, generando interesantes tendencias de mercado. En todo caso, si va a comprar, hágalo con la mano en el corazón y no sólo en la billetera.
Very timely 'food for thought.' Thanks, Ilya. Best regard from Butuan, Pilipinas.
ResponderEliminarMnetalidad de colonizados convencidos.
ResponderEliminarMucho más insulsas son compras como una avión Falcon Dassault Baño de Mármol 1 de USD 38 MM.
ResponderEliminarO una fábrica de papel de Bs164MM que no funciona.
O una fábrica de procesamiento de leche en EAL que no funciona.
O miles de PC, para profesores, que no se usan.
O lo miles x miles de focos ahorradores que no duran 18 meses y que al estallar su gas de mercurio intoxica severamente a personas aledañas.
O los tractores comprados por exVcmin de Tierras H. Salvatierra y que sueñan lo que los justos.
Esas son compras ignominiosas que defraudan, indignan, y constituyen un revés a la sociedad.