domingo, 1 de mayo de 2011

¿Permiso para la crítica? (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-01/05/11)

Curioso es este debate artificial que se viene generando desde hace un tiempo atrás en el que la derecha desplazada, cuyos afanes restauradores son evidentes, adquiere una palestra y un protagonismo completamente desproporcionado a su presencia y a su gravitación reales en el escenario político. De pronto, son las fuerzas históricamente agotadas, que durante años fueron incapaces de comprender lo que ocurría en el país, y menos aún de plantear alternativas frescas y acordes con los procesos en curso, los que se atribuyen la potestad de partir las aguas, y señalar quienes tienen y quienes no tienen derecho a expresar argumentos críticos en relación al gobierno.

Resulta ahora que para ser crítico con el gobierno hay que dar explicaciones, pero no a los gobernantes ni a los militantes del partido de gobierno, quienes son los afectados y quienes tendrían todo el derecho de reaccionar, sino a la derecha reaccionaria cuya única visión de país consiste en regodearse con los errores y el creciente desprestigio gubernamental.

Mucho tiene que ver en esto los medios, que de alguna manera han avalado esta desproporción entre lo que políticamente representa le derecha conservadora, y su presencia mediática. Entiendo que hoy, más que nunca, pueda ser un buen negocio para los medios asumir posiciones críticas con el gobierno, pero habrá que tener cuidado con no dejarse instrumentalizar por quienes buscan una puerta de reingreso a la política en clave carroñera.

La trampa fundamental de este falso debate, siempre fue el intento de confundir premeditadamente el proceso constituyente con el gobierno. En esa visión maniqueísta, resulta imposible ser un convencido de la pertinencia y la legitimidad del proceso político de la última década (que además tiene asidero en los últimos treinta años), sin ser automáticamente un obsecuente seguidor del MAS y de Evo Morales. Quien comulga con el proceso, es un masista y, por consiguiente, debe rendir cuentas por los extravíos del gobierno. Astuto el razonamiento, pero no lo suficiente como para pisar el palito.

Queda bastante claro que después del 26 de diciembre, es muy difícil encontrar a alguien, que no sea parte del gobierno, que esté dispuesto a defender y apoyar públicamente la gestión técnica y política del partido de gobierno y del presidente. Pero eso de ninguna manera implica abandono o traición ideológica. Es probable que usted mismo, amable lector haya apoyado e incluso votado por Evo Morales, pero no por su linda cara, o porque esperaba que le dieran una peguita en el gobierno, sino porque considera que las ideas, las reivindicaciones y los valores de cambio que encarna, eran imprescindibles e impostergables. Me imagino también, que coincidimos en que eso no le quita el derecho de despotricar cuando meten la pata o cuando usted percibe que las cosas no están avanzando como usted esperaba, o más bien como deberían.

La revolución política en marcha desde hacen diez años, la cual el gobierno ha bautizado como el Proceso de Cambio, va mucho más allá del presidente, del vicepresidente, del MAS, y de toda la dirigencia política empoderada en el último lustro. Como mucha otra gente que expresa sus críticas en público o en privado, yo espero que el gobierno rectifique sus errores y que se ponga nuevamente a la altura de las circunstancias históricas. Por eso, a diferencia de los auto arrogados jueces de la crítica, cuando la embarran (lamentablemente cada vez más y cada vez más hondo), yo me amargo y monto en cólera.

Lo vengo haciendo desde hace casi un año y medio y me ratifico una vez más en la convicción de que el punto de quiebre no fue el gasolinazo, ni el recule posterior; el gobierno entró al despeñadero inmediatamente después de las elecciones de diciembre de 2009, cuando asumió que el 64% de respaldo ciudadano en la reelección para un segundo mandato, era un aval político de libre disponibilidad. Creyeron que aquel era el momento de consolidar definitivamente su hegemonía política y ajustar pernos para quedarse veinte años más en el poder. Se dice que en política el primer objetivo es el poder, y el segundo es quedarse; lo puedo comprender, pero lo que no comprendieron fue que los pernos a ajustar no debían pasar ya por la cachaña política, y sí por la gestión del día a día y por la construcción seria del país retratado en la nueva constitución política del estado.

El gasolinazo fue un error que solamente se puede cometer bajo los influjos del mareo de poder, es cierto; pero insisto, no fue la causa de la debacle. Fue la explosión acumulada de un largo año de desaciertos, de progresiva desvinculación con la sociedad (organizada y no organizada), del extravío ideológico, de las pugnas y purgas internas, de la desprolijidad en el manejo político, y del incumplimiento de deberes básicos en la gestión.

Esa es mi crítica, y la hago con respeto y con renovado optimismo en el futuro del proceso (que nos pertenece a todos), sin necesidad de tener que pedirle permiso a una derecha retrógrada, cuyo único aporte es el gesto ladino de alegrarse por los errores ajenos, y tratar de hacer política con ellos.

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