jueves, 3 de febrero de 2011

Los fusibles del 26/12 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-03/02/11)

El ejercicio del poder es una compleja máquina que, como todas, requiere de fusibles que, ante cierto tipo de sobrecargas, eviten su eventual colapso. Usualmente, son los ministros del gabinete y los altos cargos designados por el presidente, los que fungen como tales, en la medida en que, al no tratarse de autoridades electas por el voto popular, pueden ser removidas y cambiadas de acuerdo a las exigencias políticas de la coyuntura. Las tensiones y presiones internas de todo gobierno, cada cierto tiempo, encuentran sus válvulas de escape en éstos fusibles, que con su salida, desinflaman descomposiciones y crisis en su sector. Hay casos incluso, en los que se designan ministros con la finalidad ex profesa (pero nunca explícita) de que funjan como fusibles ante situaciones previsibles.

En fin, los fusibles son piezas que, independientemente de su poder político o su peso específico, deben quemarse para sortear crisis, y sobre todo para que éstas no malogren al presidente. En sistemas políticos como el nuestro, presidencialistas a más no poder pese a todos los cambios en curso, conservar intacta la imagen y el poder del caudillo es cuestión de vida o muerte; todo tiene remedio, menos la salud política del jefe, y cuando ésta empieza a languidecer, el camino de allí en adelante es cuesta abajo.

Veamos ahora cómo funcionó el tema de los fusibles en la mega crisis producida por el gasolinazo, evento que ya se ha ganado algunos calificativos del calibre de “el febrero del Evo” o “el 26/12”, en alusión al 9/11 gringo. En cualquier otra circunstancia o en cualquier otro país, una catástrofe política de esa magnitud, tendría que haber producido inmediatamente una crisis ampliada de gabinete en la que debían achicharrarse por lo menos el ministro de energía, el presidente de YPFB (verdadero mandamás del sector), el ministro de economía, y todo el equipo de ministros políticos.

Contra todo pronóstico político y sentido común, nada de eso ocurrió. La réplica política dentro del gobierno fue minúscula, y se expresó recién tres semanas después del desastre, y como parte del aniversario del nuevo estado, mediante el cambio de dos ministros. Por primera vez en cinco años, la figura hasta ahora impoluta del presidente sufrió un golpe terrible, y, curiosamente, nadie pagó por los platos rotos. Por lo menos hasta ahora, pues al mismo tiempo que se quiere proyectar la idea de que el interior del gobierno es una taza de leche, comienza a tomar cuerpo una idea que, hasta el año pasado no pasaba de ser un chisme puertas adentro: la revocatoria del vicepresidente.

Con la Conamaq a la cabeza, la idea parece ser la de remover el avispero, y señalar a García Linera como el culpable de la crisis, y de “estar haciendo fallar al hermano presidente”. Claro, el retroceso en la medida no ha conseguido evitar la escalada de precios y la sensación de crisis, y lógicamente algunos sectores podrían estar insatisfechos con la reacción del gobierno, buscando una cabeza de turco que no sea la del jefazo. Si no saltaron los fusibles que debían de haber saltado, pues la idea sería apuntar al fusible maestro.

Esta embestida, todavía incipiente incluso podría ser bien vista desde el gobierno, pues desvía la atención de un tema del que no se ha dejado de hablar el último mes: que el presidente ha pasado a ser un mortal más. En ese entendido, también existe la posibilidad de que la bolita se haya generado justamente desde dentro, como una estrategia de distracción política, siendo que todo el mundo sabe que la revocatoria es legalmente inviable.

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