domingo, 20 de febrero de 2011

Cuando la comunicación sustituye a la gestión (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-20/02/11)

El gradualismo parece haber calado hondo en el gobierno. Sirve para todo, tanto como para la apreciación gradual del boliviano, como para la nivelación de los precios de la gasolina, ¡e incluso para cambiar el gabinete de ministros! Las mini crisis de gabinete son el último grito de la moda política, y apuntan seguramente a proyectar una imagen de estabilidad en un gobierno que hace aguas por todas partes. El auto atentado del 26/12, debió haber causado una recomposición total, no sólo del gabinete, sino del rumbo del gobierno; y sin embargo la respuesta fue un pálido cambio de dos ministros que, obviamente, dejó descontentos a propios y extraños. Un mes y medio después, se ha ensayado otro pequeño arreglo con el cambio de dos ministros y la creación de una nueva cartera. ¿Será que de a poquito se ira recomponiendo el equipo gubernamental, y para mediados de año recién veremos qué tendencias internas se han impuesto?

Por el momento, estos aperitivos no nos dan muchas pistas de lo que puede estar ocurriendo en los círculos íntimos del poder, siempre tan hermético y sorpresivo en sus decisiones. El cambio de la ministra de cultura, por ejemplo, no dice gran cosa; la ministra saliente parece estar pagando su soltura de lengua al referirse públicamente a los tejes y manejes de una jerarquía de poder que nunca acabó de comprender. Dicen las malas lenguas que su carácter autoritario y prepotente también le granjearon una serie de enemigos, que se la tenían jurada.

El cambio de fichas en el ministerio de trabajo podría tener alcances e intenciones un poquito más serias, en la medida en que se trata de una cartera que tendrá que afrontar conflictos de cierta envergadura, y ya no podrá darse el lujo de contar con figuras decorativas en la primera línea. Asume el segundo de a bordo, pero todavía flota en el ambiente la duda de quién es que realmente manda en el área.

El único cambio que realmente llama la atención y que causa alarma, es la enésima creación del ministerio de comunicación. Me explico: cuando, como gobierno, llegas al punto en que crees que tus problemas se deben a falencias en la comunicación, estás frito; se me antoja la imagen del psicótico que opta por los anti depresivos, en lugar de afrontar el origen de sus problemas. Alguien ha vendido la idea dentro del gobierno, de que no requieren un golpe de timón radical orientado hacia una gestión eficiente y lúcida, y que es suficiente con la reestructuración del equipo de comunicación. El régimen, golpeado y desconcertado, mira hacia atrás y echa de menos al equipo de estrategas de comunicación que le dio muy buenos resultados en una coyuntura completamente distinta, y que se desintegró con la salida de sus hombres clave.

Es verdad, durante la primera gestión de gobierno, la comunicación oficial funcionó muy bien, porque estuvo enfocada en una guerrilla política en la que se debía combatir a enemigos concretos: los medios conservadores, la oposición conspiradora, la media luna golpista, el terrorismo secesionista, la embajada americana, etc., etc. Distinta es la cosa cuando, ante el agotamiento de los adversarios, el enemigo se traslada al seno mismo del gobierno, con rostro de ineficiencia, soberbia, lasitud, extravío ideológico e inconducta generalizada (los últimos escandaletes de funcionarios de gobierno especulando con el azúcar ya son de un nivel realmente lamentable). Y claro, la cosa empeora cuando los ejes de conflicto se han trasladado de la confrontación política polarizada, a problemas concretos que la ciudadanía debe afrontar en el día a día, como el alza de precios y la escasez de alimentos; si a esto le sumamos el progresivo resquebrajamiento de la base política del gobierno, el escenario resulta mucho más complejo y rebasa con creces las posibilidades de solución desde una perspectiva puramente comunicacional.

Estamos otra vez frente a la vieja historia de pretender suplir las falencias políticas y de gestión, con grandes aparatos y operaciones de marketing político. Los gobiernos que tuvieron gestiones de comunicación exitosas fueron los que tuvieron proyectos claros que vender, y requirieron del marketing como una herramienta de sostenimiento. Recordemos el Plan de Todos del primer gobierno de Sánchez de Lozada y el 21060 de Paz Estenssoro sólo como ejemplos concretos; por otro lado, en el caso de otros gobiernos, que no tuvieron nada sustantivo que ofrecer (más allá del goce del poder), el ministerio de comunicaciones, o de información o sus mil y una variantes en cuanto a estructura, fueron una verdaderas moledoras de carne, en las que prominentes figuras políticas tardaban más en salir que en entrar.

Simplemente no se puede reemplazar la alta política y la gestión, con malabares y maquillajes propagandísticos, y eso es lo que parece intentar hacer el gobierno, después de haber agotado la voz y la credibilidad del mismísimo presidente; es sencillamente increíble que ninguno de los obsecuentes hombres de palacio tuviera el buen juicio o el valor de advertirle que la cascada de desafortunadas declaraciones acerca del contrabando de gasolina en mamaderas o de la instalación de panales en las casas, le estaba quitando lo último de credibilidad que le quedaba.

Finalmente, pocas novedades podremos esperar desde el nuevo ministerio, en la medida en que ya conocemos de memoria las capacidades y limitaciones de su titular, en funciones de vocero. En síntesis, un reajuste ministerial intrascendente, salvo por su rasgo exótico de gradualismo.

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