La demanda marítima ante el
Corte Internacional de Justicia en La Haya, es el único tema en el que Evo
Morales no ha procedido de la manera que lo caracteriza, es decir, “le meto
nomás”.
No conozco las razones por la
cuales en este caso no le metió nomás, pero está claro que los resultados
obtenidos hasta el momento marcan una sustantiva diferencia con el resto de las
iniciativas y proyectos de su largo gobierno.
Tan largo que trasciende el
corto plazo y permite evidenciar cómo una serie de multimillonarias inversiones
se caen a pedazos, justamente por haber sido realizadas alaquete; miles de
millones de dólares gastados (que no invertidos) en función al “instinto”
presidencial y a la inoperancia y adulonería de sus entornos, que no tienen el
valor de hacer valer sus posiciones y conocimientos, para que las cosas se
hagan como deben hacerse.
El caso de la demanda
marítima, por lo menos visto desde afuera, fue distinto, y por eso se consolidó
rápidamente como una política de estado. No fue una acción precipitada, al
calor de las ganas ni de las ocurrencias porque, como lo ha admitido el mismo
Evo, se crearon las condiciones para que eso no ocurriera y el equipo pudiera
persuadirlo de no ir por el camino de su olfato, que le decía que había que impugnar
el tratado de 1904.
No se trató de un milagro
tampoco. Simplemente se hicieron las cosas con cautela y con la mente y el
espíritu abiertos; se conformó un buen equipo local, se contrató a un equipo
internacional con las mejores recomendaciones, referencias y credenciales, y se
acudió a la colaboración de los expresidentes y ex cancilleres, que aportaron cada
uno con lo que mejor saben hacer.
Ese escenario, tan distinto al
habitual escenario del “hay que meterle nomás” porque estamos en campaña
electoral permanente y siempre en vísperas de la enésima elección, permitió,
entre muchas otras cosas positivas, que el equipo jurídico internacional basara
la estrategia en el trabajo del abogado internacionalista boliviano Ramiro Orías.
Fue Ramiro Orías, quien
trabajando para el gobierno boliviano el año 2000, propuso originalmente la
idea de que había que demandar a Chile evitando eludiendo el Tratado de 1904, y
que había que usar la figura de los “actos unilaterales de los estados”.
Aquí no caben medias tintas y
hay que decirlo con todas sus letras: sin la frescura y la novedad del trabajo
y el aporte de Ramiro Orías, de ninguna manera hubiéramos llegado al punto en
que estamos; a él le debemos el enfoque que nos ha permitido avanzar tan lejos
y con tantas posibilidades de éxito.
El país le debe a él un
reconocimiento y un agradecimiento, que repare, aunque sea parcialmente, el
acto de mezquindad del gobierno al haberle negado la posibilidad de integrar el
equipo boliviano en calidad de asesor.
A la bajeza de haber querido
ocultar ante la opinión pública la autoría de la columna vertebral de la
demanda, se le suma la torpeza política de intentar aprovechar electoralmente
la primera victoria boliviana obtenida a partir de ese planteamiento.
Como usted recordará, lo
primero que dijo el Evo el día en que se conoció el pronunciamiento de la corte
en relación a la excepción preliminar chilena, fue que se trataba de una victoria
nacional, de la cual nadie debía apropiarse.
Mintió otra vez, pues el
gobierno a través del vicepresidente y del aparto público de comunicación, no ha
perdido oportunidad para sostener que los resultados obtenidos, son obra y
gracia absoluta del presidente.
Lo hacen con muy poca visión,
tacto y sentido de la realidad, pues cometer el pecado de manosear
electoralmente un tema sagrado para los bolivianos, con seguridad les traerá un
resultado contrario al esperado.
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