jueves, 8 de octubre de 2015

La Paz, otra vez en la mira (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-09/10/15)


 Si algo debe saber cualquier interesado en política en este país, es que La
Paz es la brújula de las tendencias nacionales, y que cuando cometes el error de no
escuchar con atención lo que esta peculiar ciudad te dice, tienes los días contados.

Puede ser que no seamos la ciudad más grande, ni la más rica ni la más moderna,
pero está fuera de duda que nuestra vocación y madurez política constituye un faro
que orienta y alumbra al resto del país en materia política.

El Alto es una ciudad combativa y valiente con una impresionante capacidad de
organización y movilización, y ha sabido ganarse un importante lugar en la escena
política, pero es la ciudad de La Paz, en su rica y compleja composición, la que tira
la línea y la que marca el paso en la alta política, y también cuando las papas
queman.

Si te haces el boludo o te haces el sordo cuando La Paz te habla, quiere decir que
has perdido el contacto con la realidad, y por lo tanto el termómetro que te podría
evitar que una fiebre termite matándote.

La mala onda del gobierno con La Paz comenzó en el año 2010, cuando el MAS
perdió una elección municipal que la daba por ganada en base a una mala lectura
política que les decía que como habían arrasado en las elecciones generales del
2009, eso era un cheque en blanco que podía servir para cualquier cosa.

De allí en adelante la relación del MAS con esta ciudad se ha ido complicando, y si
bien el año pasado el presidente ganó las presidenciales, este año el gobierno ha
recibido sendos reveses de una sede de gobierno que se las jugó por la llegada de
Evo Morales al poder, y que fue su principal sostén político en la primera gestión.

Las clases medias, la intelectualidad e incluso parte de la prensa paceña, junto a la
inmensa diversidad de voces que acá tienen origen, fueron claves para el éxito de
Morales, como también podrían ser determinantes para su derrumbe.

El deterioro y alejamiento de las fuerzas vivas paceñas con el MAS, se han
expresado de manera inequívoca en las contundentes derrotas electorales en las
elecciones subnacionales de marzo y en el último referéndum, convertido en
plebiscito adrede, por un gobierno perdido en su lectura política.

Lejos de parar las orejas ante tan sendos mensajes e iniciar una profunda
introspección autocrítica, no han tenido mejor idea que arreciar furiosamente sus
embates contra la ciudad.

La ejecución arrolladora y prepotente de la línea blanca del teleférico, parece
graficar bien el estado de ánimo del gobierno hacia los paceños; en realidad, el servicio mismo del teleférico transpira una actitud de sometimiento que se siente en
el ambiente, que contrasta con la calidez y la empatía que se siente en el Puma
Katari.

En el caso de los buses la ciudadanía se ha apropiado amorosamente del servicio,
mientras que en el caso del multimillonario teleférico, la sensación que percibo es la
de una prebenda impuesta, que pretende generar agradecimientos obligatorios y
derechos extraordinarios sobre la ciudad.

Los modestos buses ya son nuestros, mientras que los lujosos teleféricos son
todavía ajenos.

El centro de investigación nuclear es otro frente abierto en esta guerra contra la
ciudad; hasta ahora no sé si la agresión estaba en la idea de instalarla o en la
decisión de retirar el proyecto, pero lo que sí sé es que todo el proceso estuvo
marcado por la prepotencia y el irrespeto a la ciudad que ha osado enfrentárseles.

Lo que se viene ahora será el financiamiento de las movilizaciones de transportistas
para generar caos en las calles y desasosiego en nuestras vidas.

A prepararse entonces, paceños, para afrontar cuatro meses muy duros en los que
se nos pondrá a prueba nuevamente.  

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