Mucha gente tiene miedo a lo
que puede venir después del Evo, y eso es normal; la incertidumbre y el miedo
son factores determinantes tanto en la economía como en la política.
Pero nada es tan eficiente
para combatir la incertidumbre y el miedo, como la cabeza fría, las ganas de
informarse y el espíritu crítico en la toma de decisiones; por suerte todas son
gratis, y no requieren más condiciones que abstraerse un ratito de la poderosa
maquinaria propagandística del gobierno.
Y para ello hay partir
convenciéndose a uno mismo que el mundo no se va a terminar después del Evo, y
que el día después la vida continuará, no igual, sino mejor. No hay más que
mirar la historia, la del país y la de nuestras vidas, para entender que así
será.
Creer que después del Evo
viene el abismo sería creer que lo que pasa en política es el invento de una
persona o de un caudillo, y eso es un absurdo; usted y yo sabemos que los
procesos son producto de una construcción colectiva que no ocurre de la noche a
la mañana, y que nunca depende de una persona.
Durante ya más de tres
décadas, la democracia que todos hemos recuperado y que todos hemos contribuido
a mejorar, nos ha expresado como un país muy maduro, que siempre supo superar
sus adversidades al borde del precipicio, cuando el desastre parecía inminente.
Fuimos capaces de superar la
tercera hiperinflación más grande de la historia, fuimos capaces de superar el
colapso y el derrumbe de todo el sistema político y muchos otros desafíos, no
por buena suerte ni por la llegada milagrosa de héroes salvadores, sino porque nuestra
obsesión democrática, nuestra rica cultura política y nuestra madurez ciudadana
son mucho mejores de lo que creemos y nos han permitido avanzar en la dirección
correcta con un ojo en la frente y el otro ojo en la nuca, aprendiendo del pasado.
Se estará preguntando usted en
silencio cómo puedo ser tan idiota de ignorar el hecho de que hoy la oposición
no representa una alternativa real al MAS. Mi respuesta a su presunción de
idiotez es decirle que no se alarme tanto por eso: es hasta cierto punto normal
que este tipo de procesos, tan potentes políticamente, no deje lugar para ningún
tipo de oposición.
Sin ir muy lejos, le recuerdo
que no fue la Falange la que hizo oposición ni la que tumbó al MNR; fueron las escisiones y los cismas internos los que
lograron romper la hegemonía. En el caso del MAS, la mezquindad y la angurria
no han permitido siquiera que asome una cabeza que le haga sombra al jefazo, lo
que los coloca en una posición de tremenda vulnerabilidad.
La ausencia de oposición ha
generado también en muchos esa sensación de que el Evo es invencible, cuando en
realidad ha jugado un campeonato sin adversarios, ganando todos los partidos
por walk over.
Nunca me he caracterizado por
ser ingenuo ni optimista, pero creo, honestamente, que el 21 de febrero todo
esto se va a resolver. Allí se va a confirmar por segunda vez que la ciudadanía
dirá NO, y con eso lo primero que va a ocurrir, es que va a terminar de
consumarse la larga muerte de esa oposición tonta, inoperante, útil al gobierno
e irremediablemente atada al pasado.
Y, paradójicamente, la
certidumbre de que el Evo no estará más al frente dentro de cuatro años,
acabará oportunamente con la incertidumbre, abriendo un largo periodo de cuatro
años, suficientes para repensar el futuro.
Como siempre ha ocurrido,
estoy seguro de que el país encontrará, a partir de esa decisión, las maneras y
las personas que cumplan con el desafío de refrescar el panorama y seguir
avanzando en la dirección correcta.
Es cosa de entender nomás
quiénes somos, para que el temor se convierta en confianza.
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