jueves, 25 de julio de 2013

Fusión (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-25/07/13)


La cocina fusión puede resultar algo extraña y desconcertante en nuestro medio si se la entiende únicamente como la compleja experimentación de chefs vanguardistas de alta cocina. Para mucha gente el concepto evoca algo de eso: la idea de algo muy chic, complejo y sofisticado, pero a la vez extraño y ajeno; las imágenes mentales, desde esa perspectiva, se asocian a las agresivas propuestas que se pueden ver en la televisión por cable: comida exótica, rebuscada, muchas veces minimalista, y seguramente cara e inaccesible.
Sin embargo, a pocos se les viene a la mente una hamburguesa con chorrellana, un pollo frito con yucas y platanitos, una tucumana con salsas acilantradas y mayonesas al olivo, o incluso un buen falso conejo, todos ellos también producto de la fusión. Y es que la fusión no es otra cosa que la mezcla de prácticas culinarias, de estilos de cocina de otras culturas, así como de ingredientes característicos de otros países; es el resultado natural de la interacción de gente diversa y de su cultura.
En el ámbito gastronómico, el término se acuñó hace más de cuarenta años, en los años setenta en los Estados Unidos, y especialmente en la ciudad de Nueva York, en dónde migrantes de todo el mundo en el afán de recrear su comida, utilizaron ingredientes locales disponibles, obteniendo algo nuevo, pero igualmente válido y legítimo.
En nuestro caso, la fusión es justamente una característica esencial de nuestra cocina; a la cocina boliviana típica y tradicional, también la llamamos criolla, es decir nacida en nuestra tierra, pero con padres europeos y españoles en particular. El largo camino de mestizaje fue el que le dio forma a nuestra rica gastronomía local, ensayando mezclas de lo autóctono con lo que llegaba de afuera, tanto en ingredientes como en técnicas.
Nuestra condición esencial de mestizos, nos convierte de alguna manera en practicantes permanentes de la cocina fusión en sus distintas realizaciones. La migración del campo a la ciudad seguirá generando fusiones en la dinámica propia de las nuevas generaciones; las migraciones aymaras al oriente y al sur del país también derivarán en algún momento en nuevas cocinas regionales; nuestra interrupción momentánea con el océano pacífico tampoco ha impedido que en los últimos años se haya reconocido nuestra cercanía con el mar, lo que ha derivado en la presencia de mariscos y pescados mar en nuestros mercados populares, abriendo así otros caminos de fusión que se pueden saborear en las calles.
Somos, en suma, una sociedad preparada y afín a la comida fusión, porque el mestizaje nos ha obligado a realizarla naturalmente, y lo seguirá haciendo en la medida en que no sucumbamos a la estandarización global.
Ahora bien, la cocina fusión como segmento gastronómico y categoría de la restauración, es un tema que recae en los hombros de la nueva comunidad de cocineros, llamados a motivar al mercado a través de la creatividad y la exploración seria y disciplinada. La fusión no puede ser simple ocurrencia ni mezcla aleatoria de estito con lo otrito, y a ver qué sale. La fusión, desde los fuegos de un restaurante, requiere un profundo conocimiento de las cocinas con las que se va a experimentar, respeto por su historia y fundamentos, y claridad conceptual en lo que se quiere comunicar a través de la propuesta; pero ese es otro tema que da mucho de qué hablar y al que volveremos 

1 comentario:

  1. Acabo de ver el debate en Pentagono sobre gastronomía. He releido la nota de I.F, e interesantemente el concepto o noción de alimentación ,aquella sana, ni figura por descuido.

    Y ese es precisamente el desafío y oportunidad que tiene la gastronomía en nuestro medio. La carencia de responsabilidad social para trascender lo "rico" y el örgullo" por las tradiciones, y comenzar a entender y adoptar conocimientos apropiados y suficientes para incluir en la FUSION el requerimiento de nutrición y alimentación apropiadas y adecuadas en los platillos que escogen crear, fusionar y complejizar.

    Tengo una experiencia particular respecto a la gastronomía en La Paz. He asistido muchas veces a un restaurante conducido y manejado por estudiantes de chef de un instituto de renombre en gastronomía. Sufriendo una y otra vez la selección de combinación de los contornos o guarniciones de sus platos cada vez que probaba su cocina. Hasta que permití platicar con su principal chef y hacerle notar que sus guarniciones eran reales bombas de almidón. Ofrecían a la vez, arroz, papa, yuca, platano frito, camote etc. con algún estofado de carne por ejemplo. SI tenían un salad bar, pero no tenían guarniciones que acompaban a los giusos y estofados. La respuesta que recibí fue que así lo determinaba su dirección. Jamás consideraron la observación.

    Ese mismo fenómeno ocurre en la mayoría de restaurantes. Y sucede con la mayoría de platillos criollos. Una muy pobre combinación de vegetales, verduras, cereales integrales, carnes, etc. Sino, recuerden un picante de gallina^además del pollo tiene el chunhoputhi, el arroz graneado, la papa y la salsa picante. Pobre combinación de alimentos. La variedad del colo misma delata la pobre combinación. Sï saben bien rico, pero es un placer que a la larga una paga el precio con arteroesclerosis, hígados grasos, sobre peso, diabetes, y obesidad.
    De eso no podemos sentirnos orgullosos.
    Una idea que se debe evalular seriamente es evolucionar nuestros platillos criollos hacia versiones donde la salud y nutrición predominen en el disenho y elaboración. EL disenho tradicional, insalubre no tiene que quedar fijo en granito o acero inoxidable.

    Como valor primordial de una sociedad esta primero la salud antes que la indulgencia.

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