Ya que en casa parece que no todos tenemos la misma
opinión acerca del atropello perpetrado en contra del presidente en cielos
europeos, miraremos la cosa desde el otro lado y ensayemos lo que podría ser la
lectura de un ciudadano francés al respecto. La percepción podría ser más o
menos la siguiente: mi presidente socialista se ha bajado los pantalones ante
las presiones norteamericanas, y ha cometido un abuso monumental contra el
presidente indígena de una pequeña nación latinoamericana, ¡para permitir que
nos sigan espiando y controlando impunemente, con la aquiescencia de nuestro
estado!
El mismo razonamiento vale para portugueses, italianos y
españoles; un escándalo que debería avergonzar a todos los ciudadanos de lo que
algún día fue Europa. Viendo las cosas por donde se las debe ver, en realidad
los más indignados deberían ser ellos, los ciudadanos europeos, pues el tema de
fondo no es el presidente Morales ni el señor Snowden; es tema de fondo es la
autoridad que se arroga el gobierno de los Estados Unidos para violar los
derechos y libertades de millones de personas en el mundo, a nombre de sus
intereses y de su seguridad.
Para consumar sus programas de espionaje y control de las
vidas y haciendas de todo el mundo, el señor Obama ha visto por conveniente
presionar, chantajear y amedrentar a quien se le ponga por delante, recurriendo
a todos los mecanismos coloniales e imperiales, que nada tienen que ver con los
principios de libertad y democracia que dice defender. El locuaz y carismático
presidente que pretendió cambiar las cosas en su país, nuevamente ha demostrado
ser una mala secuela de George W Bush, y ha sido incapaz de enfrentarse al
espíritu fascistoide que caracteriza al conservadurismo norteamericano.
No nos equivoquemos, el asunto de fondo son los gringos
que se resisten a la realidad de un mundo multipolar, y que están dispuesto a
utilizar toda la fuerza que les queda para imponer, por la buenas o por la
malas, los intereses económicos de quienes realmente mandan en Washington. El
resto son nomás el reflejo de las reacciones de la gente y de los gobiernos
ante la embestida imperialista.
Unos, es el caso de Vladimir Putin, han actuado con algo
de firmeza y finalmente se han lavado las manos; otros, el caso de los países
europeos que han acatado órdenes para amenazar al presidente boliviano, han
mostrado su condición de peleles serviles; y otros, en este lado del mundo, han
reaccionado con valentía y dignidad ante lo que es una bravuconada indefendible
e inadmisible.
Lo mismo ha ocurrido internamente, en el país del
presidente vejado. Muchos, quiero pensar que la gran mayoría, se han sentido agredidos
y se han solidarizado con Evo Morales, más allá de sus afectos o desafectos;
otros, los sipayos de siempre han legitimado la acción asumiendo que lo que
hacen los jefes siempre es bueno para ellos; pero no han faltado los idiotas
que, pese a comprender el real significado y la magnitud del incidente, han
intentado justificarlo acudiendo a argumentos absurdos, con la intención de
afectar la imagen interna y externa del presidente; he visto, con una mezcla de
pena y asco, como algunos dirigentes de la oposición se han lanzado a ese
juego, incluso en entrevistas con la prensa internacional.
El gobierno francés y sus pares europeos le deben
obviamente una explicación, no solamente el presidente Morales y al estado
boliviano, sino a sus ciudadanos y al mundo entero, sobre una decisión que los
ha evidenciado como los perros guardianes del autoritarismo colonial.
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