martes, 23 de julio de 2013

Celebremos en grata armonía (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-18/07/13)


En estos días de festejos julianos y de innumerables elogios a nuestra hermosa y poderosa ciudad, vale la pena reflexionar un momento acerca del desarrollo del rubro del entretenimiento en general, y el rol del municipio en el acompañamiento y la regulación del sector. La primera constatación que se puede hacer es que, para gusto y disfrute de los paceños, la ciudad está experimentando una explosión gastronómica que se refleja en emprendimientos de diversa índole; el mercado de la restauración está que arde, sorprendiéndonos prácticamente cada semana con una nueva propuesta.
Sin embargo se advierte un desequilibrio en la oferta de servicios, que tiene que ver directamente con las limitaciones que ha impuesto la Alcaldía en la otorgación de licencias de funcionamiento. En Sopocachi y en la zona Sur, es decir en las zonas naturales para el crecimiento de la industria del entretenimiento, el municipio ha deformado desde hace mucho tiempo el desarrollo armónico del sector, prohibiendo de facto la apertura de pubs, discotecas y otro tipo de negocios relacionados a la vida nocturna.
Actualmente en estas zonas solamente se pueden abrir lugares de expendio de comida, y por muy lindo que esto suene en términos de seguridad ciudadana, hay que decirlo, esto no es muy razonable. No lo es porque la gastronomía está ligada al entretenimiento entendido como un concepto más amplio; el ciudadano común, que no es el pandillero, el ladrón o el borracho pendenciero, sale por las noches a divertirse, a tomar un trago, a escuchar una banda en vivo, a cantar en el karaoke, a bailar en una discoteca o incluso a pasarla bomba con su mujer en el motel; antes o después, o entre todas esas cosas, se sienta a comer, de acuerdo a sus preferencias o a la posibilidad del bolsillo.
Seguramente el fuerte de una buena noche de esparcimiento será una cena en un buen restaurante, pero esa experiencia, aquí o en cualquier lugar del mundo, viene por supuesto acompañada de otras actividades, que no veo porqué tengan que ser criminalizadas a priori.
La prohibición ciega y secante tampoco es razonable en términos económicos y jurídicos y, tal como está planteada, bien podría ser considerada como un atentado contra la libertad y el derecho a las inversiones y a la actividad económica lícita. Peor aún, algunas disposiciones municipales referidas a la venta y a la ingesta de bebidas alcohólicas en determinadas fechas religiosas rayan en la pechoñería y en un fundamentalismo absurdo y anacrónico. No sé si me perdí de algo en el camino, pero a ratos siento que estamos encaminados a algo así como el Municipio Islámico de Nuestra Señora de La Paz, ¡por favor!
En algún momento las cosas perdieron su perspectiva inicial, y estaría bien que se haga algo para recuperar algo de racionalidad. Entiendo perfectamente que ante una ola de violencia y criminalidad, se tomen medidas de emergencia en determinado barrio, pero seamos un poco más realistas: la seguridad ciudadana y la convivencia civilizada entre vecinos, va más allá de la prohibición de boliches. Limitarse a ello es tan ingenuo o demagógico como intentar reducir los accidentes de tráfico prohibiendo la circulación de autos.
Creo que es momento de que la Alcaldía retome este asunto con criterios algo más equilibrados, y demuestre, también en este ámbito, que entre vecinos, empresarios y autoridades, somos capaces de hallar soluciones sostenibles.

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