domingo, 22 de julio de 2012

Entre la agonía y el vacío (Artículo de Opinión-Suplemento Ideas-Página Siete-22/07/12)


No encuentro otra manera de comenzar esta reflexión, si no es expresando la sensación de asqueo que tengo en relación al clima político que se ha consolidado en el país en el último tiempo. Revisar las noticias cotidianamente, se me ha convertido en una fuente de disgusto y desazón, que se traduce en marcado desánimo; me pregunto por momentos si mi excesiva o acaso ingenua confianza en la sensatez y en la madurez de la gente común, han sobredimensionado mis expectativas, frente a una realidad tremendamente pobre.
En la coyuntura política actual, que de coyuntura tiene ya muy poco en la medida en que se ha tornado en normalidad, allí donde miremos, todo pinta feo; la conducta del gobierno, el discurso de la autoridades y los resultados de gestión, transmiten todos los días tales rasgos de autoritarismo, de ineficiencia y de cinismo, que terminan confluyendo en una sensación de podredumbre generalizada muy difícil de asimilar.
Lu único que se respira en esta cargada atmósfera es la presencia del poder y su uso y abuso, sin miramientos ni consideraciones; todo lo que acontece se crea y se resuelve alrededor del poder, y, como no puede ser de otra forma cuando éste se convierte en un fin y ya no en medio, se lo hace a la mala. El aparato de poder, con sus mil caras distintas, tiene tal presencia, que lo absorbe todo en su lógica perversa y en su desenfrenada dinámica. El régimen vive extasiado este apogeo de fuerza mal entendido, mostrándonos sin remilgos, sus rasgos más obscuros.
Más preocupante aún es constatar que todo tiende a diluirse en esa tormenta, lo que contribuye a ahondar la sensación de desconcierto; la impostura genera más impostura, el atropello genera más atropello, la mediocridad genera más mediocridad, y el oportunismo genera también más oportunismo.
Podremos coincidir seguramente en que el gobierno transita por el derrotero del desgaste y el agotamiento, pero lamentablemente también coincidiremos en que lo hace, con la dudosa virtud de arrastrar tras de sí a todos los que juegan en su escena. La evidente decadencia no alumbra de por si ninguna alternativa esperanzadora para el futuro; las supuestas rupturas al régimen, salvo contadas excepciones, no han tenido la capacidad de desprenderse de la tónica marcada por el gobierno, y por consiguiente actúan en la misma lógica, intentando sacar pequeños provechos coyunturales en una actitud casi parasitaria.
Para mayor espanto, este fango político se está convirtiendo en el hábitat propicio para la paulatina reaparición de toda una especie de bichos que todos asumíamos como extintos; en el circuito de cócteles, en las redes sociales e incluso en los medios de comunicación, han comenzado a  alzar la voz una serie de personajes emblemáticos de un pasado que, pese a todo lo que puede estar ocurriendo en la actualidad, el país había superado con mucho sacrificio.
El macabro espectáculo ofrecido por este elenco de zombis políticos intentando regresar de la ultratumba puede ser visto por muchos como una simple e inofensiva broma de mal gusto, en el entendido de que no les alcanza la medida para encarar la restauración del viejo régimen y que, por tanto, no tienen chance alguna de convertirse nuevamente en una opción política viable.
Es cierto, el episodio que algunos quisieran interpretar como la reversión de un estado de catalepsia, solamente servirá para alentar la ilusión de un puñado de reaccionarios que anhelan rabiosamente un súbito regreso al pasado. Lo que también es cierto, es que lamentablemente, esto generará una reacción natural y previsible en un segmento de la población (no sé cuán grande o pequeño), que, frente a esa mínima posibilidad de un salto al pasado, reafirmará su apoyo al actual gobierno, sin importarle cuan mal lo puedan estar haciendo.
Quiero decir que habrá muchísima gente que en su momento apoyó al gobierno,  que dudó a razón de sus desaciertos y que llegó a decepcionarse al grado de retirarle su confianza, que reconsiderarán su posición ante la aparente disyuntiva entre un gobierno malo, frente a un pasado aún peor. El gobierno entiende muy bien el escenario, y es por eso que permite e incluso provoca y alienta el pataleo de sus derrotados, señalando que detrás de cada conflicto se halla la mano negra de los partidos del ancien regime. Saben muy bien que eso les permitirá recuperar parte de su apoyo popular, y por lo tanto están más que dispuestos a prestarse al juego.
Al parecer los procesos políticos de envergadura discurren en una temporalidad compleja que poco tiene que ver con las coyunturas, y el lento agotamiento de los ciclos de poder no coincide obligatoriamente con la posibilidad de surgimiento de alternativas nuevas y de liderazgos frescos. Estamos en medio de ese desfase entre la lenta agonía de un régimen muy fuerte, y el vacío que su estela deja por detrás. Y en esa medianía, plan y obscura se puede explicar la desazón colectiva y la acumulación de sinsabores que todos sentimos.

1 comentario: