jueves, 14 de junio de 2012

España y la semántica del desastre (Columna de opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-14/06/12)


En su afán de disimular a como dé lugar la catástrofe general que azota a su país, los españoles están dando un espectáculo cuyo resultado es exactamente lo contrario a lo deseado. Para muestra un botón: mientras se firmaba el acuerdo con el fondo de rescate de la Unión Europea para salvar a la banca española, el presidente del gobierno asistía al debut de la selección española de fútbol en la Eurocopa. Para muchos observadores, el inexplicable silencio del mandatario en el momento sin duda más crítico de la historia contemporánea española, será la imagen de un episodio que lo acompañará toda su legislatura.
Todas las energías del gobierno español parecen estar puestas en guardar las apariencias y en el intento de mostrarle al mundo que no están tan jodidos como los griegos. En lugar de dar la cara y explicarle a la ciudadanía de manera transparente la magnitud de la medida, el presidente Rajoy ha puesto todos sus cartuchos en unos malabarismos verbales para evitar, a toda costa, el empleo de las palabras malditas: “rescate” e “intervención”.
La semántica del descalabro ocupa hoy el centro del debate en España; la ayuda de ciento veinticinco mil millones de dólares solicitada para evitar que se funda el sistema financiero no es un rescate, sino una línea de crédito a la banca, “que no afectará para nada el déficit fiscal”. Lo que olvidaron decir es que el garante del astronómico empréstito es el estado español, y que si la medida no funciona, los paganinis no serán otros que los españoles de a pie.
Se grita a los cuatro vientos que tampoco se trata de una intervención, porque la ayuda está dirigida exclusivamente a los bancos, sin condicionamientos adicionales al paquetazo impuesto por la troika europea. Sin embargo, el secreto guardado alrededor de la letra pequeña del contrato, ha despertado ya la susceptibilidad y la sospecha de una nueva ola de presiones orientadas a que el gobierno eleve el IVA y profundice aún más los recortes en el área social.
En suma, la mano viene bien complicada, más allá de las palabras y los adjetivos, para lo que hace algunos meses se calificaba desde dentro como “el mejor sistema financiero del mundo”, pues resulta que la mitad del sistema financiero español está compuesto por cajas quebradas por unas administraciones fruto del cuoteo político armado por los principales partidos, desde hace muchos años. De ahí que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el verdadero tamaño del hueco, y de ahí también es que el sistema político se resiste a encarar una investigación que determine responsabilidades y sanciones contra los personajes que estuvieron al frente.
Mientras la clase política se desgañita en señalarse mutuamente a ver quién es más responsable del desastre y quién es más corrupto, los españoles observan atónitos el increíble proceso de socialización de los fraudes y las pérdidas de los bancos, mientras soportan sobre sus espaldas el brutal ajuste estructural que demuestra en la práctica, que en realidad están intervenidos ya hace tiempo. Todo esto en medio de una crisis institucional sin precedentes, en la cual está en cuestión la legitimidad de la monarquía, la probidad de la corte suprema de justicia, la competencia del banco central, le eficiencia y la trasparencia de los gobiernos autónomos, y, por supuesto, la credibilidad de un gobierno que, en cuestión de meses, muestra ya un semblante viejo.
No sé si España será Grecia o no, pero de que la situación es gravísima, de eso no hay la menor duda.  

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